Por Pablo García-Ramos Macho
Corren malos tiempos para las cuentas del RC Deportivo. Deudas millonarias, amenazas de embargo, y la sombra de la suspensión de pagos, se cierne sobre el club coruñés. Estas circunstancias así como los vehementes ataques a la figura de su presidente, invitan a reflexionar sobre la reciente historia del equipo blanquiazul.
Quizás sea el momento de valorar la trayectoria de los últimos veinte años del Depor. Muchos de los incondicionales aficionados actuales nacieron con el equipo en primera. Pasaron su infancia entre Riazor y la fuente de Cuatro Caminos festejando los triunfos ante las potentes escuadras del Madrid o Barça. Más tarde, parecía rutinario acudir los miércoles al campo para ver un partido de la Champions League o de la UEFA. Quién puede ahora pensar que fuimos capaces de vencer en campos como Old Tradford o en el Olímpico de Munich, verdaderos templos del fútbol mundial.
Bien, pues ese mérito hay que ponerlo en el haber de Augusto César Lendoiro. Al poco tiempo de llegar a la presidencia logró ascender a un equipo que deambulaba por la división de plata a la máxima categoría en 1991. Tras una temporada complicada, apostó en la siguiente campaña por construir un proyecto basado en una potente columna vertebral para colocar a su alrededor interesantes jugadores procedentes de buenos equipos y que por distintas circunstancias no habían podido demostrar su valía. A partir de ese momento el Depor se coló en la élite del fútbol nacional y poco después entró a formar parte de la aristocracia europea. Lendoiro demostró su conocimiento y olfato para dirigir un club de fútbol. Nadie cuestionó las cuentas del equipo, nadie preguntó de dónde salían los recursos para mantener ese fenomenal equipo.
Desgraciadamente estamos viviendo uno de esos momentos en los que la viabilidad del club está en entredicho. Es posible que el proyecto del presidente haya caducado, pero no es menos cierto que el club ha vivido su etapa más gloriosa de su historia bajo el mandato de Augusto César Lendoiro.
Hagamos un ejercicio de optimismo: si nadie podía imaginar que el Depor nos iba a dar las satisfacciones que nos dio en las dos últimas décadas, quién no se va a creer que vamos a salir adelante de este profundo bache. Forza Depor!
Un pensamiento en “…y al César lo que es del César”
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De acuerdo Pablo, sin ilusión y optimismo no llegaríamos a ninguna parte.
Un abrazo,
Tinín