En vísperas del partido de Mestalla, me viene a la cabeza aquel lejano gol de Mauro Silva al equipo valencianista en 1994. Un gol que valió un triunfo y seguir soñando con un título de Liga que no llegaría ese año, pero que tiene el mérito de haber sido el único chicharro que marcó el 6 blanquiazul en sus 369 partidos disputados en Primera División.

Mauro Silva (Sao Bernardo de Campo, 1968) no sólo fue uno de los mejores futbolistas que vistió la camiseta del Depor, fue uno de los más destacados brasileños que jugó en la Liga española. Llegó a Riazor en 1992 con Bebeto, ambos de la mano de Lendoiro. Mientras el delantero representaba al futbolista brasileño mágico y fantasioso, Mauro encarnaba al brasileño serio, trabajador y comprometido. La afición comparaba en la época las singularidades de cada uno de ellos con aquella divertida sentencia “Bebeto canta y Mauro… Silva”

Admirado por su profesionalidad, fue un centrocampista ejemplar que brilló por su calidad técnica, capacidad para recuperar balones y su maestría para no perderlos. Listo con el balón en los pies siempre elegía el pase en corto, concreto, seguro.

Quizás estemos hablando de quien fue el mejor medio centro defensivo del mundo. Era el jefe del medio campo donde se ganó el respeto de sus rivales y un plus de autoridad entre sus compañeros. Donde no había dudas era en su nula capacidad goleadora, si bien es cierto que no era su encomienda. En sus trece temporadas en el Club anotó un solo gol, el célebre tanto que marcó hace 21 años al Valencia, campo que visita esta semana el equipo. Tampoco en la canarinha, con la que fue Campeón del Mundo y de la Copa América, vio puerta en ninguna ocasión.

Fue uno de pilares del equipo en los noventa y estuvo presente en los seis mayores hitos de la historia del Club: una Liga, dos Copas y tres Supercopas. En cierta ocasión el periodista Santiago Segurola, en aquellos años en la redacción de El País, declaraba su rendida admiración por futbolista brasileño, del que  llegó a decir que el futbol español debería rendirle homenaje y colocar su imagen como escudo de la Liga, una especia de distinción como hizo en su tiempo la NBA con Jerry West, cuya silueta representa de la mejor competición mundial de baloncesto.

Se retiró en 2005 tras 13 años de servicio y fidelidad a los colores azul y blanco del Deportivo de La Coruña. Dudo que exista otro jugador que haya generado tanto respeto hacia su persona y mayor consenso en la afición coruñesa Y ya que estamos a punto de entrar en los jaleos previos a las elecciones municipales, por qué no recuperar la vieja idea -abanderada en su día por Paco Vázquez-, de dedicarle una calle a este ejemplar futbolista y persona de quien se guarda el mejor de los recuerdos en la ciudad.

Artículo by @pgarcia_ramos en DXT Campeón el jueves día 12 de marzo de 2015.

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