Cartagena (Colombia), 3 de noviembre del 2018
Hoy me tocó de nuevo madrugar, ya que tenía por delante una larga excursión marítima a las paradisíacas Islas del Rosario, sitas en pleno corazón del Caribe colombiano. Para no despistarles, con eso de que eran pronto les hablo del Océano Pacífico como del Atlántico, les diré que Colombia es el único país de América del Sur que tiene costas en ambos océanos, y que la maravillosa parte que la baña el Atlántico (el mismo mar que en Galicia) es en el Mar Caribe. En pequeño, es como si les dijesen en La Coruña las playas de Riazor y San Amaro.
A las 8 de la mañana teníamos ya 29 grados de temperatura pese a estar nublado, y con puntualidad cronometrica, me recogió en el hotel Atlantic mi nuevo guía, Tiberio Zúñiga, otro estupendo profesional, un todoterreno, que según me dijo es descendiente de vascos a través de sus abuelos.
Subimos por mi calle, la emblemática Avenida San Martín, y tomando la Carretera 1 atravesamos Laguito y siguiendo la Avenida Costanera llegamos al puerto, tras dejar a nuestra izquierda la maravillosa Ciudad Vieja o Colonial.
Para entrar al lugar de embarque tuvimos que pasar un control militar, y luego pagar 16.500 pesos (unos 5 euros) de impuestos para acceder al Muelle Turístico La Bodeguita.
Había mucha gente, la mayoría turistas, y numerosos barcos amarrados al muelle y otros esperando hueco, de mayor o menor porte. ¡Menudo nombrecito que le pusieron al barco en que navegué por el Mar Caribe!. Ni más ni menos que «Sensación Ardiente». Su capacidad era de 51 pasajeros y 2 tripulantes, e iba a tope.
Normalmente, la travesía dura una hora, aunque a nosotros nos llevó bastante más. Les explico:
Cuando nos deslizabamos lenta y majestuosamente por la gran Bahía de Cartagena, disfrutando del entorno realmente singular y único de la Ciudad Vieja (Patrimonio de la humanidad) y la Ciudad Nueva, se paró nos detuvimos porque se paró el motor. Costó trabajo volver a ponerlo en marcha, pero al poco tiempo volvió a pararse. Tras quedar un ratito al pairo, al lograron que echase a andar…. aunque mosqueados.
El cielo estaba bastante cubierto, como si fuera a llover, y el mar muy picado. A pesar de eso, el paseo por la bahía cartagenera resultó delicioso, dejando atrás una zona de portacontenedores, con 6 grandes y potentes grúas, y otros espacios y servicios del largo puerto.
De nuevo, problemas con el motor, que arrancó a la tercera y no volvió a darnos más la lata en el resto del viaje. Hubo quien lo atribuyó a la favorable intercesión de una gran imagen blanca de la Virgen del Carmen que estaba a nuestra derecha, sobre un gran pedestal que emerge en medio de la Bahía….
El puerto, como dije, es muy largo, y solamente atravesándola en barco se da uno cuenta de la grandiosidad de esta Bahía, a la que los descubridores españoles entraron semejanza con la que tenemos en Cartagena (Murcia), de ahí su nombre.
Media hora tardamos en rebasar la boca de la Bahía y antes de salir a mar abierto cruzamos el Estrecho de Bocachica, pasando entre la Batería de San José y el Fuerte de San Fernando. Giramos hacia la izquierda y rebasamos la Isla de Barú, muy boscosa y habitada.
El mar, cada vez más bravo, lanzaba continuamente agua sobre nosotros, y nos empapó totalmente a medida que avanzábamos en mar abierto. Menos mal que el agua del Caribe no es fría como la nuestra….
Cuando llegamos al abrigo de las primeras islas del Archipiélago del Rosario, el mar estaba menos picado y el viaje se tornó más llevadero. Hasta que al fin vimos el «Sensación Ardiente» amarrado en el muelle de la Isla del Sol, que era nuestro destino final.
La travesía resultó algo dura e incómoda, pero la visión de la isla compensó el sacrificio. Es como nuestra dura travesía por la vida, cuando tenemos la suerte de llegar al Paraíso.
Las Islas del Rosario son de formación coralina, y de encuentran a unos 35 kilómetros al Suroeste de Cartagena. En total son 27 islas pequeñas (isla del Rosario, isla Grande, Periquito, Arena, San Bernardo San Martín de Pajarales, isla del Tesoro, etc.).
La Isla del Sol, que cuenta con una playa de arena muy blanca, de formación coralina, es realmente paradisíaca. Tiene tan poca altura, como sus hermanas, que un tsunami las borraria del mapa sin problemas. En el interior de la misma viven 1.200 nativos, hay una laguna y está explotada por y para el turismo. Hay de todo: buceo, kayak, piragüismo, acuario con tiburones y delfines reserva ecológica, piscinas naturales y hechas por el hombre, pequeño parque infantil, varios comedores, tiendas, e incluso un pequeño hotel con nueve amplias cabañas elevadas sobre pilotes.
Un dato positivo: no hay mosquitos ni bichos peligrosos. Y otro mas: la música ambiental que suena al aire libre es muy agradable, sabrosona pero sin molestar. Y un tercero y muy importante: la seguridad es total y se pueden dejar las pertenencias en las tumbonas sin problema alguno.
En la Isla del Sol, muy limpia y muy cuidada, hay diversas variedades de pájaros pero los más comunes son los ya mencionados «María Mulata». Por cierto, mientras me fui a bañar, un precioso macho (de cola mucho más larga) se estaba zampando tan ricamente la fruta que tenía junto a mi hamaca…. mientras al borde casi de la playa unas garzas estaban pescando.
Un dato preocupante: a pesar de los cuidados y la protección a los que están sometidos, los corales sufren los efectos negativos del cambio climático que destruye las formaciones coralinas, circunstancias que los submarinistas confirman una y otra vez.
Cuando llevaba una hora en la isla, el tiempo mejoró notablemente, lo que me permitió disfrutar de la playa y recorrer la pequeña isla.
En medio de esta jornada viajera hubo tiempo para saborear un buen almuerzo típico, a base de pescado frito (capturado por los pescadores de la zona), arroz de coco, patacón, una buena ensalada mixta, regado todo con una buena cerveza colombiana Aguila. Y de postre, dulce de coco con panela (de caña de azúcar) y un buen café colombiano.
Despues de comer salió el sol con fuerza, e hice un nuevo recorrido, pasando junto al gran aljibe de 42.000 m cúbicos de agua, que traen de Cartagena en barcazas. La electricidad la producen con un generador, y yo aproveché para cargar mi móvil mientras comía.
Y después de pasar un día inolvidable en la Isla delSol, pusimos rumbo a Cartagena. El barco, que revisaron durante nuestra estancia, arrancó a la primera. Pero, cuando llevábamos recorrido medio kilómetro, tuvimos que regresar al muelle porque a una pareja de recién casados brasileños se le había olvidado el teléfono móvil. Por cierto, son numerosas las parejas de recién casados que visitan Colombia. ¡Oh, el amor….!.
El mar estaba como un plato, y los pescadores habían regresado a pescar. Muy buena señal, sin duda alguna. Como recuerdo vivo de mi estancia en las Islas del Rosario, y más concretamente en la isla del Sol, cogí dos plantas espinosas, de bonitas flores, para mí terraza.
Ya en navegación, me fijé que todos los chalecos salvavidas ponían por detrás «Sensación Ardiente», nombre del barco, excepto el de un brasileño de la frontera con Corrientes (Argentina)que ponía «Fantasía Caliente»….
A medio camino, paramos un ratito para presenciar las evoluciones de unos delfines muy juguetones, que pasaban de un lado a otro del barco por debajo de la quilla.
Mucho antes de entrar en la Bahía de Cartagena, se divisan desde el mar los más altos rascacielos de esta bella ciudad que me trae a la memoria la popular canción «Cartagenera bonita».
Mientras el mar seguía totalmente en calma, entramos por por Bocachica y seguimos el gran canal de acceso al puerto de pasajeros. Poníamos fin a un placentero viaje de regreso, que nada tenía que ver con agitado de la ida.
Y como estaba al lado de la Ciudad Vieja aproveché para completar mi visita del día anterior, y en la Plaza de la Aduana, donde tiene sucursal el BBVA, se celebraba un gran concierto público conmemorando las Fiestas de la Independencia de Cartagena 2018, visité la gran Iglesia de San Pedro Claver, y en el exterior la voluminosa estatua en que está con un esclavo negro,el Museo del Oro Zenú, la Catedral, y presencié un llamativo desfile de carros de caballos.
Cuando regresé al Hotel ya casi era la hora de salir de juerga en una «Chiva», e ir a la discoteca «Lebrón». Pero eso se lo contaré mañana. ¡¡¡Mientras el cuerpo aguante!!!….
Saludos y salud. (Fotos: Lajos Spiegel!