Comprender una imagen es escuchar primero el ritmo de que está totalmente tejida, la supervivencia de la misma es una manera de interrogar, en el corazón mismo de su historia, a la memoria actuante.
En España tenemos desde el paleolítico una gran manifestación artística; no olvidemos que Altamira es su máxima expresión, el realismo con que se representan los bisontes y otros animales provocó un encendido debate en torno a su autenticidad, poseemos en España vestigios de arte pictórico de apasionante interés desde épocas remotas.
Las obras maestras de siglos tan distantes y civilizaciones tan primitivas evidencian la capacidad artística del hombre en cuanto a la representación figurativa y a la expresión de sus contenidos mentales por medio de las Artes plásticas; demostrando con ello, una necesidad humana nacida de profundos extractos anímicos.
El caso de Altamira se repite. La pintura levantina supone una concepción artística radicalmente distinta de lo que representan las pinturas del norte peninsular; parece que tengamos que situar estas (Las levantinas) en el período que va desde la época final del arte cuaternario de origen europeo, hasta la introducción de la agricultura y la ganadería en España.
El más extremo cambio de estilo nos habla de cambios de actitudes mentales del hombre, de circunstancias sociológicas diversas; también sin duda, de pueblos y momentos de voluntad artística muy definida.
Tengamos en cuenta el entorno en el que fueron realizadas estas verdaderas obras de arte. En lo más hondo de las cavernas en que se refugiaban. Estas representaciones se interpretaban como imágenes necesarias a una magia simpática ligada a supersticiones de pueblos cazadores que piensan hacerse propicios a los animales de los que necesitaban para su subsistencia, favoreciendo, mediante actos rituales ante estas figuras, la captura de las presas.
Al estar protegidas de la erosión por la naturaleza del soporte, llegaron indemnes a nuestros días.
Se trata de una de las manifestaciones más antiguas de las que se tiene constancia, es decir, nos remontamos a la última glaciación. Aunque la pintura rupestre es esencialmente una expresión espiritual primitiva, esta se puede ubicar en casi todas las épocas de la historia del ser humano y en todos los continentes excepto la Antártida.
Las más antiguas manifestaciones y las de mayor relevancia
Se encuentran en España y Francia. Pertenecen al período de transición del Paleolítico al Neolítico; al primero pertenecen la extraordinarias pinturas de la Cueva de Altamira en el norte de la Península.