Galicia llora, La Coruña, ciudad alegre está sollozante, su noche de San Juan- la segunda- pasará a la historia cómo una de las más tristes de las noches sanjuanearas de MARINEDA.
Los hados se confabularon para que así sucediera, disfrazados de coronavirus consiguieron que el fuego purificador no hiciese su aparición en la noche más mágica, esa noche cargada de lirismo en la que la luna brilla de forma inusual y, picarona hace guiños a las estrellas que, cómplices ellas, nos dejan ver el juego voluptuoso de las nereidas y las sirenas apareciendo y desapareciendo entre las olas de nuestros queridos RIAZOR-ORZÁN, todas ellas de largas cabelleras y túnicas azul Prusia adornadas de espuma marina; con manos nacaradas y largos dedos tañen dulcemente pequeñas liras, acompañando sus danzas con el canto y música melodioso producido por las cítaras y violas que portan, al igual que el revoloteo de juguetones duendecillos anunciando la visión del DIOS que, emerge de las profundidades marinas, precedido del dulce sonido procedente de numerosas caracolas portadas por una pléyade de Caballitos de mar que rodean al mágico ser. Todos interpretan sobre las olas, una danza que se asemeja al más bello Ballet.,
Sigamos soñando, la luna, ¡la reina de la noche!,
Se une a tan fascinante celebración y como queriendo ocultar su belleza, cubre su rostro con un trozo de aterciopelada nube y se nos muestra tan solo en cuarto menguante; se dice que, en los bosques de esta tierra meiga, por S. Juan, danzan las hadas y los duendes, ¡es noche de plenilunio! esta magia no la puede vencer un coronavirus.
Esto sucede en la noche sanjuanera celebrada en los bosques y playas gallegas, tierra de por sí poseedora de múltiples leyendas, en Galicia el fuego; ese regalo que Prometeo hizo a los hombres (por lo que fue cruelmente castigado), tiene entre nosotros, los gallegos, su propia leyenda, cuyo protagonista en un mítico pájaro, nuestro PAPO RUBIO que, generosamente quemó el bello plumaje de su pecho con el fin de traer a los habitantes de esta tierra el purificador fuego, reunidas las demás aves en conclave, acordaron premiarlo por tan heroica acción, entregándole cada uno una pluma, menos la lechuza, desde entonces esta, la lechuza, no puede volar de día, está condenada a hacerlo de noche.
El fuego, presente en infinidad de celebraciones, no podía faltar en esta noche, en torno a él se canta, se danza, a la hoguera se entrega el ramo de finas hierbas que el año anterior adornó nuestro balcón y que este año es sustituido por otro con nuevas flores (con él intentamos ahuyentar a los malos espíritus).
La dichosa pandemia, un año más nos priva de la ancestral celebración, el mismo cielo llora su ausencia, una densa niebla cubre el litoral impidiendo que el astro rey iluminara la ciudad cristal.
El agua tiene su importancia en la celebración del rito ancestral, en torno a ella se desarrolla todo un ritual mágico, así tenemos la tradición de beber la flor del agua la mañanita de S. Juan, lavar nuestro rostro con el agua que durante la noche maceró las flores silvestres introducidas en ella.
Galicia es tierra vieja, noble, y sabia como sus montañas, su alma y su historia.
Esta noche es mágica; en fin, es la noche de las hadas, de las meigas, bruxas, trasnos y tantos ritos.
Desde FEDELLANDO deseamos que el próximo S. Juan se pueda festejar como la festividad merece.