Tortuguero (Costa Rica), 3 de noviembre del 2017

 

Por Roberto L Moskowich

Una vez más me tocó madrugar, ya que hoy tuve que viajar al Parque Nacional de Tortuguero, que cuenta con una extensión de 18.946 hectáreas de zona terrestre y nada menos que 52.265 hectáreas en su parte marítima.
Me levanté a las 5 de la mañana, porque a las 6.30 pasó Rafael Calvo Molina, que es mi guía de hoy, a recogerme e el Hotel Presidente. Con él viajé hasta Tortuguero, atravesando las llanuras del Caribe Norte dotadas de una rica y exuberante vegetación.
Iniciamos el viaje ascendiendo por la cordillera volcánica del centro de Costa Rica, lo que me permitió ver caídas de agua espectaculares y un bosque rico y variado que conforma el Parque Nacional Braulio Carrillo. A continuación llegamos a las llanuras del Caribe, atravesando bosques lluviosos y grandes plantaciones de plátanos.
Al salir de la ciudad, que fue la más bonita de América Central hasta que en 1910 un terremoto la asoló casi por completo, dejamos a la izquierda el estadio en el que acostumbra jugar la Selección Nacional de fútbol, en medio de un gran parque. Mi guía, que es muy futbolero, me habló de Keylor Navas y se deshizo en elogios de Celso Borges, que está considerado como uno de los más importantes jugadores costarricenses. Por ese motivo, muchos se ha convertido en seguidores del Deportivo de la Coruña.
La mañana amaneció con sol y nubes y una temperatura de 24 grados, subiendo en Tortuguero hasta los 35 grados y con una sensación térmica de 38 grados.
Ascendimos hasta 1.700 metros de altura, donde se produce la «división de aguas», ya que las de esas montañas unas van para el Océano Pacífico y otras para el Mar Caribe.
Antes de entrar en el Parque Nacional Braulio Carrillo pasamos por un túnel unidireccional de apenas un kilómetro de largo. Pronto rebasamos el Río Sucio, con las montañas casi cubiertas por las nubes. La carretera, de doble dirección y con mucho tráfico pesado, tiene muchas y pronunciadas curvas, pero el piso está en buen estado.
Tras un largo, sinuoso y pronunciado descenso, llegamos al Río Sucio y al Río Patria, que atravesamos por un largo puente. Llevábamos ya hora y medía de viaje, y casi todo por la selva.
A partir de ese punto iniciamos una etapa de suaves ascensos y descensos, hasta llegar a un amplio valle con grandes granjas. Tras pasar el Río Blanco y el pueblo de ese nombre, nos detuvimos a desayunar en Guapiles, concretamente en el restaurante «El Ceibo», que debe ese nombre a un árbol Ceibo de más de 300 años. Por cierto que coincidí alli con tres parejas españolas de recién casados .


Después de un generoso desayuno, salimos rumbo al embarcadero de Pavona que estaba a un par de horas. Atravesamos grandes plantaciones de árboles madereros, piña, papaya y plátanos, cuya cinta transportadora pasa por debajo de la carretera y los mueve en grupos de 25 grandes racimos.
Pasamos por Cariani, pueblo de 11.000 habitantes, que es el último núcleo importante de población antes de llegar a Tortuguero y que sirve de apoyo logístico al lugar turístico mencionado.
Luego, hasta el embarcadero, sufrimos muchos kilómetros de carretera de tierra, tan estrecha que tuvimos que parar varias veces para cruzarnos con otros vehículos. Por el camino vimos bastantes vacas con una especie de pequeña joroba y la mayoría blancas o grises. También había algunos caballos y grandes plantaciones de yuca.
En Pavona embarcamos en una lancha descubierta, de nombre «Pachira», con la que recorrimos el Río de la Suerte y el Río Penitencia. No son ríos anchos, pero si caudalosos y con fuertes corrientes. Fuimos río abajo. Es bastante complicado, a causa de las numerosas curvas y por los grandes árboles caídos en el cauce. Nos dimos un fuerte topetazo contra una gran raíz hundida, por fortuna sin consecuencias.
El viaje duró dos horas, navegando por pequeños canales entre la selva tropical, con el sol cayendo a plomo, atenuado por los grandes árboles y la frondosa vegetación. Fue un viaje magnífico, en el que vi cocodrilos, basiliscos (pequeños reptiles que corren sobre el agua y que son parecidos a las iguanas), aves de todo tipo, plantas exóticas, pájaros y gran cantidad de árboles de preciadas maderas.


A medida que nos acercamos a lo que llaman La Laguna, anchea considerablemente el rio y vi manglares, pueblos de pescadores, residencias privadas y potentes motores fueraborda.
Después de un viajé ta entretenido e ilustrativo, atracamos en el muelle privado de mi hotel, el «Aninda Lodge», e el que ocupo un amplio y cómodo bungalow con dos amplias camas. Los bungalows están en medio de una cuidada vegetación, caminando por unas amplias pasarelas que se elevan del suelo más de un metro.
Como es viernes cumplí con el ritual de comer espaguetis boloñesa en honor de mi difunto amigo Germán Pereiro. No estaban como los que me prepara Joseba Andoni en «El Rincón de Ger», sito en la coruñesa Playa de Santa Cristina, pero se podían comer. Coincidí en la mesa con Teresita, Graciela y Ana María, tres simpáticas señoras de Córdoba (Argentina), con las que también cené.
Después de comer, realicé un sensacional recorrido de dos horas, en lancha descubierta, por el Parque Nacional de Tortuguero, lo que me permitió ver monos araña, aulladores y de cara blanca, tortugas negras de río, caimanes, termiteros, cocodrilos, pájaros carpinteros, arañas lobo, de una enorme selva tropical en la que hay jklaguares, panteras, grandes serpientes…. y más de 54 especies de peces.


Subimos lentisimamente por el Río Tortuguero. Luego nos desviamos a la derecha por el Río Chiquero. De allí pasamos al Río Harold. Y también recorrimos un canal artificial, de unos cuatro kilómetros .que hicieron para transportar los grandes troncos de maderas preciosas antes de que el Parque gozase de protección especial.
Y tras vivir otra gratificante experiencia en este magnífico periplo por América Central regresé a mi bungalow. ¿Recuerdan que les comenté que en distintos hoteles de Guatemala, Honduras y El Salvador me asignaron la habitación 218?. Pues aquí ha sido la mitad de ese número, ya que tengo la 109…..
Estoy rendido. Me voy a la cama. Hasta mañana. Les seguiré contando…. mientras el cuerpo aguante. ¡Saludos y salud!. (Fotos: Lajos Spiegel

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