Son muchas las personas que me preguntan cómo demonios me arreglo para poder hacer tantas cosas a lo largo del día. Les diré que, merced a las enseñanzas de mi madre y de mis queridos maestros (h-m), siempre he sido una persona muy organizada, pero sin caer por ello en manías ni en fijaciones extrañas. Y creo que es, precisamente ahí, donde residen buena parte de mis éxitos.
Una buena amiga mía, Psicóloga profesional, me dijo que lo mío (mi actitud ante la vida) es “inteligencia emocional”, a la vez que alabó mi capacidad de adaptarme a las circunstancias más diversas y adversas. Y, en verdad, creo que razón no le falta….
Yo siempre establezco prioridades. Y por eso, como hacía con todo tipo de exámenes o test, abordo las cosas en función de su importancia y de su dificultad. Primero afronto las cosas más fáciles, dejando las tareas más complicadas para después. Salvo en los casos en que tengo que ajustarme a un horario prefijado: consultas médicas, conferencias, conciertos, presentaciones de libros, reuniones, exposiciones, asambleas, citas privadas, o cualquier otro evento social, cultural o familiar.
Recuerdo al respecto, que hubo un tiempo en que diariamente hacía hasta tres tareas de verdadera importancia: Dirigía la Sucursal de un Banco, escribía a diario en “La Voz de Galicia”, llevaba el control de una empresa, y presidía una Federación Deportiva. Todo ello, como es lógico, sin abandonar mis obligaciones familiares. Y, además, sin que eso me privase de realizar grandes viajes o de divertirme a tope.
Ahora, con la Cuarentena del maldito Coronavirus, no me ha costado trabajo alguno adaptarme y reorganizar mi tiempo. Antes del 14 de marzo, fecha en que entró en vigor el “Estado de Alerta”, dedicaba un promedio de cuatro o cinco horas a comer, “tomar cafés”, caminar, alternar, y asistir a un montón de actos públicos, de todo tipo y en muy diversos lugares y escenarios. Esas horas las he reconvertido en paseos por mi amplia terraza (o por dentro de casa, si hace mal tiempo), cuidar mis numerosas plantas (sobre todo cactus), arreglar cosas en la casa o en el exterior de la misma y escribir más.
Mi rutina diaria, básicamente es la misma: me suelo levantar sobre las 7,40 de la mañana (no soy capaz de estar en cama despierto), me aseo, desayuno (leche con sopas de pan), y paso al despacho, desde el que disfruto de unas excelentes vistas de la bellísima Bahía de La Coruña. Reviso los artículos publicados en “Fedellando” y “21Noticias” (que cuelgo en “Facebook”, a disposición de mis 5.000 contactos en todo el mundo) y remito a los diarios lo que deben publicar al día siguiente. Escribo hasta las 12,30 o 13 horas, momento en que hago un breve receso para comer algo ligero pero nutritivo (naranjas, nueces, dátiles, etc.) y caminar un poco. Luego, vuelvo al despacho.
Sobre las 14.30 horas apago el ordenador, y voy a la terraza a recoger la excelente comida que me ha preparado mi hermana Marika. Almuerzo con calma (por cierto, no sé cómo se organiza mi hermana, pero casi nunca me repite un menú), con un buen vino tinto, y luego camino sobre hora y media, mientras escucho la radio (la SER) para estar en contacto informativo con el mundo exterior.
Mantengo la “buena costumbre” de no ver la televisión, salvo en algún caso, muy excepcional, un documental o una película. Leo y escucho música, hasta que vuelvo al despacho. Escribo (tengo en imprenta un nuevo libro de “Viajero sin Fronteras”, sobre los viajes que realicé entre 1992 y febrero del 2020 a la Comunidad Valenciana), reviso y rotulo fotografías, archivo documentos, corrijo pruebas, e interactúo (por WhatsApp, “Facebook” y Correo electrónico) con amigos, colegas y familiares.
Ceno entre las 22 y las 22.30 horas (siempre muy frugalmente: leche con sopas de pan), “guasapeo” un buen rato con mi familia y mis numerosas amistades, reviso los últimos correos electrónicos; y, tras asearme, me acuesto entre las 24 horas y la una de la madrugada, sin tele, radio, ni nada de nada. Tal cual, se lo cuento.
Días atrás cumplió 70 esplendorosos años mi buen amigo Farruco Fernández Rivas (foto 1), empresario, gaiteiro, escritor, compositor…. y cultivador (que no fabricante) de excelentes vinos y aguardientes en las “Rías Medias” de Galicia. Como está confinado con su esposa Luly, en su magnífica residencia de Soñeiro-Sada (La Coruña), su familia le sorprendió con un magnífico video de casi 8 minutos de duración, en el que se muestran imágenes desde su más tierna infancia a la actualidad, con mensajes de sus hijos, nietos y esposa, y otras fotos, entre ellas alguna de su señora madre, Pepita, que tiene 94 años de edad. Un soberbio detalle, que seguro le hizo más llevadero ese cumpleaños en Cuarentena. ¡¡¡No hay mal, que por bien no venga!!!.
Desde su Ferrol natal, la excelente pintora Manuela Castro (en la fotografía 2, con Rafael Castro, Fernando Mera y yo, días antes de la Cuarentena) escribió lo siguiente: “Estimado amigo, leo tus “Partes de Guerra” y me encantan. Cantidad de anécdotas, y recordar a tantos amigos y vivencias que has tenido. Muchísimas gracias. Ahora, encerrada en casa, lleno el día leyendo, contestando a tantos mensajes que me alegran, y así los amigos nos animamos. Mis hijos me envían los periódicos, y con un libro siempre. El día se pasa bien. Un diez a “Casa Marika” por el menú. Hasta mañana. Otro día más. Paciencia y suerte. Un fuerte abrazo”. Muchas gracias, querida Manuela.
Y prosiguiendo mis conversaciones telefónicas con personas del “Grupo de Riesgo”, se asoma a esta ventana informativa Antón Luaces Teixido (foto 3, con Ana Pontón y Manuel Monge), que el 25 de mayo cumplirá 77 años de edad. Aunque nació en Cariño (La Coruña) el 25 de mayo de 1943, es coruñés de adopción y pleno ejercicio.
Antón trabajó nada menos que 44 en la emisora de Radio Nacional de España en La Coruña. Fue director y presentador del popular programa “Españoles en la Mar” de Radio Exterior de España. Oficial Radioeléctrico de la Marina Mercante, Diploma de Honor y Socio Honorario, sigue impartiendo docencia como “Periodista Marítimo” en diversos medios informativos, entre ellos “La Opinión” de La Coruña.
A Antón le gusta mucho cantar, y por eso está en la cuerda de bajos del coro coruñés “Canticorum”, del que es, además, su Presidente. Y también es Presidente del activo Club de Opinión “Foro Cívico”. Como es natural, ambas actividades las tiene forzosamente aparcadas a causa del maldito Coronavirus que, como me dijo, les está causando graves problemas organizativos y económicos.
Antón, que vive con su esposa, Marisé, ex integrante de “Follas Novas” y Vicepresidenta de “Canticorum”, aún está recuperándose de una operación de espalda, y considera la Cuarentena como un palo tremendo, aunque está haciendo todas las cosas que realmente le gustan: escribe sus colaboraciones periodísticas, lee, escucha música, ve algo la tele, y camina por el pasillo, que tiene 30 pasos en cada sentido….
Me dice que como el coro “Canticorum” está paralizado desde febrero, sin actuaciones ni conciertos, eso supondrá un serio problema económico. También está parado el “Foro Cívico”, que tenía programadas una serie de actividades, entre ellas una intervención de la Alcaldesa de La Coruña, Inés Rey, para el pasado 26 de marzo; y también tenían pactadas varias con candidatos a la Presidencia de la Xunta de Galicia.
No cocina, salvo algunas veces unos huevos fritos, que le encantan, hasta el punto de que sus hermanos (son cuatro) le apodaban “huevo frito”. Dice que sus hijos, que les traen las cosas y se las mandan en el ascensor hasta su octavo piso, no les permiten salir de casa. Solamente baja cada dos o tres días a tirar la basura, por la noche, y no ve ni un alma por la calle Rafael Dieste, en el barrio de Monelos, que es donde viven. Pues habrá que seguir así, amigo Antón, por lo menos hasta el 9 de mayo.
Y finalizo por hoy. Prometo seguir dándoles más “Partes de Guerra”. Mientras el cuerpo aguante…. ¡¡¡Saludos y salud!!!. (Fotos: Lajos Spiegel)