Monywa (Birmania), 16 de noviembre del 2015

Por Roberto L. Moskowich

 

Esta pasada noche he conseguido dormir muy bien. Mejor sin duda que las anteriores, a lo que seguramente habrá contribuido favorablemente el cansancio “controlado” durante la hiperactiva jornada de ayer.

Con la mejor de las disposiciones, tanto física como mentalmente, me apresté a acometer el primer día de la semana, que supone ya el vigésimo primero de mi intenso e interesante periplo por estas latitudes tan exóticas del sureste asiático.

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Tras degustar un buen desayuno, regresé a mi habitación para recoger todas mis pertenencias y dejar  la maleta a la puerta, para que la bajasen al vestíbulo, ya que hoy dormiré en la ciudad de Monywa, que pese a encontrarse solamente a 112 kilómetros de Mandalay se tarda más de cuatro horas en llegar allí.

A las 8 de la mañana dejé el Hotel Shwe Inn Gyin en compañía de mi guía, Sandar, para realizar mis últimas visitas en Mandalay. A esa hora el termómetro marcaba ya 25 grados, y la previsión era llegar a 35 grados….

 

Monasterio del Palacio Dorado

Cuando iniciamos el recorrido en coche había muchísimo tráfico, con bastantes motos, aunque muchas menos que las que vi en Vietnam y en Camboya, sobre todo en el país vietnamita.

Mi primera visita fue al Monasterio del Palacio Dorado, que data del año 1854, en el que destacan sus sensacionales tallas en madera de teca, preciado árbol que están tratando de recuperar, dado el gran valor de su resistente madera.

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Y hablando de árboles les diré que en Birmania le tienen declarada la guerra al eucalipto, especie que quieren erradicar a toda costa debido a su elevado consumo de agua y del grave perjuicio que por tal motivo causa a las especies autóctonas y a la agricultura. En las zonas secas, como es el caso de Batán, el gobierno solamente permite tener un eucalipto por casa, y al mismo tiempo obliga a tener al menos un árbol de teca.

 

Antiguo Palacio Real

Este Monasterio, denominado del Palacio Real, ha sido en efecto un  palacio hasta que el último Rey que vivió en Mandalay se los regaló a los monjes como cenobio. Actualmente está convertido en museo, y en el que abundan los adornos realizados con pan de oro, a cuyo altar no pueden entrar las mujeres.

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Como en la parte superior del edificio hay un templo con una imagen de Buda me tuve que descalzar y quitar los calcetines. Durante el recorrido me crucé con tres monjes novicios, descalzos, que pedían limosnas o arroz para su supervivencia. Según me comentó Sandar, cuando no piden llevan puestos zapatos o sandalias.

En Birmania hay unos 500.000 monjes y 300.000 monjas, y en las ciudades una furgoneta se encarga de llevarles y recogerles en los lugares que tienen asignados para realizar su tarea petitoria.

En el espacio que ocupa actualmente el templo del Buda estaba antes la habitación del Rey, y en la parte posterior la de la Reina. Cuando dejó de ser aposento real, se convirtió en habitación de los monjes, mientras que la de la Reina era la biblioteca del Monasterio.

La visita es sumamente interesante, debido al sensacional trabajo de la madera, siendo también de resaltar el excelente estado de conservación de las numerosas obras que alberga el Monasterio.

 

Rumbo a Monywa

Una vez finalizado el interesante recorrido por el Monasterio del Palacio Real subí al coche para desplazarnos a la ciudad de Monywa. Eran casi las once de la mañana, el sol apretaba de firme, y dejamos Mandalay siguiendo la larguísima Calle 36.

Por cierto que cuando cité que mi hotel hacía esquina a la Calle 33 olvidé comentarles que aquí numeran las calles como en Nueva York y que esa numeración, que respetan, data de los tiempos en que Birmania era una colonia inglesa.

Al abandonar el casco urbano dejamos a nuestra derecha el Río Grande, surcado en ese momento por numerosos barcos de pasajeros y de transporte de mercancías. Por el camino, al igual que vi en varias zonas de la ciudad, había muchos perros callejeros, porque aquí, al contrario que ocurre en Vietnam, no los comen.

Después de atravesar un pueblo de alfareros, con su mercancía al borde de la carretera, dejamos a derecha e izquierda grandes arrozales y llegamos al Puente Nuevo, por el que pasamos hasta la otra orilla del Río Grande. A nuestra izquierda, divisamos el que habían construido los ingleses durante su dominio de Birmania.

 

La Colina Sagaing

Al otro lado del moderno puente, desde el que hay una sensacional perspectiva de la Colina Sagaing y sus espectaculares templos y estupas, finaliza el término administrativo de Mandalay.

Siguiendo nuestro camino vimos un destacado monumento erigido a Aung Sang, gran héroe popular y padre de la nueva Presidenta (in pectore) de Birmania, Aung San Suu Kyi, que es Premio Nobel de la Paz.

La zona es muy rica en agricultura, con grandes plantaciones de sésamo, y también en ganadería, llamándonos la atención las numerosas vacas de color gris y con joroba. Por cierto que hoy fue la primera vez que he visto en Birmania un rebaño de ovejas, aunque no era muy grande. ¡Ah!, y la tierra la trabajan con un aparato muy parecido a los arados romanos que había antiguamente en España.

Los vehículos de transporte son de lo más variopinto y exótico. Cualquier artilugio susceptible de ponerle ruedas es utilizado tanto para transportar mercancías como personas. En las carreteras (que no son autopistas ni autovías) cobran peaje, y al lado de las “cabinas” (si es que se pueden denominar así a un alpendre de tablas con rústico mostrador) hay unas básculas para controlar el peso de los camiones y de los autobuses, ya que pagan en función de su peso total.

 

Llegada a Monywa

Después de tan entretenido periplo, cuando llegamos a Monywa eran las dos y cuarto de la tarde, bajo un sol de justicia y muy elevada humedad ambiental.

Atravesamos la ciudad de punta a punta, hasta llegar al lago, un lugar realmente precioso y muy tranquilo, en el que ocupa una gran extensión el “Win Unity Resort Hotel”, en el que me alojé en una de sus amplias y modernas cabañas. Tras una rápida ducha y poner algo en orden el equipaje, me desplacé hasta el cercano restaurante del complejo turístico, donde degusté un sabroso y completo menú típico birmano.

 

Templo Thanbodahay

Apenas finalizada la comida nos dirigimos al Templo Thanbodahay, situado a una media hora de camino, realizando gran parte del recorrido por auténticas “corredoiras”. Antes de dejar el casco urbano pasamos al lado de una gran estatua ecuestre del héroe nacional Aung San, que como dije es el padre de la “Presidenta” Aung San Suu Kyi, y también vimos la vistosa Torre del Reloj.

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El Templo Thanbodahay, situado cerca del Río Chindwin, fue construido por los propios monjes y tiene la friolera de 550.000 imágenes de Buda, de todos los tamaños y estilos. Los más grandes se encuentran en los extremos de los largos y amplios pasillos, y adosados a las columnas, mientras que los más pequeños están en unos estantes que llegan hasta los altísimos techos del templo.

 

Templo Boditahtaung

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Rematada la larga y detallada visita al impresionante templo Thanbodahay nos desplazamos hasta el Templo Boditahtaung, que está solamente a unos veinte minutos de distancia.

El Templo Boditahtaung tiene nada menos que 10.000 árboles de ficus religiosos, y cada uno tiene a su lado un buda sentado bajo un parasol de cemento de llamativos colores. En la parte central de extenso recinto se encuentra el famoso Buda Reclinado, que mide 200 metros, y tras él está el un Buda de pie que alcanza los 33 metros de altura.

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Cerca de la entrada, a la izquierda, hay una alta torre con un privilegiado mirador. Tras subir las 111 escaleras de caracol pude disfrutar de unas vistas increíblemente bellas, no solamente del conjunto del Monasterio sino también del paisaje de muchos kilómetros a la redonda, ya que esa zona es una inmensa llanura. Todo ese gran recinto está atendido por monjes budistas, cuyas viviendas y lugares de trabajo, enseñanza y oración se encuentran a ambos lados del amplio acceso.

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Cuando regresé al hotel, antes de ir al bungaló a asearme y poner en orden mis notas y fotografías, tuve oportunidad de disfrutar de otra sensacional puesta de sol. Luego de cenar al restaurante disfruté de la vista nocturna del lago, y me fui a dormir. Pese al trajín de todo el día no estaba cansado en absoluto y muy contento por lo que había tenido oportunidad de ver y disfrutar.

¡Buenas noche, Birmania!.                                          (Fotos: Lajos Spiegel)

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2 comentarios en “Últimas visitas en la ciudad de Mandalay, y largo desplazamiento hasta la de Monywa

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