Amadeo Rincón, un argentino residente en Buenos Aires (Argentina), descendiente de emigrantes gallegos de la zona de Pontevedra, que se confiesa forofo del Real Club Deportivo de La Coruña, me ruega amplíe detalles de la gira del equipo deportivista a su país, a la que hice referencia hace unos días con motivo de un mensaje que me remitió Teresita Escuti, mi Corresponsal en Córdoba (Argentina).

La mencionada gira, de la que cumplirán nada menos que 45 años el próximo mes, que incluía partidos en Montevideo (Uruguay), Buenos Aires, Tucumán, Córdoba, Salta y Jujuy (Argentina), tuvo lugar en el mes de junio del año 1975, y yo acompañé al Club en mi condición de Enviado Especial de “La Voz de Galicia”. En la primera de las fotografías aparezco en compañía de: Seijas, Ponte (ex jugador y dirigente del Club), Luis, García Arias (Secretario del Club), Seoane, Canedo, Luis “El Sereno” (chófer), Canario y Rabadeira. Al margen de los resultados, alineaciones y demás detalles de los partidos (crónicas mías que pueden leer en la hemeroteca de “La Voz de Galicia”), me referiré a otras circunstancias que rodearon esa inolvidable gira.

Es de reseñar que el partido a disputar en Montevideo no pudo celebrarse, debido a que llovió tantísimo que el campo era una auténtica “piscina”. Pero los problemas no se acabaron con la suspensión del encuentro, ya que al día siguiente cuando quisimos salir rumbo a Buenos Aires, en un vuelo de Aerolíneas Argentinas, no pudimos hacerlo debido a que el Aeropuerto de Carrasco estaba cerrado a cal y canto a causa de una niebla tan densa que se podía cortar con un cuchillo.  Paradójicamente, el único vuelo que operó fue uno de la compañía “Iberia” con rumbo a Buenos Aires….

Pasamos todo el día confinados en la terminal aérea (algo parecido a este encierro por el maldito Coronavirus) y acabamos con todo lo comestible y bebestible que había. Al final, ya de noche, optamos por dirigirnos al puerto de Montevideo y tomar un barco que nos llevó al puerto de Buenos Aires, adonde llegamos cuando ya amanecía. La preciosa travesía del Río de la Plata, y la belleza del amanecer compensaron el disgusto del encierro sufrido en Carrasco.

Pero como no hay dos sin tres, cuando llegamos al aeropuerto de Córdoba (tras haber jugado contra Talleres de Córdoba) para embarcar rumbo a Salta, no sólo no pudimos hacerlo, sino que estuvimos a punto de sufrir un gravísimo percance. El aeropuerto estaba tomado por los militares, que al bajar del autobús nos dieron el alto varias veces desde la Torre de Control. Como no veíamos a nadie, seguimos hacia la terminal, pero yo, que estaba grabando una película del viaje, al elevar la cámara y poner el zoom vi los sacos terreros y las ametralladoras. Grité a Antonio, el utillero (que según dijeron “se cagó por los pantalones”) y a Hermida, el practicante, para que se detuvieran. Al ver las ametralladoras dejaron caer los cestones del material y pararon en seco…. Media vuelta para el autobús, y a cubrir la distancia con Salta por una carretera de montaña que parecía el Oeste americano, con controles militares cada dos por tres….

Y una anécdota personal: en Jujuy fue el primer lugar en que masqué hoja de coca, para luchar contra el “mal de altura”, aunque debo decirles que tuve la suerte de que nunca sufrí trastorno alguno de ese tipo. Pasados los años, en Perú, Bolivia, Nepal y Tíbet, tomé infusión de hoja de coca. Recuerdo que estando en el palco del campo de Jujuy vi como los colegas mascaban algo que sacaban de una bolsita. Al principio creí que era rapé o tabaco, pero me aclararon que era hoja de coca, y me la ofrecieron gentilmente. La probé, pero no volví a mascarla, ya que nunca sufrí ningún tipo de contratiempo debido a la altura.

En esa gira conté con el gran apoyo informativo de Rafael Aragón Cabrera, exitoso Presidente del Club River Plate, adinerado “martillero” muy amigo de Santiago Bernabéu, Presidente del Real Madrid, y por ende de Emilio Rey, propietario de “La Voz de Galicia”. Marcolino era el Jefe de Prensa de River, en cuyo Estadio se entrenaba habitualmente el famoso cantante Palito Ortega (Tucumán 1941, que aún sigue cantando), con el que aparezco en la foto 2. Con Marcolino me encontré en Buenos Aires tres años más tarde, durante el Campeonato del Mundo de Fútbol Argentina 78, que cubrí como Enviado Especial de “La Voz de Galicia” y de la Agencia Colpisa.

Marcolino era el Jefe de Comunicación del denominado “Ente Autárquico Argentina 78”, al frente del cual estaba el muy temido Almirante Masera (de la cuerda del Presidente Videla y compañía), a quien tuve la oportunidad de conocer en el Hotel Sheraton, en el que me alojaba, donde tenían establecido el “Puente de Mando” del Campeonato Mundial de Fútbol. Eso me valió una invitación para visitar San Carlos de Bariloche y el Lago Nahuel Huapi, con viaje en helicóptero incluido. Pasados los años, tuve alojados en mi casa de Santa Cristina a Marcolino, entonces Jefe de Prensa de un gran Banco, y a su familia, que estaban realizando un viaje turístico por España.

Y como si fuese “el criminal, que siempre vuelve al lugar del crimen” hete aquí que, 30 años más tarde, concretamente en el mes de enero del 2008, durante una de mis visitas a Buenos Aires, en un recorrido que hice desde Iguazú (Brasil) hasta el Canal de Beagle (Patagonia Argentina), volví a alojarme en el Hotel Sheraton…. Tal cual, se lo cuento, con la esperanza de haber satisfecho la curiosidad de Amado Rincón.

Y como de costumbre, he hablado por teléfono con una persona que forma parte del denominado “Grupo de Riesgo”. Mi charla, muy animada, fue el viernes con mi excelente amigo y querido colega Juan Guillín Varela (foto 3), veterano periodista deportivo que desempeñó su labor en “El Ideal Gallego” y “Marca”, principalmente, y fue Presidente de la Federación Gallega de Periodistas Deportivos, entidad de la que tengo el honor de poseer el “Premio Galicia de Xornalismo Deportivo 2012”.

Juan Guillín, que nació en La Coruña el 8 de octubre de 1930, resalta que nació el mismo año que Arsenio Iglesias, con quien hizo la “mili”. Toma el encierro con calma y resignación. Desde que enviudó vive solo, en la Plaza de María Pita, y a veces recibe la visita de su hija pequeña que vive enfrente, en la popular calle Troncoso.

Juan me dijo que hay que resistir, y tomar las cosas como vienen. No tiene puñetera idea de cocina, pero cuenta con un magnífico servicio en la cercana Plaza de San Agustín. Todos los días, entre las 8.30 y 8.45 le llaman para decirle el menú que tienen, y a las 12.45 baja a buscar la comida que eligió.

Duerme muy bien, de 11 de la noche a 8 de la mañana, y se levanta con la música de la película “Raíces profundas”, de Alan Ladd, que le estimula. Pasa la mayor parte del tiempo leyendo, ve poco la televisión, porque le dan asco muchas cosas, y dice que la salud va respondiendo, menos “otras cosas”…. pero que le quiten lo bailado.

Desde que lo autorizaron, sale a caminar una hora, bien hasta la Plaza de Ourense o hasta el Dique de Abrigo. Es terreno llano, y va despacio. Además, en casa hace ejercicio con unos pedales que le regaló su hija. Y rematamos la charla diciéndome que está muy entretenido todo el día, cosa que celebro de todo corazón.

Y finalizo por hoy. Prometo seguir dándoles más “Partes de Guerra”. Mientras el cuerpo aguante…. ¡¡¡Saludos y salud!!!. (Fotos: Lajos Spiegel)

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