Es realmente triste comprobar cómo en nuestra sociedad se propagan e imitan más los malos ejemplos que las buenas obras realizadas por el prójimo. Lamentablemente, lo estamos comprobando día tras día. Y lo peor de todo, es que se ha convertido ya en un efecto de carácter global. No es patrimonio de un país, o de un pueblo concretos. La globalización, y la difusión de la información, sobre todo la de carácter gráfico, son sin duda alguna unas de las causas más influyentes en la imitación de esos males comportamientos. Hace unos días, seis meses después del peor ataque antisemita de la historia reciente de EEUU, que dejó 11 muertos en Pittsburgh, un supremacista universitario blanco, de 19 años, que portaba un rifle de asalto, mató a una mujer e hirió a dos hombres (uno de ellos el rabino) y a un niño en una sinagoga cerca de San Diego-California (EEUU). El autor, John Earnest, confesó a través de las redes sociales que se había inspirado en la matanza de Christchurch (Nueva Zelanda), que tuvo lugar el 15 de marzo pasado. En aquella ocasión, la Primera Ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, había mostrado su justificado enfado con los responsables de Facebook, Instagram, Twitter y YouTube por emitir en directo la matanza perpetrada por el terrorista australiano Brenton Tarrant, en Christchurch, donde mató a 52 personas en dos mezquitas. Curiosamente, el tal Brenton Tarrant estuvo hace poco más de un año en La Coruña, que es justo la urbe antípoda de Christchurch, hasta el punto de que, si se hiciese un agujero en María Pita saldría cerca del Monumento a los Héroes de la I Guerra Mundial de Christchurch, ante el que aparezco en la fotografía que ilustra este artículo. Lo peor es que el terrorismo se ha hecho viral, merced a la rápida propagación de sus ataques, y que cunde el mal ejemplo…. (Foto: Lajos Spiegel)