Ciudad del Cabo (Sudáfrica), 21 de octubre del 2016
Pasado el mal rato, les cuento el esperpentico vuelo de ayer , desde Johannesburgo, con la British Airways. Nos tuvieron media hora a bordo del avión con la excusa de «problemas de control aéreo, y lo pasamos fatal ya que se convirtió en una sauna. Luego, durante un cuarto de hora, el avión pareció una batidora. Pero lo peor estaba por venir, ya que al desembarcar en Ciudad del Cabo nos enteramos de que todos los equipajes habían quedado en Johannesburgo. Los maleteros lo cargaron y descargaron ya que tienen un conflicto con la aerolínea inglesa. Cosas del «Brexit»….Así que dormí sin pijama y esta mañana no me pude afeitar, ni usar desodorante ni lavarme los dientes, y tuve que salir a hacer las visitas programadas con la misma ropa de ayer….Amaneció con una pertinaz y ligera lluvia, pero antes del mediodía salió el sol. A las 7.45 dejamos el magnífico y céntrico Hotel Park Inn, de la cadena Radison, y salimos de la ciudad por el extenso y bello paseo marítimo (Waterfont) dejando a la derecha el Estadio en el que España ganó el Mundial de Fútbol. Y pusimos rumbo al Cabo de Buena Esperanza, que está a unos 65 kilómetros. Pero antes paré en Bauntry Bayer zona en la que atracó Darwin en 1836 y donde hay unas formaciones rocosas de más de 700 millones de años. La playa de Clinton son realmente cuatro, separadas por rocas y una es de topless y otra para homosexuales. Atravesamos el Parque Nacional de la Montaña de la Mesa con 9.000 tipos de plantas. Por una carretera cortada a pico y pegada al mar, bordeada de montaña de 800 metros, con nada menos que 114 cerradisimas curvas, llegué al gran puerto pesquero de Hout Bay y embarqué para visitar la Isla de las Focas, en la que hay varios miles de ejemplares, al abrigo de los tiburones blancos. Tras otro largo recorrido en una zona donde hay muchos babuinos intocables alcanzamos un territorio agreste y de baja vegetación y, al fin, a las 13 horas vi cumplido mi sueño de pisar el Cabo de Buena Esperanza (en la foto). Subí a una montaña muy difícil desde la que se disfruta de unas vistas impresionantes. Luego visité el viejo faro, al que ascendi en un moderno funicular, y recorrí el entorno para ver unos de los acantilados más grandes del mundo y el nuevo faro. Tras comer en el restaurante que hay al pie del faro, continúe mis visitas, destacando la colonia de 3.000 pinguinos africanos de la playa Boulder’s Beach, y Simon’s Town que es la base de la Marina de Guerra de Sudáfrica….Llegué al Hotel con el tiempo justo de escribir y enviar mi información diaria a «Fedellando «, cenar y acostarme. Muy rendido, pero muy satisfecho. Hasta mañana. (Foto: Lajos Spiegel)