El viaje desde Trelew hasta Puerto Madryn, donde dormimos tres noches, le llevó una hora al autocar, tiempo que aprovechó muy bien nuestra guía local, Valeria, para explicarnos el programa de nuestra estancia en su tierra, de la que se confesó profundamente enamorada.

Recorrido por Puerto Madryn, Península Valdés, Puerto Pirámide y Punta Delgada

“Gauchito Gil” y “Difunta Correa”

Entre las muchas cosas que citó Valeria, me llamó la atención el tema de los pequeños altares que se ven al borde de las carreteras y caminos. Unos, con una cinta roja y lamparillas del mismo color, son en honor del “Gauchito Gil”, un personaje my popular en el Norte, concretamente en Corrientes-Mesopotamia, traído desde allí por los camioneros. Los otros, una especie de casitas pequeñas rodeadas de botellas de agua, honran a la “Difunta Correa”, una lugareña que se murió de sed en el desierto amamantando a su bebé, que también se moriría. Ambos, gozan de gran predicamento entre los transportistas y los habitantes de esos lugares, que mantienen al día sus altares.

“Gauchito Gil” y “Difunta Correa”

 

Puerto Madryn

Al llegar a Puerto Madryn nos alojamos en el “Hotel Península Valdés”, magníficamente situado, con frente a la playa, el puerto y el bello paseo marítimo. Tras tomar posesión de nuestras habitaciones, nos fuimos caminando hasta el restaurante “Plácido”, sito en la Avenida General Roca, al borde mismo de la gran playa, donde disfrutamos de una excelente y reconfortante cena.

Después de cenar, visité la sede del Club de Fútbol Madryn (en cuyo amplio salón principal se celebraba una interesante y muy completa “Feria del Artesano”), el bello monumento a “La Galesa” (Foto 1), erigido en pleno paseo marítimo para conmemorar el centenario de la presencia de los galeses en Puerto Madryn, una curiosa pareja de “viejitos” que conforman el Monumento a las Clases Pasivas, una serie de magníficas tallas realizadas en los árboles secos de la misma calle, así como la curiosa colección de pinturas murales que hay junto al Museo Provincial.

Puerto Madryn

 

Luego, tras un paseo por el borde del mar, regresé al hotel. Estaba, como de costumbre, bastante rendido, pero altamente satisfecho de lo vivido hasta ese momento.

Península Valdés

Con el fin de realizar una excursión de día completo por la impresionante Península Valdés, que es Patrimonio de la Humanidad, el décimo tercer día de nuestro viaje nos levantamos a las 6,30 de a mañana, y a las 8 partía el autocar para iniciar un recorrido total de más de 400 kilómetros, con varias paradas para visitar los lugares más interesantes de esa verdadera maravilla de la Naturaleza que es la Península Valdés.

Dejando Puerto Madryn, por el Norte, vimos el puerto industrial y pesquero, en el que tienen su base varias pesquerías gallegas. Cerca de allí está el Crucero colocado por el Centro Gallego de Puerto Madryn, una ciudad que cuenta con 90.000 habitantes y que ha sido la que más creció en Suramérica durante los últimos diez años.

4 Peninsula Valdes

Al entrar en el Parque de Península Valdés, tuvimos que hacer una breve parada, para pagar las tasas que cobran por viajero y vehículo. Durante la mayor parte de esos 400 kilómetros, por polvorientas carreteras y caminos de tierra y grava (allí le llaman “ripio”) nos acompañó la estepa patagónica. Menos mal que tuvimos ocasión de ver, fotografiar y filmar guanacos (un camélido pariente de la llama y la vicuña), ñandúes (incluso dos cruzaron lentamente por delante de nuestro autocar), armadillos, caballos, ovejas, liebres, pájaros, etc. Todos en completa libertad, e intocables.

Por cierto que de vez en cuando el suelo de la polvorienta ruta está atravesado por unas anchas rejillas de hierro, a las que llaman “guardaganado”. Se colocan en el límite entre dos estancias o  haciendas, para evitar que el ganado pase de una a otra aprovechando el corte de la cerca por la carretera. Si las ovejas lo intentasen, sus patas quedarían atrapadas entre las juntas de esas rejas. Y también vi varios altares dedicados al “Gauchito Gil” y a la “Difunta Correa”, muy bien cuidados por cierto.

La segunda parada la hicimos en el Centro de Interpretación de fauna, flora y etnografía, situado en el Istmo Ameghino, lengua de solo 4 km.de ancho en su parte más estrecha, que separa el Golfo de San José (al que le dio  nombre el español Antonio Malaspina) del Golfo Nuevo (donde está Puerto Madryn, que posee la curiosidad de que sus mareas son cada 6 horas, y dejan más de 300 m.de playa). Entre las cosas que destacan en ese Centro de Interpretación está un completo y muy bien conservado esqueleto de una gigantesca ballena franca austral, objetivo preferido de las cámaras (Foto 2).

Puerto piramide

Puerto Pirámide: elefantes marinos

A las dos horas de viaje llegamos a Puerto Pirámide (llamado así por varias montañas y formaciones de arena que desde el mar parecen pirámides), un pueblo de solamente 400 habitantes pero muy visitado por los turistas debido a la gran cantidad de lobos marinos, elefantes marinos, ballenas y delfines. Baste decir que en verano (época de nuestro viaje) la colonia de elefantes marinos se sitúa entre 4.000 y 5.000 ejemplares.

En Punta Ballena embarcamos en el buque “Odín” (Foto 3) que nos trasladó hasta las loberas, llenas de gigantescos ejemplares de lobos marinos, y también vimos gran cantidad de cormoranes tomando el sol, mientras otros se daban un auténtico festín en un banco de peces. Para no alterar el paisaje, no hay muelles ni puerto. Los barcos salen desde la misma playa (de arenas volcánicas) metidos en una especie de gigantescos “cestos” de hierro. Un tractor se adentra en el mar empujando el barco hasta que flota. Luego lleva el “cesto” para la arena, a la espera del regreso para recoger el barco y volver a dejarlo sobre la playa.

De Puerto Pirámide (Foto 4) nos dirigimos por una ruta de ripio hasta Punta Delgada. Tardamos más de una hora, debido al piso de la carretera y a que en toda esa área la velocidad máxima permitidas es de 60 km. por hora. Y otra curiosidad: en todo el país es obligatorio llevar siempre encendidas las luces bajas.

En el trayecto, vimos la impresionante Salina Grande (de 35 km. cuadrados) y la Salina Chica (12 km. cuadrados), una especie de “mar muerto” que está en la depresión más profunda de todo Centro y Sudamérica, a unos 42 metros por debajo del nivel del mar, de donde en el pasado extrajeron miles y miles de toneladas de sal.

 

Punta Delgada

 Tras comer en el restaurante del “Hotel Punta Delgada”, y bajo un sol abrasador, caminamos hacia la playa, cerca del Faro, siguiendo una estrecha senda que nos obligó a ir en fila india. Para bajar a la playa utilizamos una escalinata de cemento de 176 escalones, muy fatigosos sobre todo para subir…con el sol sobre nuestras cabezas. De hecho, hubo varias señoras que ni se atrevieron a bajar.

Pero el esfuerzo valió realmente la pena, pues pudimos llegar hasta unos metros solamente de una gran manada de elefantes marinos,  unas focas gigantes cuyos machos llegan a pesar 4.000 kilos por solamente 900 kilos de las “pobres” hembras que deben soportar semejantes moles durante la larga y fogosa cópula. Había cientos de ellos tumbados al sol, sin moverse apenas y “pasando olímpicamente” de nosotros (Foto 5).

Desde Punta Delgada iniciamos el retorno a Puerto Madryn, costeando en parte el mar Argentino, recorriendo 42 kilómetros hasta la sensacional Caleta Valdés, riquísima franja de agua marina que corre nada menos que 36 km. paralela al mar. Nueva parada en el Centro de Interpretación del Istmo Ameghino, y otra frente a la famosa Isla de los Pájaros, a la que, como protección ambiental, está prohibido acceder.

Y, de nuevo, grava y más grava, estepa y más estepa, polvo y más polvo,  sol y más sol, hasta regresar a la ciudad de Puerto Madryn. Cuando llegamos al hotel se cumplían once horas justas de viaje. Y mientras la mayor parte el grupo se fue a Misa de 8 con Fray Rosendo, yo aproveché para relajarme, poner en orden mis apuntes, las fotografías y el reportaje videográfico.

A las 9, nos fuimos a cenar al restaurante-parrillada “Estela”, bastante cerca del hotel, y como un grupo de nueve personas, incluido Rosendo, se fue a terminar de cenar a otro local, me quedé yo solito…con 12 mujeres. Y, tras tomar un café en el hotel, me acosté bastante rendido físicamente pero muy satisfecho. (Fotos: LajosSpiegel).

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