De Glaumbaer aDeildartunguhver: el manantial geotérmico más grande del mundo….y Reikiavik

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Seguimos con los madrugones, más que justificados,pues eran muchas los lugares que tenía que visitar el jueves día 29, y bastante largo el recorrido a realizar, ya que de mi destino al final del día era la capital, Reikiavik, de la que me separaban nada menos que 430 kilómetros por carreteras de muy diverso pelaje.

 

En el Área de Borgardjördur

Tras una breve charla con Örn, mi guía, iniciamos un gran recorrido, atravesamos el Área de Akureyri y nos adentramos en el Área de Borgardjördur. La primera parada la hicimos en Öxnadalur, un parque natural que goza de protección oficial y que estárodeado de una curiosa formación montañosa terminada en una especie de grandes agujas pétreas.

En esa zona existen una serie de granjas “pobres” y es frecuente ver ovejas (muy pocas negras, por cierto) atravesando pausadamente la empinada carretera, ya que tienen prioridad de paso, cosa que me recordó a los pingüinos que vi en la Patagonia argentina. La ruta nos llevó hasta un paso montañoso, situado a 540 metros de altura.

 

Museo etnográfico de Glaumbaer

Atravesamos el gran valle de Skargfjördur, donde se cría el pequeño y resistente caballo islandés, y en Glaumbaer, en el lugar ocupado por una granja del Siglo XIX, visité detenidamente su interesante museo etnográfico (primera fotografía),inaugurado en 1948, la Iglesia de las Mujeres,edificada en 1926 como homenaje a la primera mujer que llegó a América (500 años antes que Colón), y el curioso y recoleto cementerio anexo.

Después de recorrer la altiplanicie de Holtavördurheidi, y atravesar el paso montañoso del mismo nombre, con sus bellas lagunas y elevaciones, llegamos a Blonduós donde hicimos una “parada técnica” y aproveché para visitar su moderna y bella Iglesia Luterana.

Tras descender casi hasta el nivel del mar, arribamos a la bella Bahía de Hunafloi, y nos detuvimos a comer en Stadur, un vocablo que significa “sitio” o “lugar”. La comida resultó muy buena, pero lo curioso es que tuve que ponerme a la cola con mi cuenco para que el bien uniformado cocinero me sirviese la sopa…

Deildartunguhver: enorme manantial geotérmico

Después de comer, ya en la pintoresca región deBorgarfjördur, donde abundan las vacas en libertad, que ya empezaban a ser recogidas para pasar a cubierto el duro invierno islandés, visitamos el impresionante manantial de aguas calientesDeildartunguhver (segunda fotografía), que tiene a gala ser el manantial geotérmico más grande del mundo.

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Siguiendo tan interesantísimo recorrido llegamos a las “Cascadas de lava” de Hraunfossar (tercera fotografía). En una larga serie, y a diferentes alturas, las aguas subterráneas salen con fuerza de entre las grietas horizontales de la alta pared de lava que bordea el Hvjtá (Río Blanco) y caen impetuosamente en la caudalosa corriente procedente del glaciar.

 

Barnafoss, la “Cascada de los niños”

Caminando por un dificultoso sendero, lleno de maleza, piedras deformes y una lava sumamente retorcida, bordeando el “Rio Blanco”, llegué a Barnafoss o “Cascada de los niños”, bautizada con ese nombre debido a que allí perdieron la vida dos niños que se habían subido al arco natural de roca que pasaba sobre la catarata y resbalaron mortalmente. Su desolada y enfurecida madre destruyó ese bello arco, con el fin de evitar futuras desgracias similares.

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Dejando atrás las innumerables bellezas naturales de la región de Borgarfjördur tomamos la ruta que nos llevaría a Reikiavik. Después de bordear durante un buen rato el gran fiordo, entramos en el moderno túnel que discurre nada menos que seis kilómetros bajo el mar y que acorta de forma muy considerableel recorrido hasta la capital de Islandia.

 

Llegada a Reikiavik

Como aún era de día, aprovechamos la entrada a la ciudad para realizar un recorrido urbano muy interesante antes de dirigirnos al “Hotel Reykjavic Natura”, que se encuentra tan pegado a las pistas del aeropuerto de uso nacional que desde la ventana de mi habitación veía llegar y salir los aviones, cuyas alas casi rozaban el edificio. En ese aspecto debo destacar la excelente insonorización de los grandes ventanales, ya que apenas dejaban pasar el ruido causado por el agudo e intenso ajetreo de las pistas.

Una cena ligera, efectuada en el restaurante del hotel, me sirvió para reponer fuerzas, antes de retirarme a mi habitación para revisar las fotografías y el video de la jornada. Cumplido ese diario e importante requisito, me deposité en los brazos de Morfeo, pues al día siguiente me esperaba otro apretado programa de viajes e interesantes visitas. (Fotos: Lajos Spiegel).

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3 comentarios en “Islandia: Mucho más que agua y fuego (VI)

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