Hoy dediqué el día a recorrer con detenimiento la bellísima y turística «Ruta de las Flores», visitando los 5 pueblos que la componen. Me acompañaron como guia y chófer Carolina Morillo y Alejandra Turcios, dos bellezas salvadoreñas de 24 años de edad, que me recogieron en el Hotel en un amplio y moderno coche.
Tuve la gran suerte de que por ser domingo había mercados y celebraciones diversas en todos los pueblos, con mucha mas gente de lo habitual, luciendo vestidos típicos y sus mejores galas domingueras.
Aunque el parte meteorológico daba Alerta 2 tuve la suerte de disfrutar de un día precioso. Solamente cayó un chaparrón tropical mientras estábamos comiendo, por lo que al terminar el almuerzo pudimos continuar las visitas sin problema alguno.
Salimos de la capital por el Barrio de San Benito, tomamos la carretera de Santa Tecla, y nos incorporamos a la Carretera Panamericana, la misma por la que anduve en Guatemala. Rebasamos Los Chorros, zona de derrumbes dañada por los terremotos de junio de este año, y atravesamos Lourdes, perteneciente al Departamento de La Libertad.
Cuando atravesábamos una zona muy feraz, rica en maíz y caña de azúcar y llevábamos recorridos unos 40 kilómetros tuvimos que detenernos, ya que se había soltado el embellecedor de la rueda delantera derecha. Y un poco más adelante volvimos a parar, para hacer unas fotos de los volcanes Izalco, Cerro Verde e Ilamatepec, que se encuentran muy próximos a la Panamericana.
Seguimos por el Cantón de las Joyas, zona en la que se crían numerosas vacas y cerdos. Al borde de la Carretera había mucha gente ofreciendo frijoles frescos en bolsas como de un kilo. Está zona está conectada con la capital por medio del Bus de Armenia, que para en cualquier sitio.
Dejamos a nuestra derecha el Parque Nacional Atecozol y llegamos a Sonsonate, la «Ciudad de los cocos «, muy cerca ya del Pacífico, con su Museo del Ferrocarril, transporte que ya no existe en El Salvador pero sobre cuyas vías pasamos. Tiene 49.000 habitantes, la Iglesia de la Virgen de la Candelaria y realizan excelentes muebles y bellos trabajos de mimbre.
Tras mas de hora y media de viaje, llegamos al Municipio de Nahuizalco, que nos dio la bienvenida con un gran arco de entrada y que tiene el famoso «Mercado de la velita «, que es nocturno y totalmente iluminado con velas. Recorrimos el típico pueblo. La amplia Iglesia de San Juan Bautista estaba atestada de fieles que escuchaban atentamente la homilía de la misa dominical. Y también estaba abarrotado el mercado regional, en el que sobresalían los productos de la region, artesanías y manufacturados.
De alli seguimos a Salcoatitán, en cuya zona cultivan muy buen café, producto nacional que paga negativamente su dependencia monopolista de Estados Unidos. Con 5.000
habitantes y casas coloniales, cuenta con el Museo del Café «Germinal», la Iglesia de San Miguel Arcángel (1824), el Museo de la Imprenta, tiendas con prendas pintadas con añil, producto colorante que abunda en la zona, y un importante mercado típico regional que recorrimos.
Solamente a un par de kilómetros se encuentra Juayúa, a cuya entrada un monumento recuerda el terremoto del año 2001. Cuenta con 25.000 habitantes, y tiene un parque de reptiles (adjunto foto con una serpiente), adornados coches de caballos para visitar el pueblo y sus alrededores, el Templo de Santa Lucía (donde estuvo el famoso Monseñor Romero, valedor de los pobres asesinado el 24 de marzo de 1980, beatificado, y cuyo centenario de nacimiento se celebró el pasado 15 de agosto), el Parque de la Unión con una bella fuente, y un mercado típico muy animado.
De allí nos fuimos a Apaneca, con 8.500 habitantes, que está a unos 5 kilómetros. Frente a nosotros, el Volcán del Cerro de Apaneca, en cuyas laderas se cultiva un café de gran calidad. La montaña está dividida en grandes cuadrados, separados por altos árboles, con el fin de delimitar las zonas a trabajar en cada momento. Las empedradas calles estaban muy transitadas y animadas con música. Visité la Iglesia de San Andrés Apóstol, de bello porte y muy amplio interior de una sola nave, el Obelisco que contiene la declaración de Apaneca «Zona de Interés Turístico » (18 agosto 1996) y su mercado típico. También alquilan «boogies» para desplazarse hasta la Laguna Verde, que dista un par de kilómetros. Luego hicimos un pequeño alto en las visitas, y fuimos a comer una comida tipica en el restaurante «Entre nubes», sito en el pueblo del mismo nombre. Está a 1.300 metros de altitud, mientras que Apaneca está a 1.490 y Atacó (al que fui después de comer) a 1.225 metros. A la entrada al recinto nos recibió un guarda, con una muy visible escopeta recortada de 12 milímetros, un destacado letrero prohibía entrar con armas, los camareros llevaban todos un pinganillo en la oreja, y un buen dúo mixto nos amenizó la comida con canciones románticas. Al finalizar el almuerzo nos dirigimos a visitar el quinto y último pueblo de la interesante «Ruta de las Flores «: Concepción de Ataco.
Es un gran pueblo pipil de 18.100 habitantes, cercano a la frontera con Guatemala, que cuenta con telares, artesanías y productos de la zona que ofertaban en su mercado dominical. Visité también su preciosa Iglesia barroca del Siglo XVI, dedicada a la Inmaculada Concepción, y el Parque con la Fuente de la Virgen de la Asunción. Y también tiene un mirador natural desde el que se disfruta de unas impresionantes vistas panorámicas. Y con la interesante visita a Ataco y a sus decoradas calles pusimos punto y final al magnifico recorrido por la «Ruta de las Flores » e iniciamos el regreso a San Salvador, con la suerte de que el tráfico era bastante fluido. Cuando llegué al Hotel habían transcurrido nada menos que once horas y medía desde que partí por la mañana. Un poco cansado, pero muy satisfecho con lo que tuve la fortuna de contemplar y disfrutar. Mañana seguiré contándoles. ¡Saludos y salud!. (Fotos: Lajos Spiegel).