El año 2018, en sus estertores definitivos, se llevó la vida de una gran pintora y excelente persona, sin permitirnos la cruel parca gozar de su amable y reconfortante compañía por más tiempo; y, además, sin verla celebrar gozosa su siglo de edad. Me refiero a Antoñita Villaverde, a quien tuve el gusto de dedicar más de un artículo, y con quien aparezco en la fotografía que ilustra esta información, tomada el mismo día que inauguró su postrera exposición de pintura, el 18 de agosto del año 2017. Su óbito tuvo una gran repercusión en las redes sociales, especialmente por la nota publicada y difundida por la excelente artista coruñesa Rosa Guisán, gran amiga de la fallecida. De Rosa es el texto que reproduzco a renglón seguido: “Falleció la casi centenaria pintora coruñesa Antonia Villaverde, que muchos conocimos como Antoñita. Descanse en Paz. Os dejo fotos de la exposición que en Septiembre de 2017 inauguró en el Almacén Concept Store. Nació en Carballo en 1920, hija de Antonio Villaverde Muñiz, que regentaba una ferretería en la que hoy es Gran Vía de Eduardo Prado, y de Dolores Pumar Pedrosa. La pasión que Antonia Villaverde siente por la pintura se evidencia en su bata, adornada con alguna línea de color espada de su pincel. Un instrumento que se convirtió en extensión de su mano desde que una monja del colegio la elogió siendo una niña: Deberías dedicarte a esto». «Me enamoré de la pintura, me siento en el estudio y pinto el mundo», confiesa Villaverde, sentada ante una ventana con vistas a la torre de control del puerto y la ría. Su padre ya había establecido lazos con la cultura antes de que ella naciese, después de haber conocido a un jovencísimo Pablo Picasso durante la breve etapa que el malagueño pasó en la ciudad, entre 1891 y 1895”. Descansa en paz, mi querida y recordada Antoñita. (Foto: Lajos Spiegel)