Desde su creación, hace ya cinco años, no me he perdido ni una sola de las exitosas ediciones de la “Feria Modernista de Sada”, circunstancia que me ha permitido comprobar in situ, de primera mano, y con suma satisfacción, cómo ha calado profundamente entre sus habitantes y el gran progreso que experimenta de un año para otro. El evento trata de rememorar el esplendor que vivió la acogedora y bella ciudad de Sada en el transcurso de los años 20 y 30 del pasado siglo, y creo de verdad que lo están logrando en gran parte. De aquellas ya lejanas calendas se conservan diversos edificios, entre los que sobresale el de “La Terraza” (trasladado en su día desde los jardines de La Coruña hasta el borde del mar de Sada) que durante los días que duró la Feria estaba siempre a tope de público. Creo que los responsables de la “Feria” han sabido dar con la clave adecuada, al concitar la asistencia de un turismo diferente que deja excelentes resultados económicos en la ciudad. El domingo se celebró la jornada de clausura, y Sada era un auténtico hervidero humano. Desde primera hora funcionó el Mercado Modernista, y a lo largo de todo el día, y hasta la madrugada, hubo actividades de todo tipo: ruta en bicicletas antiguas, desfile de coches de época (algunos auténticos coches de carreras o bólidos); magia y circo, incluyendo el juego del diábolo, que hacía más de medio siglo que no veía; bailes de charlestón, swing y foxtrot; sesión de té; fotos “de cajón”; picnic, con familias con bebés y abuelos todos caracterizados; muchos tirantes, canotieres, sombrillas de preciosos encajes,… en fin, todo lo que se llevaba en los años 20 y 30. Lo mejor, sin duda alguna, la gran cantidad de personas estupendamente ataviadas con vestimentas de época, como el grupo de señoras con las que aparezco en la fotografía. ¡Que se celebre la Feria muchos años!. (Foto: Lajos Spiegel)