Esta mañana, al igual que ayer, amaneció con una espesa niebla, pero cuando fui al restaurante a desayunar, y después a chequear mi habitación, ya conseguía ver el sol «por parroquias «.
Cuando iba a desayunar, me encontré con la pareja de recién casados de la provincia de Lugo, con quienes aparezco en una de las fotografías que ilustran esta crónica viajera. El se llama Noel Diéguez, y es de Quiroga, y ella es Sonia Val, vecina de Antas de Ulla. Son dos chicos muy agradables, con los que charlé un rato y les di saludos para nuestros amigos comunes, entre los que se encuentran los hermanos Vázquez Portomeñe, especialmente para Víctor-Manuel, ex Conselleiro de Cultura que fue compañero mío en las Milicias Universitarias. Según me comentaron, seguían viaje a Monteverde. Por cierto que el 80 o el 90 por ciento de los huéspedes del hotel «Montaña de Fuego» eran gente muy joven, especialmente parejas de recién casados o dúos de cualquier otro tipo, ya que vi algunos de lesbianas y también de gays. Y no faltaban algunas parejas de «repetidores » maduros. Con suma puntualidad me recogió José, el chófer, para llevarme a Guanacaste. Aunque está a sólo 142 kilómetros de Arenal, se tarda más de tres horas en hacer el bonito y entretenido recorrido, debido a las carreteras por las que hay qué transitar. Y, además, en ese momento lloviznaba ligeramente y ya hacia mucho calor. Vi varios coches con una pegatina grande, en la que informaban a los hombres que noviembre es el mes de la «concienciación del cáncer de próstata».
Salimos por una vía de doble dirección y buen firme, y durante unos 60 kilómetros dimos vueltas y más vueltas bordeando el Lago Arenal. Muchas curvas, bajadas, subidas y toboganes acompañados por una ligera lluvia. A derecha e izquierda vimos numerosas granjas grandes, así como unas casonas de estilo suizo.
Cuando entramos en La Unión mejoró notablemente el tiempo. Luego atravesamos varios puentes de hierro, sobre canales y ríos, de una sola dirección. Y un par de kilómetros más adelante un coche que nos precedia golpeó y mató a un perro grande que parecía un golden retriever como «Thor», el bonito perro de Ana y Xoán Ríos.
Atravesamos el pueblo de Nuevo Arenal, en el que hay una colonia de alemanes y donde llovía con intensidad, y unos kilómetros más adelante arribamos al pueblo agrícola de El Aguacate, donde tras casi hora y media de pesado viaje efectuamos una «parada hidráulica», en el «Café&Macadonia». Desde su amplia terraza hay unas preciosas vistas del final del Lago Arenal, así como de las montañas situadas enfrente, coronadas por un gran parque eólico. Como es natural, hubo amplia sesión fotográfica.
Reanudamos el camino, y apenas un kilómetro más adelante pasamos por el pequeño pueblo de Río Piedras e iniciamos un duro tramo de camino de tierra en cuesta, atravesando el parque eólico que mencioné anteriormente. Vino luego otro tramo estrecho de calzada asfaltada, entre grandes granjas de vacas del país, blancas y con joroba. Más tarde rebasamos una ciudad que se llama Cañas, a cuya entrada hay un llamativo cartel en el que figura este eslogan: «Ciudad de bendición». Pues si ellos lo dicen, no seré yo quien les lleve la contraria…. Cuenta con muchos servicios, e incluso con una Delegación de la Universidad Latina de Costa Rica. Al salir de esa ciudad accedimos a la Carretera Panamericana, con doble via en cada sentido, una buena mediana de separación, un pavimento en excelente estado y largas rectas que José aprovechó para darle caña al coche. A la altura de la ciudad de Liberia comenzó a llover de nuevo, y allí dejamos la Panamericana. Llevábamos en ese momento tres horas justas de viaje. Luego entramos en el Cantón Carrillo, en el que abundan los grandes campos de arroz.
Y tras casi cuatro horas de viaje, desde la salida del Hotel Montaña de Fuego, en Arenal, al fin llegué al Hotel Occidental Papagayo, en Guanacaste, que pertenece a la cadena española Barceló, que está remodelando la piscina grande, que es monumental, y va a construir dos bloques más de habitaciones. Cuando me inscribí, pretendieron cobrarme 20 dólares por dos días de uso de WIFI. Me dijeron que antes era gratis, pero que ahora era política de la empresa cobrarlo. Tras un pequeño debate, logré convencerles de que yo había contratado con mi mayorista, Club América, todos los servicios, y no tuve que soltar las pelas…. Mientras me preparaban mi habitación, que resultó ser muy amplia, moderna y bien dotada, con una cama de 2×2 metros y un balcón hacia el mar, fui al restaurante a comer. Hoy como es martes tenía la opción de la cocina caribeña, y a la noche el restaurante italiano, y eso fue lo que hice. Mañana les detallaré este asunto y otras particularidades de mi vida aqui…. solo decirles ahora que las comidas incluyen un buen vino. Me ha sorprendido la cantidad de clientes que hay en el hotel, que cuenta con una legión de empleados, que son muy atentos y serviciales. Y aunque tenía sesión de cine en la «Disco», he preferido escribir y enviar este reportaje viajero antes, con el fin de acostarme pronto pues acumulo mucho sueño atrasado. Mañana seguiré informándoles. ¡Saludos y salud!. (Fotos: Lajos Spiegel)