Por nuestra propia condición genética, los humanos estamos “condenados” (y no tiene connotaciones bíblicas) a sufrir una serie de males y enfermedades. Unos son más o menos llevaderos, pero otros resultan inevitablemente letales. A lo largo de la historia ha habido una serie de enfermedades mortales que con el paso del tiempo se han conseguido superar. Tal es el caso de la viruela, el tifus, el sarampión, la hepatitis, y un largo etcétera. Claro está que desaparecen unas, vencidas por la ciencia y por los descubrimientos, pero surgen otras, nuevas al menos para los que como yo no somos muy expertos en la materia. Algunas dolencias que llevan muchos años entre nosotros todavía siguen siendo mortales, y entre ellas se encuentran diversas variedades de tipo cancerígeno. Muchas instituciones y organizaciones mundiales realizan una gran tarea en su tenaz y laudable lucha contra este mal, y entre ellas destaca la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC). A través de Malena, de AECC, he sabido de la gran labor que la investigadora española Marisol Soengas (a quien vemos en la fotografía) está desarrollando en nuestro país. Después de muchos años trabajando como investigadora en los Estados Unidos, Marisol regresó a España en el 2008, por un proyecto de la AECC y afortunadamente continúa entre nosotros. En 2009, una prestigiosa revista estadounidense dedicó su portada al trabajo de la investigadora española. “Descubrimos una nueva forma de atacar las células tumorales”, ese fue el primer trabajo llevado a cabo de la mano de la AECC, por el que “queríamos diferenciar los lunares de los melanomas”. Investigadora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), lleva años persiguiendo la forma de atacar de cerca al melanoma, que, aunque es el tipo de cáncer de piel menos frecuente, sigue siendo el más letal, y afirma: “El pronóstico de un tumor depende de milímetros”. Tal cual.