Bahía de Halong (Vietnam), 30 de octubre del 2015
Con el fin de desplazarme hasta la mundialmente famosa Bahía de Halong, a la que yo voté en su día para convertirla en una de las Siete Maravillas del Mundo moderno, también tuve que madrugar el cuarto día de mi viaje, soportando ya a esa hora una temperatura superior a los 30 grados y una humedad de más del 80%.
Aunque la distancia entre Hanói y Halong no es más que de 170 kilómetros, se tardan nada menos que cuatro horas en efectuar el recorrido. Pese a que hay algún tramo de autopista, el paso por los numerosos pueblos del recorrido, donde la velocidad máxima permitida es de 40 k. hora, ralentiza mucho el desplazamiento.
Delta del Río Rojo
La salida de Hanói resultó resulta impactante, tanto por el tramo urbano y semiurbano como por la impresionante dimensión del Delta del Río Rojo, ancha y larguísima y enorme masa de agua que procede de China.
Las motos (como ya les comenté en Hanói hay censadas 4 millones) y las bicicletas, en enorme e interminables enjambres, dificultaron sobremanera nuestros movimientos en buena parte de la salida de la capital y durante el recorrido hasta Halong, siendo de destacar que en esos 170 km. solamente vi a dos policías de tráfico.
Por cierto que los antiguos arrozales cercanos a Hanói han sido sustituidos por grandes plantaciones de hortalizas, legumbres y frutas, especialmente platanales. Todos esos productos, y algunos más, son ofertados en los numerosos chiringuitos situados al borde mismo de la carretera e incluso de la autovía.
Tipismo en la construcción
Los pueblos, al igual que los barrios de las ciudades, están formados en buena parte por casas estrechas, altas y muy alargadas. Y es por esto que con frecuencia vemos en la parte central del tejado una torreta acristalada. En las fachadas, sobre todo en los pisos superiores, suelen tener columnas y diversos motivos decorativos.
Como les comenté ya, hay casas que no tiene más de un metro de fechada. En su origen, esas construcción podía tener tres o cuatro metros de frente, pero al morir los padres todos los hijos quieren tener vistas a la calle y no queda otra alternativa que dividirla. En la parte delantera suelen tener un negocio, dejando el resto para vivienda. Forman las tradicionales casas-tienda vietnamitas.
Búfalos de agua, aves y banderas
Entre la diversa fauna que ocupa los arrozales y los campos, y a veces la carretera, destacan los pequeños búfalos de agua, unos animales imprescindibles para los agricultores, que los tratan con sumo cariño y delicadeza. Pero como su andar es muy lento y cansino, para desplazarse de casa al campo suelen llevarlos atravesados en sus motos, e incluso en bicicletas…. También abundan las aves acuáticas, algunas de carácter estacional, con abundancia de patos, que comen, venden o les proporcionan huevos muy nutritivos y complementarios de su frugal dieta diaria.
Hablando de comer, les diré que nos detuvimos en Chi Liah Hai Dudy para tomar un tentempié y visitar su famosa e inmensa fábrica de artesanía.
El camino, con bocinazos, pitos y voces a diestro y siniestro, estaba plagado de banderas nacionales y del Partido Comunista, anunciando su XVI Congreso, y durante bastantes kilómetros la línea del ferrocarril corre paralela a la carretera.
Tras recorrer los últimos 36 kilómetros por autovía, y después de cuatro horas largas de viaje, al fin llegamos a Halong.
Navegando por la Bahía de Halong
La enorme y mundialmente famosa Bahía de Halong tiene ni más ni menos que 3.000 islas e islotes, que son las crestas de unas altas montañas como las del Himalaya que se hundieron en el mar hace millones de años.
El puerto, en el que bajo un sol de justicia subí al junco “Bhaya 2-De Luxe”, así como toda la zona, de reciente construcción. Los trámites para acceder a bordo fueron bastante rápidos. Mi camarote, todo de maderas nobles y brillantes, era amplio y acogedor, y el personal excelente y muy amable.
La comida también merece ser citada. Al mediodía un muy completo buffet, en mesa muy bien presentada, con un pequeño y divertido “show” para presentarnos al personal y las actividades de los dos días a bordo. Y por la noche, una cena especial (parecida a la “Cena del Capitán” de los varios cruceros que realicé a lo largo de mi vida viajera) servida en las mesas, elegantemente decoradas y con cubiertos de calidad.
Y, además, el recorrido del junco por la Bahía de Halong fue sumamente tranquilo y placentero, ya que a pesar de la grandiosidad de la misma no hay olas. Ello se debe a que las 3.000 islas e islotes que la jalonan impiden su formación.
Cueva Hang Sun Sot
Nuestra primera parada, con desembarco en una gran lancha auxiliar, fue para visitar la impresionante Cueva Hang Sun Sot, con tres grandes salas y un enorme falo de piedra iluminado de rosa, situada a media altura en la gran pared vertical de una isla. Se accede a ella por una zigzagueante escalera de madera, muy empinada y de 200 peldaños. El interior de esta gigantesca cueva estuvo habitado en tiempos prehistóricos y ofrece muy diversas y maravillosas formaciones calizas, bien resaltadas por una acertada iluminación artificial. El recorrido, a diversos niveles y sin grandes dificultades, incluye 200 escalones de ida y otros 200 de retorno hasta la entrada.
Isla Ti Tóp (Titov)
La segunda parada fue para visitar la Isla Ti Tóp, que es la más alta de todas las de la Bahía de Halong. El nombre se lo puso el presidente de Vietnam, en honor del cosmonauta ruso Titov (el más joven en llegar al espacio, y record de duración de vuelo el 6-8-1961) con quien la visitó, y a quien levantaron allí una gran estatua. Tras fondear el barco, la lancha auxiliar nos dejó en el muelle. Después de subir nada menos que 400 escalones, por una empinada escalera estrecha y de gran dificultad, pude disfrutar de una sensacional vista del bellísimo entorno y de unas soberbias coloraciones solares. Esta isla es la única que cuenta con una playa artificial de arena blanca, lo que al descender del mirador me permitió darme un reparador baño en las acogedoras aguas del Golfo de Tonkín. Todo un lujo, de verdad.
Kayaks y sampanes
Regresados al barco, reiniciamos la navegación y nos acercamos a una amplia zona marítima que es como un enorme lago entre montañas. Con la lancha auxiliar desembarcamos en un pequeño muelle, en el que subimos a kayaks y a los tradicionales sampanes, hábilmente patroneados en su mayoría por mujeres de los pescadores de la zona, que suelen ir acompañadas de sus hijos más pequeños.
El recorrido es de una belleza extraordinaria, entre islas muy escarpadas pero llenas de frondosa y exultante vegetación, que forman una reserva protegida para los monos. Incluso para la tranquilidad de los simios, desplazaron a otras islas las viviendas flotantes de los pescadores que residían allí desde tiempo inmemorial.
Si todo el recorrido es fantástico, lo más espectacular es el paso por la “Cueva de la Luz”, un túnel natural bajo una isla en el que hay que agacharse para no dar con la cabeza en las numerosas y puntiagudas rocas del techo de la misma. Y allí cerca está la “Cueva de la oscuridad”, llamada así porque no se divisa la salida.
Cena y noche a bordo
Tras regresar a bordo, hubo una serie de actividades antes de la cena: taichí, clases de cocina, juegos diversos, etc. Mientras, el barco continuaba navegando lenta y majestuosamente hacia el fondeadero situado en medio de la bahía, en el que echaría el ancla para pasar allí la noche.
La cena, a la que asistió el capitán del barco, con quien aparezco en la instantánea , fue a base de mariscos y pescados frescos. Resultó realmente estupenda y muy amena. Compartí mesa con una joven pareja española, residente en Madrid, y en la mesa contigua departí con un simpático y adinerado matrimonio brasileño, ya de mi quinta, que viajaban con guía propia, aunque ella les hablaba en español….Ya comenté, en crónica anterior, que a los turistas portugueses acostumbran a asignarles guías de habla española, ya que son muy pocos los que dominan el idioma de Luis de Camoens (escritor que por cierto tiene calle y busto en La Coruña).
Antes de acostarme subí a la cubierta superior del barco, disfrutando de un espectáculo maravilloso ya que conté nada menos que otros 16 buques fondeados a nuestro alrededor, todos con las luces encendidas, y además con una gran luna entre nubes que le proporcionaba aún mayor encanto a tan romántico escenario.
Y con un calor aún intenso, aunque suavizado por la ligera brisa marina, me acosté muy satisfecho de la jornada que había tenido la gran fortuna de disfrutar.
¡Buenas noches, Vietnam!.
2 comentarios en “De Hanói a la famosa Bahía de Halong, cruzando arrozales, granjas, pueblos y el Delta del Río Rojo”
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Es un recorrido impresionante y de recuerdo imborrable, que les recomiendo traten de realizar.
Es un recorrido impresionante y de recuerdo imborrable, que les recomiendo traten de realizar.