Los enfrentamientos Depor-Celta, como todo derbi que se precie, trascienden los meramente futbolístico. Año tras año estos partidos son la reválida que otorga la hegemonía del fútbol gallego, la prueba del nueve que indica cuál de los dos equipos es el más grande.

Atrás queda el palmarés de cada club, sus participaciones en competiciones internacionales, los títulos oficiales, los oficiosos y los torneos de verano. Los datos y la historia está ahí pero las interpretaciones cambian según se miren desde Vigo o desde Coruña. Eso es otra historia que se discute en la barra del bar. El sábado se pone el marcador cero y se empieza otra vez este duelo tan esperado a ambos lados de la AP-9.

Hay que felicitarse porque vuelvan a encontrarse en Primera División. Los vigueses han estado compitiendo a gran nivel esta temporada. Llegan después de salir del pozo que al que cayeron tras vencer en el Nou Camp. En las diez primeras jornadas de liga consiguieron 19 puntos pero en las diez siguientes sólo fueron capaces de sumar dos sin ninguna explicación aparente (lesiones, sanciones, cambios de entrenador, etc.). Ahora parece que han retomado la senda de las victorias ganando dos de sus últimos tres encuentros y empatando el otro. Visitan Riazor con la moral crecida por la derrota que infringieron el pasado domingo al Atlético de Madrid en Balaidos.

El Deportivo llega al derbi con el equipo mucho más conjuntado y engrasado que en la primera vuelta. Los resultados obtenidos en los últimos cuatro partidos y, sobre todo, las sensaciones que deja en el campo invitan al optimismo. De un tiempo a estar parte el equipo sale al campo a competir, a ganar partidos. Se pudo ver el sábado en el Bernabéu ante un Madrid dubitativo al que puso en serios apuros.

Víctor Fernández recupera para este partido a Insua y José Rodríguez pero son duda Fariña, Sidnei y Toché, además de las bajas de Postiga y Salomao. El resultado del partido supondría una inyección de moral si se gana y una vuelta a la desconfianza en caso contrario.

Capítulo aparte merece las últimas resoluciones de la LFP. Parece que hay que hacer todas las semanas una sección especial con las ocurrencias de este organismo para sancionar aquello que entienden como gritos que incitan a la violencia. En este tipo de partidos, las aficiones se dicen en el campo de todo menos bonito. Quizás sea una mala costumbre pero en estos derbis afloran sentimientos de rivalidad, de supremacía territorial y toneladas de orgullo localista. Nada nuevo bajo el sol. Son partidos de alto voltaje emocional siempre que se quedan en eso, en derbis entre dos aficiones pacíficamente enemistadas.

@pgarcia_ramos

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