Sucre (Bolivia), 23 de octubre del 2018
Hoy me levanté a las 4 de la mañana con el fin de enviar mi crónica diaria, pues ya eran las 11 en España. Volví a la cama un par de horas solamente, ya que tuve que levantarme definitivamente a las 6, pues aunque volaba de Santa Cruz a Sucre a las 9.20 teníamos que evitar los grandes atascos camino del Aeropuerto, debido a la entrada a los trabajos y a los colegios. Santa Cruz tiene dos millones de habitantes, que se elevan a tres con su área metropolitana.
A las 7 en punto pasaron a recogerme mi guía, Cynthia Otalora, y el chófer, José-Carlos Bascope, y sin más demora dejamos el Hotel. Según el centro meteorológico de «La Paliza», en ese momento estábamos a 22 grados, con un 100 por 100 de humedad y la previsión de tormentas eléctricas.
Desde el Hotel al Aeropuerto, unos 15 kilómetros, nos acompañó una lluvia muy intensa y persistente, y la temperatura bajó bastante con respecto a ayer. Circulamos con bastante lentitud pese a ser una autopista, con varios atascos .
De camino al Aeropuerto fuimos rebasando muchos negocios, fábricas, grandes naves, etc. Recuerdo la Cervecería Nacional Boliviana, el periódico «El Día «, la Universidad Católica, el Country Club Casa de Campo, y el Estadio Edgar Peña, entre otros. Tardamos casi una hora en llegar, tras pagar 8 bolivarianos (más o menos un euro).
Los trámites de facturación y embarque fueron muy rápidos, pero debido al «extravío » en el aeropuerto de cuatro miembros de una familia, salimos con 10 minutos de retraso. Volamos en un «Boeing 737-300», de Boliviana de Aviación (BOA) con sus 138 plazas ocupadas.
Antes de entrar en la zona montañosa de los Andes, sobrevolamos una gran llanura atravesada por muchos ríos. Desde la salida, hasta que alcanzamos una cierta altura, soportamos fuertes y constantes turbulencias, y a medio recorrido nos dieron un pastelito y un zumo, ya que el vuelo sólo dura 35 minutos.
Desde mi ventanilla, en la parte delantera, pude ver como al entrar en la zona andina daba la impresión de que podría «tocar» las cimas de las áridas montañas. Entramos encajonados entre altas cúspides de más de 6.000 m de altura, y al aterrizar el comandante metió la marcha reversa un buen rato, pese a que la pista, inaugurada hace un par de años tiene nada menos que 5 km de largo, igual que la de Puno (Perú), debido a encontrarse a 6.200 metros de altura, lo que lastra mucho los despegues.
Desembarcamos con rapidez, con un sol radiante, algunas nubes y 17 grados de temperatura. El letrero de llegada, al igual que los restantes, está en quéchua, y pone: Suyumanta Chayamuna. El aeropuerto internacional Alcantari sustituyó a los dos pequeños que tenía Sucre, y está a 35 km de la ciudad. Hay un tramo de autovía de 2 carriles en cada lado, pero pronto tuvimos que seguir una carretera de numerosos curvas y fuertes pendientes, ya que pasamos de los citados 6.200 m a los 2.790 de la ciudad de Sucre.
Sucre tiene unos 300.000 habitantes, que suben a un millón con los de su Departamento. Cuenta con 60.000 estudiantes universitarios, de todo el país, debido a la calidad de la enseñanza. También tiene una buena cuota de turistas, y a pesar de tan altas montañas, en la región de las «Mujeres tejedoras » no nieva nunca. Sucre, Capital constitucional de Bolivia, es Patrimonio de la humanidad» y cuenta con el mayor yacimiento paleontológico de huellas de dinosaurios, con nada menos que 5.000 controlados por expertos mundiales. También se la conoce como «La ciudad del chocolate» y una de sus marcas más famosas es «Taboada», de claras raíces gallegas.Los españoles fundaron Sucre en el año 1538, en La Recoleta, lugar por el que inicié mi largo e interesante recorrido por esta bella y armoniosa ciudad, con el Fui a local Grover Murillo, descendiente de españoles y muy capacitado para su tarea.
En la Plazuela de La Recoleta, antigua Plaza Principal, se encuentran la Iglesia de San Francisco, el Convento de los Franciscanos, su Colegio Público y el Mirador de la Recoleta, desde el que se contemplan unas soberbias vistas de la ciudad. Por cierto, las calles de esta zona, algunas extraordinariamente empinadas, mantienen el gastado y brillante empedrado inicial.
Cerca de alli está el Museo de Arte Textil Indígena de la Fundación ASUR. Los impresionantes trabajos artesanos de los indios, auténticas obras de arte, son realizados utilizando técnicas de 3.000 años antes de Cristo, utilizando lanas de llamas, alpacas y ovejas. Incluyen alusiones al «mundo de arriba», con estrellas de 8 puntas, a Inti (el sol) representado por un rombo, los demonios del mundo interior, etc. Las decoraciones se denominan pallay, aqsu, Inti, cuartel, kutmaku, sillanu, etc.
Es digna de ser vista una estupenda colección de trajes típicos, instrumentos musicales, utensilios de costura (algunos grandes espinas de cactus)….y una india llamada Agustina tejiendo para los numerosos visitantes del Museo.
Tras tomar allí un mate de coca, bajamos y nos dirigimos al restaurante «Los balcones», acogedor y amplio espacio en una gran casona cercana a la Catedral. Tomé un sabroso kmenú típico, con una cerveza negra boliviana «El Inca».
Finalizado el sabroso almuerzo, comenzamos un largo recorrido totalmente a pie, partiendo del enorme Parque Bolívar, gran espacio público que tiene en el centro una pequeña Torre Eiffel.
Seguimos por la Corte Suprema de Justicia, Poder judicial, Obelisco de la Plaza de la libertad, Teatro General, Iglesia y Hospital de Santa Bárbara, Iglesia de Santa Mónica, Universidad de los Jesuitas (de 1624, su gran claustro figura en los billetes de 100 bolivianos), antiguo Palacio del Gobierno, Catedral Metropolitana, Museo de la Casa de la Libertad (de 1624, con la primera Constitución firmada por Bolívar), la comercial e histórica Calle España, la Casa de la Cultura, etc.
También estuve en los famosos Chocolates Taboada (fundada por gallegos hace 70 años y sita al lado de la Plaza Principal), Museo del Tesoro, sede del Gobierno Autónomo Municipal, Monumento al General Arce (libertador de Bolivia) y zona de casas blancas que recuerdan el Sur de España.
Rematé ese gran recorrido visitando el Museo San Felipe Neri, hoy Colegio María Auxiliadora (Salesianos), que está en un gran convento, contemplando desde sus tejados y el de la Iglesia unas soberbias vistas panorámicas de la ciudad de Sucre y sus montañosos alrededores.
Tras una cena ligera regresé al acogedor y con encanto, Hotel Villa Antigua, en el centro de la ciudad. Y una vez redactada esta larga crónica y seleccionadas las fotos, me acuesto muy rendido pero satisfecho.
¡Saludos y salud!. (Fotos: Lajos Spiegel)