Era una soleada pero muy fría tarde del mes de marzo. Uno de los días marcados en rojo desde el día en que salió el calendario de la liga de esa temporada. Era mi tercer año de estudiante en Madrid y el sábado 3 de marzo de 1990 era el día en que iba a ver al Deportivo jugar contra el Castilla. Lo malo es que ese año tocaba jugar en la Ciudad Deportiva y no en el Bernabeu. Nunca supe exactamente los motivos, pero a veces el filial jugaba en el coliseo blanco y otras lo hacía en los campos de la ciudad deportiva. En la 87-88, la que nos salvamos con el gol de Vicente, jugamos ese partido en el Bernabeu, por ejemplo.

El caso es que termino de comer y me preparo para ir hasta allí. Se apuntaron conmigo dos compañeros de mi colegio mayor. Ninguno era coruñés, curiosamente. Eso sí, uno era del Madrid y el otro del Atleti. Se llevaban bien y se respetaban, pero alguna picada se iban a soltar el uno al otro. Eso seguro.

Salimos del metro y sacamos las entradas. Tan solo 300 pesetas costaba la entrada. Al menos no eran las “1500 en Tribuna y 1000 en el resto del campo sin numerar” que costaba ir a ver los partidos de Segunda en el Bernabeu. Antes de entrar un detalle importante: un autobús de Viajes Travidi aparcado fuera. No íbamos a estar solos.

Y ya dentro, mis dos amigos que se empiezan a soltar picadas: “o sea, que es aquí donde le enseñasteis a Michel a dar patadas, ¿no?”, dice uno. “Pues que sepas que las 500 pelas que acabas de soltar las tendrá Michel esta noche, listo”, responde el otro.

El campo de la Ciudad Deportiva del Real Madrid decían que tenía capacidad para 6.000 espectadores. Pero qué quieren que les diga, a mí me parecía aquello como un campo de Tercera de esos que vemos en los resúmenes de la TVG. Sin gradas en muchas partes del campo y con el Hospital de La Paz al fondo. Con bastante público en esas escasas gradas, muchos gallegos y también bastantes padres con sus hijos a los que no les agradaba en demasía el hecho de que hubiese más afición visitante que local.

El partido en sí fue bastante aburrido. Mis dos amigos seguían dándose puñaladas el uno al otro: que si vaya cantera más mala que tiene el Madrid, que si cállate tú que nos llega para ganar la liga, no como vosotros… Y así todo el partido. Recuerdo que la gente animaba mucho a un tal Pachi, de aspecto menudo y bastante calvo. En la portería tenían a Cañizares, pero claro, nadie le conocía por aquel entonces. También jugaban dos nigerianos recién llegados: Ohen y Oladimeji. Y en el banquillo un ilustre exjugador blanco: Vicente del Bosque. En nuestro equipo estaban Jorge, Sabin, Fran, Raudnei, Aspiazu, Lasarte. Y Don Arsenio Iglesias en el banquillo, por supuesto.

Al final quedaron 0-0. Resultado más que justo porque las ocasiones fueron muy escasas. Un punto que nos llevábamos para La Coruña pero una cierta decepción por el poco juego que habíamos visto. Antes de disputarse aquel partido el Deportivo iba en la undécima posición con 27 puntos, pero solo a 3 del cuarto clasificado, que era el que marcaba la promoción y a sólo 6 del líder, el Rayo Vallecano. Una Segunda División bastante igualada la de aquél año. Lo mismo que está sucediendo 24 años después, curiosamente.

Acaba el partido y mis dos amigos y yo que nos frotamos las rodillas del frío que hacía. Salimos de la Ciudad Deportiva y corrimos hasta el metro, donde hacía bastante más calor. Mi partido del Depor en vivo había terminado. Ya no le vería más hasta el año que viene cuando pudiese estar en Riazor en las primeras jornadas de liga, antes de volverme a Madrid de nuevo para seguir con mis estudios.

Una escena esta, la de 1990, que se repetirá este sábado con la visita a Valdebebas. La antigua ciudad deportiva es ahora el solar donde se levantan cuatro gigantescas torres y el campo donde jugará el Deportivo será uno muy parecido al de entonces, aunque ahora con el pomposo nombre de “Alfredo Di Stéfano”. Dicen que también tiene capacidad para 6.000 personas. Eso sí, esperemos que el resultado y el juego sean mejores que aquel día.

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