La figura del entrenador en los equipos siempre ha estado en entredicho. Es el único que no se viste de corto, el encargado de decidir la alineación cada domingo y, supuestamente, su equipo debe de jugar a su imagen y semejanza. Para ello se le reconocen ciertos conocimientos técnicos así como buenas dosis de energía para dirigir un grupo humano. El técnico es, al final, el primer responsable del equipo y sobre el que recaen las primeras sospechas en caso de que los resultados no acompañen.

Viene este preámbulo para preguntarse por las virtudes de los técnicos de los tres clubes punteros de la Liga (Atlético de Madrid, Real Madrid y Barcelona). Siendo distintos en sus planteamientos tienen todos ellos una característica común: los tres han sido jugadores destacados de los equipos que dirigen y garantizan la seña de identidad con sus colores. Son entrenadores de Club.

Es de sobra conocida la faceta que desempeñaba Luis Molowny en el Madrid de los años 70/80. Siempre en la recámara para sustituir al entrenador cesado o dimisionario. Un auténtico bombero que venía de los tiempos de Bernabéu. Cuentan que se reunía en el vestuario con los jugadores y eran estos quienes decidían el once titular. El aportaba tranquilidad al grupo y aseguraba la paz en el vestuario. La fórmula no dio malos resultados.

Pues bien, ¿se puede decir que los tres equipos con mayor presupuesto tienen a los mejores entrenadores? Los casos, vistos uno a uno son, son bien distintos. Cholo Simeone transmite a la plantilla su forma de ser en el campo, aquella intensidad rayana en la dureza que hizo de él un gran futbolista. Diferente es el caso de Luis Enrique. El asturiano hereda un equipo tan hecho que sólo tiene que apostar por los peloteros habituales y mimar a sus figuras para que salten al campo con confianza.

La función de Zidane en el Madrid es digna de estudio. Una de sus principales contribuciones a la causa es la buena educación que mantiene en las comparecencias ante la prensa y el carisma que se ha ganado entre jugadores y afición. Su bagaje como técnico es otro cantar. Con una fugaz experiencia como segundo de Ancelotti y recalar una temporada más tarde en el Castilla -recién estrenado el título de entrenador-, sustituyó a Benítez y en apenas unos meses ganó la Copa de Europa. Sorprendente.

Dudo que alguno de los tres haya hecho alguna innovadora aportación al panorama futbolístico -tampoco alardean de ello-, pero cualquiera de los tres es el mejor entrenador de los posibles en sus respectivos clubes. Son posiblemente insustituibles y desde luego no intercambiables.

@pgarcia_ramos

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