Llevo pensando toda la semana que carallo escribo en mi columna del hoy. Perdón por la expresión, pues aunque siendo una forma muy habitual de hacerse entender en nuestra querida tierra, quizás a algunos les parezca mal sonante. Quizás sea una forma de desahogar mi mente tras comprobar que que por mucho que estrujo mi cerebro creo que hoy no seré capad de aportar muchas letras enriquecedoras para el deportivismo.
Mi alma y mi sangre blanquiazul están heridas y contagiadas de un virus de resignación total a la espera de los grandes golpes que previsiblemente nos quedan por sufrir. Normalmente en mis redacciones narro anécdotas que recojan impresiones, vivencias y vínculos del pasado que nos unen con los temas de actualidad. Como hoy no da la mente para ello, y en vista que no veo la luz al final del túnel voy a seguir tecleando y escribiendo lo primero que me viene a la mente. Estoy deseando acabar y firmar una columna que ya se como empezó y desconozco como acabará.
Después de mis años como seguidor puedo imaginarme el sufrimiento que padecemos los que somos del Dépor. Aquí creo que todos estamos heridos y no creo conveniente ni necesario poner el termómetro para medir que corazones sufren mas o menos. Todo sufrimos y cada uno trata de paliar el dolor siguiendo diferentes terapias paliativas.
Quizás todo se llevaría con mucho más desahogo y resultaría más fácil si me dedicase a criticar de manera incisiva y sangrienta las actuaciones de unos y otros responsables que han llevado a nuestro querido Real Club Deportivo de La Coruña a la situación actual. Pero entiendo que no es el momento y desconozco si algún día me veré obligado a pronunciarme de forma activa sobre este drama. Ahora mi mente me dice que debemos mantener la calma y no decir cosas de las que luego nos podamos arrepentir a la espera de recibir algún soplo de oxigeno que nos haga pensar que aun hay vida.
Como mi critica suele ser constructiva y mis ideas están lejanas de comulgar con ruedas de molino tengo claro que hoy no pienso hacer el caldo gordo a nadie. A la vez tampoco pretendo acercarme a los que de forma fácil hacen irrupción en el salvaje ataque a los que hoy en día viven en horas bajas y a los que supuestamente consideran enemigos.
En fin, no sé como diantres puedo o debo hacer para aportar algo nuevo a nuestro Dépor, creo que lo mejor que puedo o debo hacer es intentar aportar desde un punto de vista responsable un grano de arena apostando por la calma para intentar en un último intento conseguir lo imposible.
Sigue siendo importantísimo sumar, sumar y sumar puntos para no estar descendidos matemáticamente no sé cuantas jornadas antes. Alguno se preguntará ¿Qué más da descender en el último partido que tres jornada antes? Pues a mi entender no da igual, pues ahí viviríamos un duro momento de ira y descontrol donde creo que nadie saldría bien parado.
Con el alma dolida, pero sin complejos un ¡Forza Dépor!
Un pensamiento en “Con el alma dolida”
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Ciertamente resulta muy difícil escribir una columna cuando prácticamente no hay nada bueno que narrar. La situación deportiva es muy mala, la institucional está plagada de incertidumbres. Las sensaciones son de que cada jornada que pasa nos acercamos un poco más al irremediable abismo… Pero qué caray! Esta semana hay un derby, no hay que recurrir al forofismo para ver que tenemos una plantilla mejor que la del rival y que, si de verdad queremos ver alguna luz, el primer paso -que sería un gran paso- lo podemos tener este viernes. Los que ya pasamos de los 40 recordamos como estábamos deportiva e institucionalmente en la temporada 87-88 y lo que sucedió ese año y los siguientes. ¿El viernes nos darán un motivo para creer? Añadamos esa incertidumbre a las que ya tenemos y no nos demos por muertos antes de tiempo. ¡Forza Depor!