Begoña Gandara Orgueira

Reconozco que lo que habitualmente llamamos derbis gallegos –por supuesto los Celta-Dépor y viceversa, porque lo del Compos fue tan efímero que casi ni nos acordamos- me producen sentimientos encontrados; puede que sea por ser gallegos ellos, o serlo yo, o ambas cosas, el caso es que me provocan el típicio tópico de “por un lado que sei eu, e por outro qué queres que che diga”, si soy honesta, este período en el que el Celta abandonó la Primera hasta que hemos ido a hacerles compañía a Segunda no he echado nada en falta la supuesta adrenalina esa del derbi, y estaba de lo más tranquila.

Yo no tengo recuerdos entrañables, como sí tienen socios y aficionados con mas años de mili deportivista que yo, de nobles enfrentamientos en el campo y de buen rollo en las gradas. Será que años ha ni los clubes, ni los medios, ni el público sentían la necesidad de “calentar el ambiente”; tampoco tengo muy claro si esto es estrictamente malo o bueno, pero la crispación que a veces se respira me parece excesiva, y no tiene nada que ver con la emoción de enfrentarse a un Barça, un Madrid, incluso al Valencia de nuestros dolores ligueros. En algún Depor-Celta he sentido en la grada la sensación de que algún grupo de espíritus exaltados y colmillos afilados iban a equivocarse de yugular y clavarme los caninos con la saña que les provoca un vigués portugués cualquiera. Estresante.

Y ya no hablemos de ir a ver el derbi a domicilio, hazaña que sólo he osado practicar en una ocasión, en la temporada 94-95, pero con las precauciones y cautelas de un espía infiltrado en territorio comanche: como primera medida precautoria ni siquiera llevamos coche, por aquello de la matrícula, con lo cual, al transporte colectivo, que al menos no fue muy pesado, porque coincidió con unas vacaciones en Tuy, pero el bus te deja bastante lejos de Balaídos; elegir unas entradas que no te coloquen cerca de los Celtarras (ni de los Riazor, por si te cae algo de refilón), que sale más caro, a pesar de que por entonces (no sé si la cosa sigue igual) las mujeres pagábamos menos, detalle que, pese a lo trasnochado, siempre es de agradecer; una vez dentro, el instinto de supervivencia te obliga a ver el partido como en misa, y te das cuenta que el resto de deportivistas infiltrados hace lo mismo, porque sólo se descubre la cantidad que somos cuando el Dépor marca, y ¡si no celebras los goles a qué cuernos se viene!, y lo celebras como a medio gas entre miradas de cabreo mayúsculo; luego está la salida, en la que tienes que ensayar cara de póquer para que no se note demasiado que vas encantadiño porque el Dépor le ha cascado al Celta un 0-2 como una casa. ¿Todo esto compensa? Pues no lo tengo muy claro.

Pero por otra parte, recapitulando enfrentamientos, resultados y palmarés de uno y otro equipo, piensas ¿qué rivalidad ni que niño muerto?, el Celta no nos llega a la altura del talón, porque así, al caer, una casi-liga (empatados a puntos con el campeón, no nos olvidemos), una liga, dos copas del Rey y semifinalista de Champions no lo van a conseguir ellos ni en sus sueños más húmedos, ni volviéndose chorizo de cantimpalo. Y si hablamos de la deportividad y el saber estar del equipo, ni color: no sé si es la latitud sur, el aire de Rande o las ostras tóxicas, pero cualquiera podríamos decir del tirón una buena ristra de jugadores celtas marrulleros, desagradables y bocachanclas, que si son del terruño pues, bueno, tiene un pase porque lo han mamado, pero los fichajes ajenos, o ya vienen entrenados de casa o se contagian por algún tipo de sortilegio; y parece, a la vista de las perlitas de Aspas, alias el niñato, que la cosa no ha cambiado mucho. Y cuando se me pasa por las mientes en algún momento la caricia del amigo Giovanella (que creo recordar que ni siquiera se llevó tarjeta) a nuestro Manolo, cortándole para siempre una incipiente carrera enla Seleccióny a un tris de cortarle la carrera deportiva, me sube por el cuerpo un cabreo sordo.

Así que ¿quién dijo miedo?. El domingo a Riazor, con protección en la yugular, y aunque la cabeza, el sentido común, la coherencia y la deportividad no me permitan aullar, al menos moveré los labios haciendo pleiback: Que no, que no, siempre Vigo no, que no que noooooo….

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Un pensamiento en “El dilema ante el derbi

  1. o que ai que oir dios miooooo, e ti eres redactora¿?¿? pa empezar non queredes igualdad as mulleres?entonces por que non resaltas que vos cobren as entradas igual que o sexo masculino en balaidos¿?os teus comentarios e que mellor non decirche realmente o que penso porque eu tamen quero que gane o depor pero non comparto para nada as palabras tan bochornosas que dis ai outras maneiras e empezaches ben recordando o dos titulos pero o resto sobra, aparte do mais patetico e que parecca que dis que non che gusta ser de galicia , pois non sei a que esperas a cambiar o teu dni e marchar de aqui

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