Hoy fue mi segundo día en Guanacaste, y debo confesar que cuando me levanté se me planteó una auténtica duda existencial, debido a la gran cantidad de cosas que figuraban en el programa de actividades para hoy que me entregaron los del Hotel. Por cierto que ayer, después de cenar y enviar mi crónica viajera, me senté un rato en la terraza a gozar un rato de la preciosa luna llena roja, cuando recibí la sorprendente visita de un mapache que se plantó ante mi como pidiéndome algo de comer. Por suerte tenía en el bolsillo un caramelo. Se lo di, e hice una de las fotos que acompañan esta información. Y eso me trajo a la memoria que un bicho de esa especie me arañó una pierna durante una de mis visitas a las Cataratas de Iguazú. En aquella ocasión se cruzó en mi camino un buen ejemplar, al que di un plátano mientras lo filmaba. De repente, salio de entre la maleza el resto de la família. Uno quiso subir por mi descubierta pierna, y al resbalar un par de veces me arañó. Se me infectó la herida, y tardó casi tres semanas en curar.


Les diré que ya he comido en tres de los cuatro restaurantes con que cuenta el Hotel. Uno está junto a las piscinas, y los otros tres en el edificio principal del complejo: «The Buffet», «Italiano» y «Oriental». Todos son estupendos. Por cierto que en el Italiano degusté un exquisito «Risotto fruti di mare», en honor de mi hija Isabel con quien lo como a veces en el restaurante «Basilisco», en mi querida cjudad de La Coruña. Lo acompañé, como es natural, con un buen vino italiano. Otro apunte: recibí un guasapo del joven lucense Noel Diéguez, desde Monteverde, del que dije que era de Quiroga  (Lugo). Tras felicitarme por la crónica de ayer, me aclaró que es de Taboada (Lugo). Corregido queda, querido paisano, y a seguir disfrutando con tu esposa. Les diré que recibo muchos guasapos y correos electrónicos de mis lectores, cosa que agradezco. Y quiero citar de forma especial el que me envió el ex concejal coruñés Jose-Antonio Sánchez Penas, referido a Costa Rica y que reproduzco: «Un buen  lugar para retirarse, en función del coste de la vida, costumbres y clima «. Pues dicho queda, mi querido amigo. Hoy cuando me levanté, a las 7 de la mañana, el sol daba de lleno en el balcón de mi habitación y en el dormitorio. A esa hora, el mercurio ya había subido a 27 grados, la sensación térmica era de 32 y el cielo estaba totalmente despejado y con un precioso color azul intenso. Aunque el abanico de opciones era muy completo, opté por desayunar con calma (llevo casi tres semanas sin poder hacerlo) e ir a la playa…. después de embadurnarme de repelente para los mosquitos.

El hotel tiene 163 habitaciones y su ocupación ahora está en el 63.70 por ciento, porque se fue un grupo grande. Como les dije ya, cuenta con una playa privada, vigilada por dos guardas de seguridad. Es de arena blanca, llana y muy tranquila. Sus aguas son nítidas y calientes. Las rocas están llenas de corales y de unas grandes ostras a las que quitan la concha superior para extraer su carne. Cerca de la orilla, sin preocuparse por mi presencia, un grupo de pelicanos se afanaban en la pesca. Además de bañarme (no se cuántas veces) y tomar el sol, hice un largo y precioso recorrido en kayak de mar, lo que me recordó los del Club de Regatas de Perillo y  mi buen amigo Ricardo Álvarez Rendo. El arenal marítimo del Hotel se llama Playa Buena y está dentro de la Bahía Culebras, formando parte del Golfo de Papagayo. Muy cerca, a la izquierda, se encuentra Playa Bonita, a la que se puede acceder por una senda de rocas.

En mis recorridos a lo largo del la playa aproveché para incrementer las pequeñas piedras que llevo de Tikal, Chichicastenango y Atitlán  (Guatemala), Copán  (Honduras), Joya de Cerén y Ruinas de San Andrés (El Salvador), y Volcán Arenal  (Costa Rica), con «copia» para mí buen amigo Quique Paz, tenor primero de la Coral Polifonica El Eco, a quien ya le he llevado una buena colección de muchos lugares del mundo. En Playa Buena abundan unas piedras que parecen de cuarzo, pero en realidad son pedazos de corales de varios colores arrastrados por las fuertes corrientes de Bahía Culebras. Entre esas piedras encontré una que asemeja un cerebro humano, muy parecida a la que me regaló un chamán en Chichen Izá (Méjico). Me la dio con otra que es realmente un pie humano. Ambas son de basalto. Me dijo que el pie era para que siempre caminara firme y seguro por la vida, y que la «piedra cerebral» era para que mi mente permaneciera lúcida toda mi vida. Ambos amuletos los mostré en varios de los 25 Congresos de Magia y Brujería de Galicia que organicé y presdí. Han pasado ya más de 30 años…. Todo el borde superior de la playa está festoneado por unos grandes árboles, muy frondosos, que proporcinan una sombra alivuadora del fuerte sol. Tienen unos frutos, como tomates cherry, que son muy venenosos, lo mismo que sus hojas. Curiosamente, es uno de los alimentos preferidos de las iguanas, que pululan por esa zona del Hotel. Y cuando el grupo de pelicanos (conté unos 30) se hartaron de comer peces y se fueron, consideré llegada la hora de ir yo también a comer. Al subir, pasé al lado de la segunda piscina (la grande, que es enorme y tiene forma de un trébol de cuatro hojas, está a punto de renatar su reparación) y del tiro con arco. También hay voleibol, tenis de mesa, pádel surf, billar, kayak de Mar y motos acuáticas.


Despues de comer salí a hacer senderismo, lo que según el programa es un «Tour de Snorkeling Guiado «, durante un par de horas, bordeando y disfrutando de la belleza de Bahía Culebras, en pleno Océano Pacífico. Al regreso me di un baño en la piscina, que me dejó como nuevo. Por cierto que también había yoga, voleibol de playa, aeróbic, bingo, clases de baile y discoteca. Y antes de cenar disfruté, en la terraza, de una entretenida «Noche de guitarra «. Luego fui a cenar al restaurante «Oriental». Solamente me falta el de la piscina, donde pienso comer mañana. Y tras escribir y enviar esta crónica me iré a la cama, un poco menos cansado que en los 18 días precedentes. Mañana, después de comer, saldré para la capital, San José. Me espera un largo y duro viaje por carretera, de unas 5 horas. Prometo seguir contándoles. ¡Saludos y salud!. (Fotos: Lajos Spiegel)

 

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