Aunque su presentación tendrá que esperar a que el maldito Coronavirus lo permita, ya está en imprenta mi libro sobre los numerosos viajes que entre el año 1992 y febrero de este año hice a diversos lugares de la Comunidad Valenciana. Y en relación con esa obra, el escritor, actor, artillero y gastrónomo Carlos Brea (foto 1), prologuista o epiloguista de alguno de mis libros de la serie “Viajero sin Fronteras”, escribió un texto titulado “Campeando como el Cid”, que reproduzco a continuación:

“Siempre me honra escribir sobre los libros de mi buen amigo Roberto Luis Moskowich-Spiegel Pan, el ínclito, ilustre, docto, esclarecido, dilecto, viajero del mundo, paradigmático y afamado “Viajero sin Fronteras”, que vuelve a cabalgar literariamente con un nuevo libro, que versa sobre su reciente periplo por el Mediterráneo valenciano. En este acto de reconocimiento a su prolífica y estupenda biblioteca, tengo a bien nombrarlo Duque de la Seda, ya que ha recorrido esa famosísima legendaria Ruta y, ahora, la Lonja de La Seda. Puedes firmar, pues, tus libros con el merecido pseudónimo de Duque de la Seda por ese doble motivo. Hago lo mismo, y con la misma satisfacción que mi padrino literario don Ezequiel-Leandro Pérez Montes me nombró, en su día, Duque de la Medusa.

Roberto, cual nuevo cónsul Décimo Juno Bruto «Galaicus» recorre la provincia del Imperio fundada por este romano, que adquiriría fama y fortuna no sólo por haber fundado Valencia, en el año 138 AJC en una primitiva isla, sino por haber domesticado con sus legiones a los bravos habitantes de Gallaecia, de ahí que ganara a sangre y fuego el título de Galaico, y nombrase el lugar como Valentia Edetanorum, valiente pueblo edetano.

Roberto es galaico, de La Coruña, pese a que sus apellidos nos puedan parecer los de un químico polaco, un futbolista como Kubala, un director de orquesta, o un compositor de fama mundial, ser nuestro Kapucinsky coruñés de pura cepa. O sea, es el alter ego de Galaicus. Por estas tierras de su libro escaramucearon iberos, romanos, moros y cristianos, que expulsaron a los taifas por mor del bravío del rey Jaime I de Aragón, y ya nunca más pescaron en el Turia ni en la Albufera.

Por sus marjales de arroz, nuestro explorador no perdonó ninguna paella que se le puso a tiro, de arroz y marisco hortalizero, de la Albufera qué en 1911 compró enterita el Ayuntamiento a la Corona de España por un millón de pesetas de la época.           Nuestro dilecto, docto, y perrosabio Roberto, nos deleitó con sus profusas crónicas diarias pateando los incontables rincones alrededor de la Catedral, el Miguelete, las Torres de Serranos y de Quart, y ¡cómo no! la Lonja de la Seda, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, esos organismos donde florecen los vividores pagados con nuestros impuestos.

Roberto es otro vividor, pero honrado vividor que se sufraga sus viajes íntegramente. Como bien dice nuestro común amigo Chema Paz es el Bon Vivant paradigmático. Roberto es valiente, como dice el topónimo latino valentia, el que da nombre a la ciudad, y no duda meterse entre pecho y espalda, todos los días una paella, en las callejuelas típicas que los moros llamaban Marina at Turap, o sea, ciudad de la arena, aunque también su topónimo árabe fue Balansia, con be. Nuestro viajero es como el escudo de Valencia, esculpido en la puerta gótica de la catedral, «muro sobre las olas». Casi nada tiene Roberto de «lo rat penat», o murciélago, del escudo, a no ser su costumbre a paladear una bebida espirituosa a la hora del vuelo del murciélago, por la noche y en una terraza al aire libre. Valencia forma parte, desde su fundación, de una ruta comercial de cerámica de lujo. Hoy es puerto arribante de miles de contenedores de mercancía china de todo a cien.

De lujo es Roberto. Buen amigo, generoso, optimista, positivo, como los 2.000 romanos que vinieron con Galaicus a fundar esta ciudad de frío y calor, de paella y helados, una de las ciudades más antiguas de España, atravesada por la Vía Augusta.  Roberto campa a sus anchas por el mundo, es el alter ego de nuestro Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, héroe donde los haya en el olimpo de la gente de bien, y leal, fiel, a sus amigos.

En 1348 la peste negra asoló Valencia con 120.000 musulmanes, 6.500 cristianos y 2.000 judíos dentro. Hoy la asola el virus chino de Wuham, del que Roberto se ha zafado olímpicamente. Y de la Vía Augusta a La Coruña, y augusto también lo es mi buen amigo, al que no paro de desearle siempre ¡Suerte y salud querido amigo Roberto!. Aunque creo, sinceramente que “te pasaste dos pueblos”, gracias Carlos.

Desde la monumental ciudad de Mérida (Badajoz), Fuensanta Sánchez-Cortés González (segunda fotografía), simpática y agraciada extremeña a quien conocí en el año 2015 durante mi viaje a Birmania, Camboya y Vietnam, me remitió el siguiente mensaje: “Me encanta leer tus crónicas, y ahora tu diario “Parte de Guerra”. Gracias por acordarte de mí. Te deseo mucha salud. Que todos tus conocimientos estén entre nosotros muchos años, y que tu sabiduría viva reciba nuestros mayores aplausos. Cuídate mucho. Besos”. Muchas gracias por tus cariñosos elogios, querida Fuensanta.

Tiempo ahora para hablar por teléfono con personas del denominado “Grupo de Riesgo” del maldito Coronavirus. Y hoy se asoma a mi ventana informativa mi querida amiga Dolores Fernández España (foto 3, a la derecha, con Mary Carmen Pérez), ex Secretaria Municipal y excelente pintora.

A Lolecha (Coristanco-La Coruña, 2 de febrero 1960), la conocí a través de Mary Carmen Pérez, Directora de la coruñesa Galería Arte Imagen, y tuve el honor de presentar varias de sus exitosas exposiciones. Un cuadro suyo adorna el hall de mi casa.

Me dijo que está en Coristanco y que lleva bastante bien la Cuarentena, en compañía de su madre, que cumplió 91 años de edad el pasado 27 de marzo, en pleno confinamiento. Gozan de la compañía de nada menos que seis gatos: 4 hembras y dos machos, que son muy mimosos. No tienen perro porque es un problema, ya que reparten las semanas entre La Coruña y Coristanco y, además, su madre es alérgica.

Mujer muy activa y vitalista, me dijo que pasa el tiempo pintando, leyendo, recopilando escritos, viendo series en la tele, caminando y, sobre todo, reflexionando. Durante la larga y amena conversación, también me comentó que estaba muy contenta, porque acababa de regresar de la peluquería de “adecentar la melena de león” que tenía.

Echa de menos poder ir a la Biblioteca de Carballo, a las tertulias, y tomar el café con churros y las tapas que hace el marido de su prima. Afirma que su tortilla española es tan buena, que supera incluso a la de su madre. Y también añora la Playa de Soesto, con sus regatos llenos de calas (flores) procedentes del Pazo de Soesto. Por cierto, allí recoge conchas de caracoles para hacer bellas guirnaldas de luces. ¡Chapó, mi querida Lolecha, pronto podrás volver a esas “tonterías” que tanto echas de menos!.

Y finalizo por hoy. Prometo seguir dándoles más “Partes de Guerra”. Mientras el cuerpo aguante…. ¡¡¡Saludos y salud!!!. (Fotos: Lajos Spiegel)

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