Siempre he sido partidario de los homenajes en vida. Y así lo hice en todas las entidades o clubes que presidí o dirigí. Incluso, a veces, venciendo la oposición de los distinguidos. Recuerdo a un directivo de la Coral Polifónica “El Eco” que dijo que era “como si fuese a morir”, cosa muy incierta ya que duró muchos años más. Pero cuando no se reconocen adecuadamente los méritos en vida, tampoco es desdeñable que se haga cuando ya no están entre nosotros. Tal es el caso del laureado pintor y escritor Eduardo Fernández Rivas (en la fotografía, del 20-2-2016, celebrando el que por desgracia sería su último cumpleaños, con su madre Pepita, Rocío Pose, Juan-Manuel Quinzá-Torroja, Aurora Martínez y yo, en su casa-estudio de Fiunchedo-Sada) a quien el Ayuntamiento de Sada (La Coruña) ha dedicado la Sala de Exposiciones de la Capilla de San Roque, lugar en el que por cierto ese destacado artista sadense colgó varias de sus mejores exposiciones y en el que presentó algunos de sus exitosos libros, teniendo yo el honor de ser su presentador, al igual que hice en otras salas de arte y en diversos espacios culturales. Recuerdo que en todas las presentaciones, sobre todo en las de Sada (Capilla de San Roque y Casa de la Cultura), siempre revindiqué que el Ayuntamiento de Sada le dedicase un más que merecido Museo, sin resultado positivo hasta la fecha…. Tanto su querida madre, Pepita, como su hermano, Farruco (a quien agradezco ocupase el irrellenable “hueco” de Eduardo en la reciente celebración de mi “III Aniversario Vital”), saben de la profunda amistad que nos unía y de la orfandad que sentimos todos. Pero a partir de ahora, la “Sala Eduardo Fernández Rivas” será un recuerdo perenne, a la vez que una honra más que merecida. Tal cual. (Foto: Lajos Spiegel)

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