[20:11, 15/10/2019] Moskowich: Teherán (Irán), 15 de octubre del 2019

Interesante y detenido recorrido por la ciudad de Teherán, que es la capital de Irán

Por Roberto L. Moskowich

Reanudo mi relato desde el momento en que Emil, mi chófer en Azerbaiyán, me recogió ayer noche en el Hotel Central Park, de Bakú, para trasladarme al Aeropuerto Internacional de Bakú, que está a media hora de camino. El recorrido, todo por autovía, resultó muy fluido, siendo de resaltar que todo el tramo viario está perfectamente iluminado. ¡Ah, el petróleo!. Donde lo hay, se gasta….
El chófer se despistó y me dejó en la Terminal 1. Pasé el control, sin problema alguno, y como era muy temprano, esperé hasta que en el mostrador pusieran Teherán…. Como quiera que, pasado un buen rato, no lo ponían, me dirigí a Información, y me encontré con la desagradable sorpresa de que tenía que salir y dirigirme a la Terminal 2, que aunque está cerca resultó un coñazo arrastrar la maleta. ¡Parecía un emigrante de los de antaño!. Y que me perdonen los emigrantes. Menos mal que había luna llena (mi luna) y que el sitio está muy bien iluminado.
La Terminal 2 es muy llamativa, con dos de sus tres niveles hexagonales, y el tercero redondo. Parece ascuas, tal es la cantidad de luz que tienen.
Con las prisas, subí por una rampa exterior que es solamente para las tripulaciones de los aviones, pero los policías fueron muy amables y me dejaron entrar por ese sitio, evitándome salir de nuevo y descender al piso bajo por la larga rampa por la que había ascendido. ¡Muchas gracias, amigos!.

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Los trámites de facturación y control de fronteras fueron muy rápidos, pero la joven y guapa policía se negó en redondo a sellarme el pasaporte a continuación de los últimos sellos estampados, porque allí estaba el de Armenia, país al que profesan un profundo odio. A que les suena ya esta historia.
Lo que más me sorprendió fue que el embarque lo hicimos completamente a pie, como en los viejos tiempos. Parece mentira, sobre todo al tratarse de un vuelo internacional y, además, entre las capitales de Azerbaiyán e Irán.
Ya a bordo, durante más de un cuarto de hora estuvimos sufriendo un calor insoportable, hasta que al fin se solucionó el problema y entró el aire frío. Y a las 23.30, con una estricta puntualidad, arrancó el «Embraer 190», de la «Buta Airways», que es filial «Azerbaiyán Airlines». Como les dije, estos reactores son similares a los que utiliza «Air Europa» para operar con el aeropuerto de La Coruña.
Al iniciar nuestro vuelo, dejamos atrás la super iluminada ciudad de Bakú, ¡Menuda contaminación lumínica!, y nos adentramos en el Mar Caspio, con barcos y pozos petrolíferos también iluminados.
A la media hora de vuelo, nos dieron un buen bocata, hecho en una barra pequeña de sabroso pan…. y de bebida «obligada» un vaso de agua. El vuelo resultó muy tranquilo, sin turbulencia alguna en todo el trayecto. Las azafatas eran dos señoras muy amables, ya al borde de la jubilación.
La llegada a Teherán, nocturna y por el aire, impresiona debido a la fuerte iluminación que tiene la extensa capital persa, y con suma puntualidad y perfección, aterrizamos en el «Salaam International Airport «, que está a 1.030 metros sobre el nivel del mar.
El lento pase de fronteras, y la aún más lenta tramitación del visado (les recomiendo que, como sea, lo lleven totalmente tramitado de la Embajada de Madrid), que cuesta 78 euros y no 75 como me habían dicho, se tradujo en que cuando al fin salí del Aeropuerto eran ya las 2 de la mañana. Y como el trayecto hasta el «Hotel Asareh» dura casi una hora, cuando recibí la llave de mi habitación eran las 3 de la madrugada. Y entre que me aseé un poco, y deshice el equipaje para sacar lo más necesario, me acosté a las tres y cuarto…. Pero como, por naturaleza, soy una persona muy positiva, y un optimista en perenne ejercicio, siempre trato de buscar la parte buena de las cosas. Y en este caso, valoré lo de volar de noche, ya que así aproveché el día completo de ayer en Bakú, y el de hoy en Teherán. Tal cual.

Interesante y detenido recorrido por la ciudad de Teherán, que es la capital de Irán
A las 7 de la mañana de hoy ya estaba en pie, para afrontar el amplio programa de visitas a la capital persa, con lo que dormí menos de cuatro horas. El día amaneció con fuerte sol una temperatura en ascenso de 18 grados, sin viento, con solamente un 39 por ciento de humedad, y una previsión máxima de 25 grados.
Con suma puntualidad, me recogió en el hotel mi guía en estas legendarias tierras Alí Baghaei, que por sus vínculos con Costa Rica habla muy bien español, y demostró que domina su oficio.
Nuestra primera visita fue al impresionante Palacio Golestán, lugar al que nos dirigimos tras transitar inicialmente por una recta calle de nada menos que 8 kilómetros, que es la segunda calle más larga de Teherán. Llama la atención la gran cantidad de motos de media y baja cilindrada, que se juegan el bigote (no el de mi amigo Carlos Brea) en cada arriesgasda maniobras que realizan. En la mayor parte de las motos van dos o tres personas, y llama la atención ver algunas mujeres que van de paquete con sus largos vestidos negros.
En nuestro camino, atravesamos varios parques, calles arboladas, y un jardín que tiene 800 años, y pronto llegamos al impresionante Palacio Golestán. Lo primero que vimos en la parte exterior fue una cama de alabastro donde descansaba el Rey, y la tumba, también de alabastro, en la que estuvo enterrado el Rey Naser-Aldin-Sha.
Tras poner unos patucos de plástico sobre los zapatos, entramos en el Palacio un complejo palaciego empleado como residencia real de la dinastía Kayar (1785-1925), que es Patrimonio de la Humanidad. Los edificios que lo componen están de distintas fechas, iniciándose e el Siglo XVI durante el reinado del Shah Tahmasp I Safavi, cuando se encontraban dentro de la ciudadela de adobe en el interior de las murallas de la ciudad, y el Palacio integra los monumentos históricos más antiguos de Teherán.

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En un principio, Teherán fue una pequeña ciudad ajardinada, estratégicamente situada entre los oasis del centro del país y la cuenca del Río Fars. A partir del Siglo XIX los Sha transformaron el barrio de Arg, construyendo grandes palacios, imponentes mezquitas, sólidas murallas con hermosas decoraciones de porcelana, y la convirtieron en la capital de Irán, continuando hasta el día de hoy como centro político y financiero, dotada de relevante arquitectura moderna.
En ese contexto, se encuentra el Palacio Golestán, que cuenta con una impresionante escalera de espejos biselados para acceder a la primera planta.
En la primera sala, hay una galería de Reyes, príncipes y princesas. Destaca el gran retrato de Fath Ali Shah, segundo Rey de Qajar (1797-1834), un piano francés y otro suizo, ambos del período Qajar.
La segunda sala contiene cuadros con escenas de caza, la vida de los nómadas, los sirvientes (1881), la vida en el Palacio de Golestán, el edificio Shahrestanak, la cocina, la genealogía del Clan Ghafari, el jardín Golestán y un soldado qajar entre otras pinturas.
En la tercera sala hay regalos o compras de los Reyes de Qajar, la mayor parte cosas únicas y muy valiosas: bastones, espadas, rifles, revólveres, condecoraciones, grandes medallas de plata del Viejo Testamento (1830), escribanías de plata, la corona del primer Rey de Qajar, relojes, un ajedrez de marfil, bellisimas cajas, joyeros, y hasta la maquina de escribir «Hammond» del quinto Rey de Qajar (1896-1907).

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Como dije, la amplia y bella escalera de acceso a la primera planta está totalmente cubierta de espejos biselados, que producen un extraordinario efecto visual y lumínico.
Lo más notable es la Sala de Coronaciones, que cuenta con unas grandes lámparas de cristal de Bohemia y en la que fue coronado el famoso Shah Reza Palevi, que fue el último Rey de Persia. En los laterales de la enorme estancia están los regalos de la coronación, lamoaras, esmeraldas, turquesas, rubíes…. y la silla de Farah Diva, la bella esposa del último Shah.
También está la sala del Consejo de Ministros, la ensangrentada silla en donde murió asesinado Naser al-Din Shah en abril de 1896, una gran sala de espera, cuadros de los Shahs y otros varios. Por cierto, los pasillos están decorados con bonitos azulejos de colores, con abundantes motivos de caza.
El comedor real también destaca en el conjunto palaciego, llamándome mucho la atención la ausencia total de alfombras e todo el conjunto…..
Y en la última sala de mi completa visita al Palacio Golestán, hay un meteorito de 50 kilos de peso, del tiempo de Nasser Aldin Shah, soberbias colecciones de porcelana, un impresionante conjunto de objetos de malaquita (regalo de Rusia en el Siglo XVIII), junto a otras muchas cosas.
Ya fuera, pegado al recinto amurallado, hay un edificio de cuatro plantas, del Siglo XVIII, donde vivían las mujeres del Shah, y otro que el Rey utilizaba en verano, por ser más fresco. Y en el cuidado y bonito jardín varios gatos, y cuervos de dos colores que son exclusivos de la zona de Teherán.
Tras dejar el Palacio, fuimos al Gran Bazar de Teherán, que ocupa nada menos que 8 hectáreas. Además de gran cantidad de gente, allí hay de todo: frutas, ropas, carnes muebles, electrodomésticos, chiringuitos de comida, botica de plantas medicinales, informática, pieles, alfombras, y un sin fin de cosas. Vimos nada menos que siete clases de dátiles, siendo de resaltar que Irán es el mayor productor del mundo. Yo no compré nada, pero probé muchas variedades de frutas.
Frente a la puerta principal del Mercado hay unas anchas escaleras que da acceso a una zona muy iluminada,ordenada y limpia. Mucha de esa fuerte luz proviene del reflejo de las incontables piezas de joyería de las numerosas tiendas que allí hay. Abundan en el oro, la plata, y piedras preciosas como los diamantes, esmeraldas, rubíes, zafiros, etc. Una auténtica borrachera de lujo.
Antes de subir nuevamente al coche, tomé un delicioso y fresco zumo de granada, que goza de mucha aceptación entre los persas. Y de nuevo, más gatos callejeros, que según Alí proceden de Pakistán y llevan aquí muchos años. Nada que ver con los gatos persas que nosotros conocemos.
Y del Gran Bazar, nos trasladamos al Museo Arqueológico, parando de camino e el Ministerio de Asuntos Exteriores, que se aloja en un precioso y secular edificio. En el exterior, me encontré con un nutrido y alegre grupo de chicas estudiantes que quisieron hacerse una foto conmigo. Ya me había ocurrido en el Palacio Golestán, con tres atractivas y simpáticas jóvenes iraníes. No cabe duda de que las nuevas generaciones de Persia son más progresistas y aperturistas.
En el rnorme y magnífico Museo Arqueológico Nacional tuve la suerte de coincidir con la muestra titulada «Herencia arqueológica de España, y con la soberbia exposición «Antiguo Teherán: de la llanura a la montaña», inaugurada el pasado día 7 y que se podrá contemplar hasta el día 22.

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El conjunto consta de dos edificios cercanos. Uno, inaugurado en 1937, están las colecciones más interesantes y valiosas del país, del Irán preislamico; y el otro, a partir del Islam.
Las tres salas del edificio principal contienen objetos del Paleolítico, Neolítico, Calcolítico, Edad del Bronce, Edad del Hierro, además de de objetos de las Culturas Media (Oriente Medio), Dinastía Aqueménida, Imperio Selyúcida, Partos y Sasánidas. Hay vasijas de cerámica, objetos metálicos, libros, monedas y uba serie de personajes (Jerjes, Darío, etc.) y escenas que me traen a la memoria las magníficas clases de Historia que recibí de D. Severino, un enamorado de Persia y de Egipto, en el Instituto Masculino de La Coruña.
El detenido recorrido por las dos plantas del gran edificio fue sin duda alguna, una de las mejores lecciones de Historia práctica y real que tuve la oportunidad de vivir a lo largo de mi vida.
Y tras comer en el acogedor restaurante del complejo museístico salimos para visitar el Museo de Joyas de La Corona, de varias dinastías de Reyes iraníes de los últimos 400 anos, especialmente de la época de los Qajar y los Phalevi. Representan el más importante símbolo del poder y la riqueza de esos Reyes. El fabuloso valor de tan apabullante colección, incalculable en términos de valor histórico, cultural, unidos a la originalidad y calidad de las piezas, las ha convertido en parte formal de las reservas de divisas y como soporte para la moneda de Irán.
Las medidas de seguridad son tan exageradas que se pasa hasta tres veces bajo detectores. Y llegan a extremos ridículos. Por ejemplo, a mí no me dejaron entrar el bloc de notas, y en un segundo «apalpamiento» me retiraron una barra labial.
Según un cartel que hay junto a uno de los arcos detectores de metales, eso fue hecho en 1874 por un grupo de joyeros, y allí dentro hay 34 kilos de oro, y esmeraldas, rubíes, diamantes, zafiros…. para llenar un tren.
Y después de ese palizón, tras haber dormido tan poco, volví al Hotel para escribir esta crónica. Lo peor es que tengo que levantarme a las 3 30, ya que pasarán a recogerme a las 4.30 para ir al Aeropuerto y volar a Yazd, que está a 740 kilómetros…. Mientras el cuerpo aguante. ¡Saludos y salud!. (Fotos: Lajos Spiegel)

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