Uyuni (Bolivia), 25 de octubre del 2018
Con el fin de enviar la información diaria de mi viaje por Bolivia, me levanté a las 5.30 horas. Volví a la cama hasta las 7.30 y a las 9 sali a recorrer esta pequeña ciudad. Aunque lucia el sol, la temperatura era de 10 grados.
Antes de salir me unté bien de protector solar 50, cosa que solamente hice durante mi recorrido por el desierto de Australia, para contrarrestar las quemaduras producidas por el fuerte reflejo del sol sobre la sal del Salar.
Mi largo paseo a pie se vio facilitado por la escasez de tráfico. En la calle Colón vi el Club Atlético Alianza, y en la Avenida Potosí el Uyuni Royal Sporting Club, que acaba de cumplir su Centenario, ya que fue fundado el 28 de agosto de 1918.
Segui hasta la Torre del Reloj, sede de la Policía Turística, el edificio del Gobierno Autónomo Municipal de Uyuni, el Palco de la Música, el Monumento del Club de Leones dando la bienvenida a Uyuni, y la amplia Iglesia de la Inmaculada Concepción, sita en la Calle Colón. A media mañana, con el guía, el chófer y los madrileños Luis Valenzuela y Santiago Sánchez, iniciamos un maravilloso Tour. Salimos por la Avenida Ferroviaria, pasamos la Villa Militar, seguimos por la Avenida Potosí, y por una amplia calle de tierra salimos de Uyuni. Nuestra primera visita fue al Cementerio Ferroviario, situado en las afueras de la ciudad, cerca de una vía todavía en uso. Toda la maquinaria que hay allí, utilizada en la línea entre Potosí y Antofagasta, la abandonaron las compañías extranjeras cuando la nacionalización de las minas. La ciudad de Uyuni nació y creció alrededor de la Estación de ferrocarril, pues era un lugar de descanso para los trabajadores ferroviarios en su largo viaje hasta Antofagasta. Este cementerio es un lugar en medio de la nada, pero muy visitado. Por una senda polvorienta y llena de baches, bordeada por bajas casas de adobe y ladrillo cara vista, dejamos el Cementerio de Trenes y nos dirigimos a Solchani, situada a unos 20 km de Uyuni, y cuenta con estación de tren. Rebasamos el Aeropuerto, muy cerca de Uyuni, y seguimos una gran recta por una buena carretera inaugurada hace unos 4 años. Atravesamos una zona semi desértica y al fondo divisamos una gran luz blanca: el Salar de Uyuni. Una gran manada de ovejas, atravesando con suma paciencia la carretera, nos obligó a detener nuestra marcha, que proseguimos dejando la línea del tren a nuestra derecha, y una manada de vicuñas a la izquierda.
El pueblo de Solchani estaba muy animado, ya que coincidió con su mercado local. Realizamos una completa visita a una fábrica artesanal de sal, siguiendo todo el proceso hasta el empaquetado a mano de las diferentes sales: de baño, terapéuticas y de cocina. También debo mencionar su llamativa artesanía, sobre todo la que está hecha con la sal del Salar de Uyuni.
De Solchani nos dirigimos al Salar de Uyuni, por una carretera de tierra, atravesando una zona desértica. El Salar está a 3.663 m de altura, mide nada menos que 10.582 km cuadrados, y es el salar más grande del mundo. A derecha e izquierda dejamos varios Hoteles de Sal, y el 4×4 penetró en la enorme llanura, que este año está más blanca debido a que hubo bastante nieve y con el deshielo se formó mucha agua salada
El Salar, que llega a los 120 m de profundidad, surgió en la época en la que el Oceano Pacífico llegaba hasta allí, antes de que a causa del choque de las placas tectónicas se formasen los Andes, hace unos 150 millones de años. Quedó un gran lago salado, que con la evaporacion sufrida durante 40.000 años dio lugar al Salar de Uyuni. A determinada profundidad, todavía hay restos de ese enorme lago, lo que da lugar a manantiales de agua salada, con propiedades terapéuticas. Por cierto, de es gran masa salitrosa extraen 25.000 toneladas al año.
Al borde del Salar hacía bastante fresco, pero a medida que nos adentramos subía notablemente la temperatura. Recorrimos unos 6 kilómetros, hasta el lugar en que se encuentra el gran monumento de bloques de sal que recuerda las varias salidas del famoso Rally París-Dakar. Tras una pequeña caminata, llegamos al Hotel de Sal de Playa Blanca, que es el primer hotel del mundo hecho con grandes bloques de sal. Allí cerca hay un grupo de grandes banderas de varios países dejados por los pilotos del mencionado Rally. Dejamos a nuestra derecha el Volcán Tunupa, que está inactivo, y divisamos en el horizonte la Isla Incahuasi (Casa del Inca) también llamada de los pescadores porque tiene forma de ballena, y otras más (son unas 40).
A medio camino realizamos una inolvidable «comida de campo » (aunque sería más apropiado decir «comida de sal «, ya que estábamos sobre ella) en medio de una gran llanura blanca que se perdía en todos los horizontes. Del sabroso menú destaco la carne de llama fechada y deshidratado, la quinoa, el pamote y la oía (una especie de pequeñas y alargadas patatas de color rojo y blanco….regado con una cerveza Paceña. Terminado tan estupendo y singular almuerzo subimos al 4×4 y nos dirigimos a la Isla Incahuasi, aparcando justo al lado de la bandera de España, rodeados por otras enseñas nacionales, numerosos todo terreno y algunas motos de gran cilindrada.
La isla es la parte superior de una de las montañas anegadas por el lago, y es de formación volcánica. Cuenta con unos 15 habitantes, un restaurante, servicios y pequeño hotelito. Está formada por rocas volcánicas, con un magnífico Sendero fotográfico, el Arco de coral, y en su parte más elevada el Mirador llamado Plaza 1°de Agosto, a 3.742 m de altura. La subida es dura, muy inclinada y entre rocas volcánicas, pero logré completarla. Valió la pena el esfuerzo, por las espectaculares vistas de 360 grados.
De regreso a Uyuni, nos detuvimos para rendir homenaje al sol (Inti) , que nos brindó una espectacular ocultación tras el horizonte, mientras degustábamos un buen vino boliviano con maíz tostado y una especie de patatas fritas. Cerrábamos así una soberbia jornada.
Y sin más dilación regresamos a Uyuni, desde donde les dedico esta crónica viajera.
¡Saludos y salud!. (Fotos: Lajos Spiegel)