Esta es la semana que tocaba hablar de Valerón. Era la semana propicia para recordar que sería la última vez que veríamos a Augusto César Lendoiro en el palco de Riazor como presidente. Era una semana con un montón de temas que podrían dar lugar a escribir un artículo de la más rabiosa actualidad. Sin embargo, hoy quería referirme a un tema que bien podría haberlo escrito más adelante, pero que el cuerpo me pide hacerlo hoy.
Juan Emmanuel Culio, uno de los puntales del equipo y responsable en buena parte del liderato que ostenta ahora el Deportivo, abandonaba el equipo esta misma semana rumbo a un tal Al Wasl. Un equipo perteneciente al emirato de Dubai y que, sinceramente, desconozco cual es su palmarés, quien juega en ese equipo y del que sólo sé que lo entrena Héctor Cúper porque fue éste el que solicitó su fichaje. No sé ni cuantas ligas tiene porque, entre otras cosas, no sé si se juega una liga para Dubai o se juega una para todos los Emiratos. Podría ponerme a bucear por internet para saber algo más, pero no es que sea algo muy relevante para mí, ciertamente.
El caso es que el bueno de Culio se ha marchado a ese competitivo equipo para ganar varias veces lo que percibía en el Deportivo. Y no han sido pocas las voces que se han alzado para criticarle por el mero hecho de habernos abandonado a mitad de temporada y cuando era tan necesario su concurso. Ha sido calificado desde mercenario hasta acusarle de no sentir nada por el equipo que había confiado en él a principios de temporada.
No creo que la actitud de Culio sea censurable. Quizás podría haberse despedido y no haberse marchado a la francesa ni haber faltado a los últimos entrenamientos. Es cierto. Pero no es menos cierto el hecho de que no se le pueda acusar de “falta de deportivismo”. Él busca lo mejor para él y para su familia y, cuando va a cumplir 31 años en este 2014, le han ofrecido un muy buen contrato. Culio llegó hace pocos meses y no puede sentir por el Deportivo ni la mitad de lo que sentimos usted y yo, que hemos llorado con el penalti de Djukic, con el partido perdido ante el Rayo, con estos dos últimos descensos, y que hemos saltado de alegría con los triunfos que todos recordamos. EL Deportivo apostó por Culio y éste ha respondido en el campo con su buen hacer. Su traspaso ha dejado un poco de dinero que en otra época nos podría parecer una ridiculez pero que ahora nos viene de perlas para pagar los atrasos a la plantilla y para reforzar el equipo en este mercado de invierno. Un dinero con el que no contábamos, en suma.
A lo largo de los últimos años nos hemos encontrado con casos similares, como bien podrían ser los de Bebeto o Scaloni, que, tras jurar amor eterno al Deportivo, volvieron a Riazor con otras camisetas. No voy a nombrar ejemplos de otros equipos porque podríamos encontrar casos verdaderamente sangrantes de este tipo. Lo realmente cierto es que no podemos exigir a ningún futbolista que no busque su futuro y aproveche las ofertas mejores que le puedan llegar, tanto deportivas como económicas. Lo mismo pensaríamos nosotros si nos llegan dos ofertas: una del Inter y otra del Milan. ¿A qué equipo de estos dos iríamos? Al que más nos ofreciese, sin duda. Si luego llegamos y nada más aterrizar nos declaramos “milanistas” o “interistas” de toda la vida es problema nuestro y de nuestros excesos verbales.
El Deportivo somos nosotros, la afición. Somos los que estamos unidos a este club sin necesidad de un contrato que lo certifique. Hemos sido deportivistas en Primera, en Segunda, en Champions y en donde juguemos. Nadie nos puede ofrecer nada que haga que cambiemos de equipo. Pero tampoco podemos pedirle a alguien que venga de fuera a que pueda llegar a sentir lo que nosotros llevamos dentro desde hace tanto. Con que respondan en el campo es suficiente.
Por cierto, este domingo viene a Riazor alguien a jugar con el equipo de su tierra. Él defenderá el escudo de los suyos y querrá ganarnos. Lo que sucede es que resulta que él sí que es deportivista. Fueron tantos años con nosotros que creo que nunca nos olvidará. Ni nosotros a él. Este domingo se llevará la ovación que merece por todo lo que hemos disfrutado con su juego. Eso sí, esperemos que la magia la deje para otro día.