Obviamente no fue un partido con mucha historia. Ni se decidía nada ni era la final del trofeo y ni siquiera el resultado fue como para que un deportivista lo recordase mucho tiempo. Lo que pasa es que fue la primera vez en mi vida que vi en Riazor a mi Deportivo enfrentarse a todo un FC Barcelona. Y claro, eso no se olvida fácilmente.
Corría el mes de agosto de 1981 y tocaba estrenar la grada de Tribuna expresamente construida para el Mundial 82. Me había tocado la fila 1 de la Tribuna Superior, “qué suerte” – pensé-. Pero lo cierto es que para un niño como yo no era una gran localidad, con la barandilla que me llegaba a la altura de los ojos y que me tapaba el campo por la mitad. De mitad para abajo lo veía con barrotes y de mitad para arriba lo veía bien. Pero vaya, que eso no me iba a fastidiar mi fiesta anual del Teresa Herrera.
En las jornadas anteriores el gran Barcelona había caído sorprendentemente ante el Dinamo de Kiev, en tanto que el Deportivo había perdido ante el At. Madrid por 0-3 un día después. No arrojó la toalla en ningún momento el equipo coruñés, pero al final se impuso la lógica, como no podía ser de otro modo.
En ese partido ante el Barça por el 3er y 4º puesto el estadio estaba prácticamente lleno, como correspondía a todo buen Teresa Herrera de aquellos tiempos. En un equipo estaban futbolistas como el malogrado Urruti, como Migueli, como Alexanco, como el televisivo Carrasco. Y como no, las estrellas: Schuster y Simonsen, además del goleador Quini. Enfrente, nuestro Deportivo con Jorge, Carreras, Ballesta, Piña, José Luis, García y nuestro delantero Alfonso Castro, entre otros. En fin, que uno en su localidad de Tribuna, con su gorra del Deportivo, su bandera, su merienda para aguantar los dos partidos y su jersey para la noche (mi madre siempre lo decía: “llévate un jersey o una rebeca que luego de noche refresca”), pues sólo esperaba que el 0-3 del día anterior no se repitiera y que el Deportivo marcase algún gol, que para eso había sido invitado al trofeo por su ascenso a 2ªDivisión.
Pero no fue así, como cabía esperar. A los 14 minutos nos pitan un penalti justo y Simonsen marca el primero. Al filo de la media hora cae el segundo de Schuster, y ya en la segunda parte nos cayeron tres más, uno más de Schuster y dos más para Simonsen en los minutos finales. Un 0-5 en un partido en el que Schuster fue pitado por sus marrullerías y en el que, como anécdota, al final del partido, los dos extranjeros blaugranas –Schuster y Simonsen- intercambiaron sus camisetas con los jugadores del Deportivo y no dudaron en posar con ellas puestas para os periodistas. En aquel momento más de uno soñó con ver a las figuras del Barça jugando para el Deportivo. Como si ahora vistiesen de blanquiazul Neymar y Messi, pongamos por caso.
Muchas cosas han pasado desde aquel 1981 hasta hoy. Las estrellas del Barça siguen siendo fruta inalcanzable para nuestro club, pero por en medio ha habido años en los que han sido los azulgranas los que han envidiado a nuestros jugadores, incluso hasta el punto de quitárnoslos el último día del mercado veraniego ¿recuerdan?. Y como olvidar también los años en los que mientras allí se deseperaban con su Rochemback, su Christanval o su Giovanni, aquí disfrutábamos con Mauro Silva, con Djalminha o con Makaay, el holandés que en la temporada que ganamos la liga marcó más goles que los 8 holandeses que tenía el Barça juntos.
Para el recuerdo quedan los años en los que el Barcelona caía un año sí y otro también en Riazor, los enfrentamientos entre 1992 y 2003 saldados con sólo una derrota, un empate y nada menos que nueve victorias para el Deportivo, incluyendo aquel memorable 3-1 de 1998 cuando el Barcelona visitó por primera vez Riazor con Rivaldo en sus filas, o aquel triunfo un año después por 2-1 con gol de Fran a pase del Turu Flores en el último minuto tras haber empatado Rivaldo de penalti poco antes.
Han pasado casi 35 años desde aquel Teresa Herrera y la diferencia entre los dos conjuntos sigue siendo muy grande, pero nadie nos va a quitar la ilusión, ¿verdad?