Ciudad de Guatemala  (Guatemala), 23 de octubre del 2017

Hoy no me tocó madrugar. Me levanté a las 7 de la mañana. De esa forma pude recuperar algo el sueño acumulado de días anteriores. Una vez aseado y desayunado me deleité con las soberbias vistas que hay desde mi hotel, el «Villa Caterina», y contemplar el Lago Atitlán del que solamente nos separaban unos 100 metros. El Mago Atitlán está considerado como uno de los más bellos del mundo y, como les dije ayer, está custodiado por 3 grandes volcanes: Tolimán, Atitlán y San Pedro (en la foto adjunta) y cuenta con una docena de pueblos indígenas de origen Maya, como son San  Pedro, San Juan, San Pablo, Santa Clara, San Marcos, Santa Cruz, San Jorge, Santa Catarina Palopó  (donde estaba mi hotel), San Lucas y Santiago Atitlán, ciudad que recorrí más tarde. El entorno de este precioso lago es sin duda alguna el lugar ideal para poder comprobar la sorprendente fusión entre la cosmovisión Maya y la doctrina de la Iglesia Católica.  Por cierto que a los tres volcanes que cité antes se puede ascender durante todo el año, lo que permite gozar de unas vistas impresionantes.


El Lago Atitlán tiene 132 kilómetros cuadrados y llega a superar los 450 metros de profundidad. Cerca de un cerro que hay hacia la zona de los volcanes Tolimán y Atitlán se ha descubierto una ciudad Maya sumergida en el Lago a unos 100 metros de la superficie. Por cierto que ayer olvidé comentarles mi visita a Panajachel, un pueblo muy turístico que está a unos 6 kilómetros de Santa Catarina Palopó, la Riviera de Atitlán  (salvajemente destrozada con dos rascacielos al borde del Lago), que en el recorrido atravesé el puente sobre el Río San Francisco, así como una sesión fotográfica realizada desde el Mirador de San Jorge, al otro lado del Lago Atitlán y con el imponente Volcán de San Pedro como grandioso fondo. El recorrido por el Lago, con un tiempo excelente y sus aguas muy tranquilas, nos permitió descubrir la belleza de su entorno y de los pueblos materialmente colgados de las laderas de las altas montañas que lo rodean. Tras rebasar la línea de los dos primeros volcanes pusimos rumbo hacia el Volcán de San Pedro. Cerca de su base giramos a la izquierda y penetramos en una bonita bahía en cuyo fondo está la ciudad de Santiago Atitlán, rodeada de paisajes de increíble belleza. La subida a la ciudad es por la calle Real, una larga y pronunciada cuesta, sin aceras y con mucho tráfico, especialmente los populares taxis «Tuc-tuc» que son unos triciclos a motor que montan un ruido enorme. La ciudad, de 47.000 habitantes, tiene nada menos que 37 Iglesias evangélicas y una sola católica. Está habitada por indígenas zutuhiles descendientes de los Mayas. Viven del turismo, calzado, pesca, artesanía y de su magnífico café.


Pero su mayor fama le viene por adorar a un Dios maya-católico llamado «Maximón» (con el que aparezco en la otra fotografía) al que ofrendan tabaco, alcohol y dinero al tiempo que el sacerdote-chamán reza unas oraciones católicas y ejecutan unas danzas rituales a su alrededor. Al lugar se accede por unas callejuelas estrechas y mal pavimentadas y el templo es abigarrado y de  reducidas dimensiones. Tras visitar la Iglesia de Santiago Apóstol, del año 1547, con sus mezclas católicas-Maya, sus retablos de maderas preciosas y las numerosas imágenes de cada cofradía, nos dirigimos a la plaza principal dónde un  grupo musical religioso daba un concierto mientras una parte de la misma y sus calles aledañas estaban atiborradas con un gran mercado callejero. Antes de regresar a Guatemala City tomé el sabroso cóctel «Xocomil», que recibe ese nombre del viento que a media tarde sacude el Lago Atitlán y que está hecho con zumo de lima y piña, un vermú seco y «Botrán 12», el famoso ron de los 5 hermanos Botrán a los que ya me referí ayer. El viaje a Guatemala Ciudad resultó bastante complicado, a causa de la fuerte y pertinaz lluvia que nos acompañó desde medio camino, del enorme atasco habitual para cruzar la ciudad de Chimaltenango, y del intenso y  caótico tráfico de la capital guatemalteca. Perdimos una hora y medía, lo que retrasó considerablemente la redacción y envío de esta crónica, que espero sea de su agrado. Mañana toca madrugar de nuevo  pues viajaré a Honduras. Les seguiré contando. ¡Saludos y salud!. (Fotos: Lajos Spiegel)

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