Ereván (Armenia), 3 de octubre del 2019
Hoy, cuarto día de mi interesante viaje por Asia Central, me levanté un poco antes de las 7 de la mañana, ya que tenía varios viajes por delante. Amaneció otro día de sol y con las temperaturas en ascenso por encima de los 25 grados.
Con suma puntualidad, me recogieron Cristina, mi magnífica guía, y Karen, que es un chófer muy experimentado y cordial. Y, sin más demora, nos enfrentamos al pesado tráfico urbano, hasta lograr enfilar la carretera que nos llevaría a Garni, que está a unos 40 minutos. Les aclaro: aquí, al igual que en otros países, acostumbran a medir los trayectos en tiempo. Solamente los conductores profesionales hablan de kilómetros entre dos puntos.
Merced a la habilidad de Karen logramos dejar pronto atrás a Ereván, acometiendo una fuerte subida al salir de la ciudad.
Circulamos por una zona montañosa, a más de 1.500 metros de altura, por una carretera estrecha de un solo carril en cada sentido con muchas curvas y contínuas subidas y bajadas. El firme presenta zonas irregulares, pero es bastante aceptable, y el tráfico es muy escaso.
Las montañas son suaves, con muy escasa o ninguna vegetación, y apenas hay pueblos en el recorrido hasta Garni. Pasado Geghadir vi una granja con muy poco ganado, siendo de resaltar la ausencia casi total de arbolado.
Para visitar cómodamente Garni y evitar la presencia de muchos turistas, Cristina lo puso en primer lugar del programa, con lo cual pusimos recorrer el lugar con suma comodidad. Garni, situado en las Montañas Geghama, al lado derecho del Río Azat, en una terraza triangular muy pintoresca, es uno de los más antiguos asentamientos de Armenia. Garni está habitado desde el Siglo VIII antes de Cristo, aunque el gran terremoto de 1679 lo destruyó completamente.
Actualmente, en un área de 5.875 hectáreas, viven unas 8.000 personas, fundamentalmente del turismo generado por su importante asentamiento arqueológico, siendo de resaltar que este año aumentó mucho el turismo en Armenia, y que España es uno de los cuatro países europeos que más aporta.
En la zona arqueológica se encuentran los restos de la Fortaleza, Templo, Palacio, Baños Reales, la Piedra-dragón y la Iglesia de San Sión (Siglo VII).
A la entrada del pueblo hay un monumento a los armenios caídos en la II Guerra Mundial, en la que lucharon a lado de la Unión Soviética. Y ya dentro del recinto arqueológico hay una gran piedra con la inscripción del Rey Trdat I, fundador de Garni en el Siglo I.
El Templo de Garni es el único templo pagano que se conserva en Armenia, ya que los demás fueron destruidos por los cristianos de Gregorio el Iluminador y por el Rey convertido al cristianismo. Arrasado posteriormente por el mencionado terremoto, fue estupendamente reconstruido por los soviéticos. Dedicado a Mitra, Dios del Sol, es de planta helenística y cuenta con 24 columnas jónicas, que representan las 24 horas del día. En su interior hay un altar, y en el techo un hueco cuadrado por el que se cuelan directamente los rayos solares.
Visité también los Baños Reales o Termas, descubiertas en 1956, que ocupan un edificio de unos 60 metros cuadrados, con una impresionante obra de mosaicos y están al lado de los restos del Palacio de Verano de los Reyes de Armenia. Las fortificaciones son de antes de Cristo, y fueron ampliadas posteriormente.
Después de tan interesante y detenida visita, proseguimos la ruta hacia el Monasterio de Geghard. Las tuberías que conducen el gas procedente de Iran y Rusia, bordean la carretera. El gas llega a todos los pueblos, ya que la electricidad es mucho más cara.
Un par de apuntes antes de relatar mi siguiente visits: la enseñanza pública es gratuita, y desde niños aprenden tres idiomas: armenio, ruso e inglés. Existe el servicio militar obligatorio, y los jóvenes deben cumplirlo antes de entrar en la Universidad.
Bajando hasta el valle del Río Azat llegamos al Monasterio de Geghard, que es Patrimonio de la Humanidad y se encuentra a la izquierda, en la ladera de una montaña. Y una curiosidad: en los monasterios de Armenia actualmente no hay monjes ni monjas.
El Monasterio de Geghard es la obra maestra insuperable de la arquitectura armenia del Siglo XIII. Algunas de sus Iglesias están magistralmente talladas en una enorme roca de las altas montañas. También se le llama Monasterio de las Cuevas y dentro de una de las Iglesias cuenta incluso con una fuente de aguas milagrosas…. En la pronunciada subida hacia la entrada hay una bonita colección de estelas de diversas épocas, y la entrada al complejo monacal es a través de un gran arco de piedra y una bella puerta de madera.
La iglesia principal data del año 1215, y cuenta con un amplio atrio con cuatro grandes columnas y cúpula, que dan paso a la zona de culto. Y también están allí las puertas de acceso a los dos templos excavados en la roca. En un lateral del altar mayor de la iglesia principal hay un cuadro de San Judas Tadeo con la lanza de Longinos que atravesó el cuerpo de Jesús en la cruz, lanza que ahora está en el Museo de la Ciudad Santa de Schmiadzin. Por cierto, los altares tienen unas cortinas que se cierran durante determinados pasajes de la Misa.
Por el suelo de la primera iglesia excavada, Avazán Siglo XIII, corre el agua de la «fuente milagrosa» que hay en su parte izquierda y que la gente se afanaba tocar y beber. Es de resaltar que en el exterior, al igual que en muchos otros lugares de concentración humana hay fuentes con un agua natural fresca y sabrosa.
Para acceder a la segunda iglesia, desde el atrio de la principal, hay que subir dos pequeños escalones. En las fuertes rocas de las paredes interiores hay varias grietas producidas por el ya mencionado terremoto. Y en la parte superior hay un segundo piso, con acceso desde el exterior, se encuentra el coro que tiene una sonoridad fuera de lo común. Geghardavank es el mejor lugar para interpretar canciones espirituales. Yo tuve la suerte de comprobarlo, ya que un grupo de turistas alemanes pagó la actuación de un excelente quinteto femenino.
El entorno del Monasterio, en el que hay muchas colmenas de llamativos colores, está formado por altas y verticales montañas de piedra volcánica, y aunque estas piedras volcánicas son muy abundantes en Armenia, los volcanes que hay están inactivos, ya que la última erupción registrada fue en el año 1840, en el famoso y bíblico Monte Ararat.
Tras patear de lo lindo, dejé Geghard para dirigirnos al Lago Seván, que se encuentra a hora y media de camino. Para ello, tuvimos que retroceder hasta cerca de Everán y tomar luego la autovía que nos llevó al Lago.
En nuestra ruta vimos muchas plantaciones de nogales, un fruto muy apreciado en Armenia, con cuyas cáscaras exteriores hacían tinte, y cuya madera usan para hacer bellos muebles, y eso me recordó que mi dormitorio es de esa preciada y noble madera.
También vi un cementerio, y Cristina me comentó que tienen graves problemas para encontrar terrenos apropiados. Todo el mundo tiene que ser enterrado en la tierra, ya que la Iglesia Armenia prohíbe la incineración y los nichos o panteones. Por eso, las familias compran un pedazo de terreno más o menos grande y ponen una especie de mesita en un lateral. Hay bastante culto a los muertos, sobre todo al día siguiente de las cinco grandes fiestas religiosas.
La carretera mejoró y en las montañas vi grandes minas de arena volcánica y también de obsidiana, cristal volcánico del que abundan las piezas de joyería. Al borde de la calzada que ya de Everán lleva al Lago había puestos de venta de peras y manzanas. El Lago Seván es la zona de asueto preferida de los habitantes de Ereván, y que nosotros seguimos por la autovía de doble carril que lleva a la frontera con Georgia, que está a unos 220 kilómetros de Ereván. A ambos lados, cultivos de cereales, más vegetación y más pueblos.
En el Lago Seván, situado a 2.000 metros de altura, desembocan ocho ríos y solamente sale el Hrazdan, que pasa por Ereván. Su nivel bajó tanto, que el Monasterio de Sevanavank que estaba en una isla ahora es una península. El Lago, que cuenta con playas privadas, está recuperando agua merced a la labor de un grupo que incluso incorporó el aporte de otro río. Tiene 80 kilómetros de largo y 60 de ancho, con una profundidad máxima de 80 metros.
Allí visité el Monasterio de Sevanavank, del Siglo IX, tras subir nada menos que 230 peldaños, a los que hay que sumar 34 previos, y los 57 que ascendi para llegar al mirador que hay arriba de todo, desde donde hay unas grandes vistas del Lago y su entorno.
De las tres Iglesias que había solamente quedan dos. En la Iglesia de los Apóstoles está una de las pocas cruces de piedra (Jachkars) en la que se ve Jesús, además de la Virgen, los Reyes Magos, los 4 Signos de los Evangelistas, la Luna y el Sol, y la descripción del Infierno. En la Iglesia de San Karapet (El Precursor) o de San Juan Evangelista, un cuadro (no hay figuras en esta creencia religiosa) de la Virgen con el Niño preside el altar mayor, y en un lateral se ve a San Juan bautizando a Jesús.
Tras una grata comida, que regué con un excelente vino «Tarivi», regresamos a Ereván. La entrada, con denso y pesado tráfico, demoró mi llegada al Hotel. Y tras asearme, reponerme un poco de la paliza viajera y tomar un refresco, escribí esta crónica que están leyendo. Hasta mañana. Saludos y salud. (Fotos: Lajos Spiegel)