rivas

El domingo, al mediodía, un aldabonazo sacudió tristemente mi cuerpo. Farruco Fernández Rivas, con voz entrecortada, me comunicó que su hermano Eduardo estaba en el “CHUAC”, con un gravísimo problema de salud. Lamentablemente, los presagios de los médicos tuvieron la peor de las confirmaciones, ya que a la 1,30 de ayer exhalaba en el quirófano su último suspiro vital. Sus restos mortales se encuentran en la Funeraria Santiago Apóstol, en Sada (La Coruña), por donde han desfilado cientos y cientos de personas, y el entierro tendrá lugar hoy en el Cementerio de Fiunchedo-Sada, justo al lado de su casa. Rivas (Sada, 21-2-1948) era, sin duda alguna, uno de los grandes pintores actuales, y un magnífico escritor. Yo tuve el honor de presentar varias de sus grandes exposiciones y algunos de sus mejores libros (por cierto que tiene uno en imprenta, a punto de publicarse), y reclamé para él un Museo en su Sada natal. Rivas, que era un “fijo” en mis dos cumpleaños (el cronológico y el vital) y un desinteresado colaborador del Club de Leones La Coruña-Marineda acababa de celebrar, el día 17, el 90 aniversario de su adorada madre, acto al que corresponde la fotografía. Durante largos años tuve el honor de disfrutar de la fiel y leal amistad de Eduardo, y compartir muchas celebraciones con su familia, gozando incluso de sus grandes dotes culinarias. Por medio de este sencillo texto quiero transmitir a su admirada madre, Pepita; a su apreciado hermano, Farruco; a su cuñada, sobrinos, ahijado y demás familia, mis más sinceras condolencias. Galicia y España han perdido a un gran artista y escritor, pero tanto su familia como yo tenemos ahora un profundo e irrellenable hueco en nuestros corazones. ¡Descansa en Paz, querido Eduardo!

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