Desde que llegó a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump se ha mostrado como una fuente inagotable de decisiones arbitrarias, negativas, y más propias de un ser desequilibrado que de una persona normal. Máxime cuando estamos hablando del “jefe” de la primera potencia mundial (con permiso de Rusia y China). Trump parece empeñado en ser siempre noticia (¿Cómo Gelo?), y casi no hay día en el que no nos sorprenda o cabree con alguna decisión salida de tono, que causa alarma social nacional o internacional.
Como saben, la tiene tomada con los inmigrantes de todo tipo y condición, aunque sus asesores y la oposición le han hecho suavizar su discurso y sus decisiones en más de una ocasión. Pero cual volcán aletargado, de vez en cuando lanza un rugido en forma de ex abrupto, como ahora que ha colocado en su punto de mira a un cuarto de millón de salvadoreños, a los que dio ya el “primer aviso” para expulsarlos del país, en el que por cierto entraron legalmente. No se trata, pues, de inmigrantes fuera de la ley. Son personas que llevan casi veinte años residiendo en USA.
Ese enorme grupo de salvadoreños llegaron a las tierras del Tío Sam en el año 2001, como ayuda humanitaria en respuesta a los gravísimos daños causados por un gran terremoto en su país. Están amparados por un Estatuto de Protección Temporaria (TPS), que Trump quiere liquidar, basándose en que El Salvador reúne condiciones para que vuelvan, cosa que no es cierta según comprobé personalmente en el pasado noviembre. Su economía depende en buena parte del dinero que mandan los que están en USA, e incluso en la capital hay un monumento en su honor (en la foto). A raíz de mi visita, mantengo contacto casi diario con Moisés Flores, Carolina Morillo y Alejandra Turcios, que se muestran muy preocupados. Esperemos que se imponga la cordura….
(Foto: Lajos Spiegel)