Phnom Penh (Camboya), 9 de noviembre del 2015

Por Roberto L. Moskowich

En el décimo cuarto día de este fantástico viaje por el sureste asiático seguí con la rutina de madrugar, con el fin de salir temprano hacia el imponente Lago Tonlé Sap, para recorrerlo y visitar sus famosas y muy fotografiadas aldeas y casas flotantes.

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A las 7,15 de la mañana llegó al “Tara Angkor” mi guía, Phaly Hem, y antes de iniciar el corto pero pesado desplazamiento hasta el lago realizó una ofrenda en el altar que hay en un lateral de la fachada del hotel. A las 7,30 subimos al moderno coche exclusivo para mí, en el que nos esperaba el chófer, e iniciamos el viaje.

 

Lento y pesado viaje 

El Lago Tonlé Sap, que es la mayor reserva de agua dulce de todo el sureste asiático, se encuentra solamente a 23 kilómetros de Siem Reap, pero el viaje dura casi tres cuartos de hora debido a la extrema lentitud en el desplazamiento, motivada por las malas condiciones de las vías de comunicación y por la densidad de tráfico, sobre todo en la salida de la ciudad.

Hoy amaneció un día realmente precioso, aunque cuando abandoné el hotel el termómetro ya marcaba 32 grados y además con previsión de tormentas y lluvias.

 

“Día de la Independencia” 

Casualmente, hoy 9 de noviembre, se celebra el “Día de la Independencia” de Camboya. Tal día como hoy, pero en ya algo lejano año 1953 los camboyanos se despojaron del largo dominio y sometimiento de los franceses, que fueron dueños y señores de la denominada Indochina durante nueve largas décadas.

Sin embargo, de no haber sido porque me lo comentó mi guía, no me hubiese percatado de esa histórica circunstancia, ya que en las calles no se percibían grandes celebraciones, ni había carteles o pancartas alusivas al evento mencionado….

 

De los vietnamitas a los franceses 

Ya en el Siglo XVIII Camboya estaba “acogotada” por las potentes fuerzas de Vietnam y por las de Siam, quienes en el año 1772 arrasaron Phnom Penh, la capital camboyana. A partir de ese momento fueron los vietnamitas los que se fueron haciendo más fuertes, y en 1834, durante el reinado del Emperador Minh Mang, se inició una especie de revolución cultural para “enseñar sus costumbres a los bárbaros”.

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Cuando parecía que Vietnam iba “a tragar” a Camboya (como parece que está sucediendo en la actualidad) aparecieron en escena los franceses para “ayudarles”. Fue así como en 1863 forzaron al Rey Noradom I a firmar un tratado por el cual Camboya se convertía en un protectorado galo, dando de esa forma comienzo a casi un siglo de dominio francés. Y en 1884 el citado Noradom I firmó otro tratado, que transformó a Camboya en una auténtica colonia de Francia.

Muchos años después, en 1953, con el Rey Sihamouk en el poder, el último “Rey-Dios”, Camboya logró al fin sacudirse el yugo de los franceses, y el 9 de noviembre de dicho año (tal día como hoy) se produjo la independencia, que en mayo de 1954 era reconocida por la Conferencia de Ginebra (Suiza).

 

La nueva amenaza vietnamita 

Los años que siguieron a la independencia fueron de paz y prosperidad para Camboya. En ese periodo de bonanza fue cuando la capital, Phnom Penh, se transformó en una auténtica ciudad, y también cuando las maravillas de la inigualable arquitectura de Angkor  se convirtieron en el más valioso reclamo turístico de esa zona de Asia.

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Por lo que he podido comprobar personalmente, durante mi viaje a través de Camboya, una vez superada la destructiva y sangrienta etapa de los “jemeres rojos”, que durante casi cuatro años (a partir del 17 de abril de 1975) aterrorizaron el país, Camboya ha recuperado plenamente la normalidad.

Sin embargo, la amenaza vietnamita ha vuelto a aparecer, y cada vez está más presente en Camboya. No es en forma bélica, sino de un modo mucho más sutil. Según mis informadores, el actual Primer Ministro (que afirman no logró finalizar la Enseñanza Secundaria) es un auténtico pelele en manos de los oligarcas y políticos vietnamitas, lo mismo que en los tiempos en que gobernaban Vietnam los del Partido Comunista de Ho Chi Minh. Y en cuanto al Rey, afirman que no es más que una figura decorativa que justifica la denominación de Reino para Camboya.

Y como remate de este breve apunte geopolítico deseo resaltar un dato muy significativo: del total de 15 millones de habitantes con que cuenta Camboya nada menos que 5 millones son de origen vietnamita. ¡Cómo para estar tranquilos, vamos!.

 

El Lago Tonlé Sap 

Tal como comenté anteriormente, el Lago Tonlé Sap  es la mayor reserva de agua dulce del Sureste de Asia. Tiene 250 kilómetros de largo por 65 kilómetros de ancho, baña cinco provincias, y en él confluyen el famoso Mekong y 35 ríos más. En su entorno se produce tanto arroz que el recolectado por una sola provincia llega para abastecer a todo el país.

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A lo largo del enorme perímetro del lago abundan los pueblos de pescadores así como las típicas y muy fotografiadas casas flotantes. Y otro dato también muy significativo sobre la infiltración vietnamita: de los 176 pueblos de pescadores censados nada menos que el 80 por ciento son de origen vietnamita….

 

Peces de media tonelada 

El Lago Tonlé Sap es extraordinariamente rico en pesca, y por eso he visto centenares de barcas y artilugios para la captura de los peces en los canales que recorrí. Además de ser muy numerosos y variados, los peces son tan grandes que algunos van desde los 120 kilos a la media tonelada que pesa uno realmente gigantesco al que los pescadores denominan “Tronco de manglar”.

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Durante el largo e interesante recorrido por el lago, llegando casi hasta el centro del mismo, nos detuvimos en una isla  que estaba materialmente atiborrada de chiringuitos, con centenares de vendedores a bordo de sus barcas ofreciendo todo tipo de cosas, tiendas muy variopintas y bien surtidas, cocodrilos, serpientes (Foto 6), peces de muy diversas especies y colores, comidas, y casi todo lo que se puedan imaginar.

 

Regreso a Siem Reap y vuelo a Phnom Penh 

Una vez finalizadas las interesantes e intensas visitas realizadas en el Lago Tonlé Sap y en su rico y exótico entorno, regresamos a Siem Reap, con el fin de recoger mi equipaje, cerrar mi estancia en el “Tara Angkor Hotel”, y trasladarme al aeropuerto internacional para subir al avión que me llevaría a Phnom Penh, que como dije ya es la capital de Camboya.

Mi guía agilizó de forma extraordinaria todos los trámites de embarque, y el vuelo a la capital camboyana lo realicé en un moderno Airbus A 321-300 de la “Cambodian Angkor Air”. El desplazamiento duró apenas tres cuartos de hora, y el vuelo resultó muy cómodo y placentero.

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En el aeropuerto de Phnom Penh me esperaba otro guía que me llevó a un moderno coche, con chófer, a mi exclusiva disposición. Y aunque el aeropuerto de la capital camboyana se encuentra solamente a diez kilómetros de mi céntrico hotel, un gigantesco atasco de tráfico nos obligó a renunciar a dejar allí mi equipaje y a trasladarnos directamente al embarcadero en el que me esperaba el barco “Golden Cruise”  para realizar un crucero por el ya conocido Río Mekong.

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Crucero nocturno por el Mekong 

Llegados al barco (que esperó por mí durante más de una hora….) subí a la engalanada cubierta superior, donde había más de un centenar de personas cenando, mientras el barco soltaba amarras y se separaba lentamente del muelle.

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El recorrido nocturno río Mekong abajo es impresionante. A un lado y otro de la amplia “bahía” de un kilómetro de ancho que forma el río en esa extensa zona, destacaban las brillantes luces de neón de la ciudad, y a la derecha sobresalían los dos edificios más altos de la misma, un bello templo de piedra, el muy iluminado Palacio Real y un gigantesco retrato del Rey situado en el centro de una especia de cáliz, rodeado de cientos de bombillas y lámparas led de muy variados colores. Un tanto “churrigueresco” a mi occidental entender….

Tras acomodarme en una mesa que tenía reservada para mí solo, en la zona de proa y en lo más alto de la cubierta, me sirvieron una exquisita cena a base de mariscos y pescados, regados con un buen vino, un postre típico, y un sabroso café. Mientras, el barco se deslizaba lentamente río abajo, hasta un lugar en el que comenzaba a estrecharse el cauce.

Llegados a ese punto, la embarcación hizo un amplio giro a babor e iniciamos el lento y placentero retorno, navegando río arriba y más cerca de la otra orilla. La noche era preciosa y la temperatura estupenda, favorecida por la ligera brisa que recorría el amplio cauce fluvial.

Tras rebasar a nuestra izquierda un gran Parque de Atracciones, muy iluminado, dejamos a la derecha el gigantesco “Sokha Hotel”, con su curvatura en forma de plaza de toros, y después de más de dos horas de excelente navegación desembarcamos en el mismo muelle del que habíamos partido.

Tras desembarcar, sin solución de continuidad, guía y chófer me llevaron a mi hotel. Y después de ordenar un poco mis cosas, me acosté profundamente satisfecho de la magnífica jornada que había tenido la suerte de disfrutar.

¡Buenas noches, Camboya!.                                        (Fotos: Lajos Spiegel)

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