Con el paso de los años nos hacemos mucho más selectivos y prácticos. Aprendemos a valorar más y mejor las cosas y, sobre todo, a las personas. La tendencia natural es eliminar lo superfluo, para centrarnos en aquello que realmente vale la pena. Sin duda alguna, la salud emerge sobre el dinero, el poder o la posición social.
Es así como la amistad también pasa a ocupar un lugar preponderante en nuestras vidas. A medida que caminamos hacia el ocaso existencial valoramos más y más a los buenos amigos. A esos que siempre han estado con nosotros, en las verdes y en las maduras, y que siguen dispuestos a echarnos una mano sin pedir nada a cambio.
Yo siempre he procurado conservar a mis amigos (h-m), y a incrementar su número, pero no en plan de “coleccionarlos”. A ello me ha ayudado, sin ningún género de dudas, la continuada práctica de una de mis normas de conducta: ser generoso en el elogio y parco en la crítica.
Como, además, siempre tuve un natural desapego por las cosas materiales, me ha sido muy fácil ser generoso con mis amigos (h-m), aunque más de una vez alguien me haya tildado de ser un “primo” por invitar u obsequiar a algunas personas.
Siempre he sido optimista, positivista y muy sociable. Por eso me gusta estar con los amigos (h-m), y considero ideal la hora de comer o de cenar para charlar de forma más distendida. Y como, por suerte, mi situación económica me lo permite, trato de hacerlo en compañía.
El culmen de esos encuentros con amigos lo marcan las celebraciones de mi “Cumpleaños Natural” (14-7) y “Aniversario Vital” (30-12), en los que suelo estar acompañado por más de medio centenar de personas, como sucedió aun recientemente con la celebración del pasado 14 de julio, pese a las limitaciones impuestas por el maldito Coronavirus. ¡Espero seguir celebrándolo muchos años, y que ustedes lo vean!.
El escritor, artillero y gastrónomo coruñés Carlos Brea (Carlos Bigotes), a quien vemos en la primera fotografía que ilustra esta información, publicó lo siguiente: “¡Saludos cordiales! ¡Magnifico escaparate! ¿Os acordáis de Calzados Segarra, en la calle Real 37? Pues un alegrón, al ver mis libros expuestos en un espléndido y elegante escaparate de la más céntrica calle coruñesa. Y quiero participaros de esta alegre novedad literaria de moda, simbiosis perfecta de estilo”.
Bajo el título “Érase un país azotado por el Covid”, la escritora y pintora venezolana Ana-Isabel Leonett, me remitió este breve cuento:
“Érase un país azotado por el virus Covid-19. El tiempo que duró el confinamiento había un ambiente de tristeza y soledad. Sólo se oía el canto de los pájaros y el cri-cri de los grillos en la noche oscura y serena.
“Las aguas de mares y ríos se mostraban más limpias y azules. Y las autoridades sanitarias afrontando la crisis con tesón y valentía, dando lo mejor de ellos.
“Un buen día el pueblo se levanta con una alarma social: el rey había desaparecido. De inmediato las autoridades y los pueblos organizan batidas con perros, drones, radares, coches. Se buscaba en los acantilados, cráteres, ríos y montañas adyacentes por si el monarca estuviera allí.
“Se hacían batidas día y noche sin ningún resultado, pero a la semana después de infructuosa búsqueda, salta la noticia: el monarca estaba a 7842 km de su casa, y todo el mundo se preguntaba, ¿cómo era posible que este viejecito impedido, pueda irse tan lejos?
“Pero lo que nadie sabía, era que este monarca poseía una lámpara maravillosa que, con solo frotarla, el duende mágico que llevaba dentro le concedía sus deseos.
“El pueblo que es muy sabio se preguntaba: si el monarca tiene demencia senil ¿Cómo se acuerda para manejar la lámpara y pedirle deseos? Ana Isabel Leonett”.
Las bicicletas que el Ayuntamiento de La Coruña tiene distribuidas por diversos puntos de la ciudad siempre gozaron de bastante aceptación entre la población. Y desde que se puso en marcha la “Nueva Normalidad” aumentó exponencialmente su uso. Mi nieta menor, Lucía, suele utilizarlas, ya que tiene una parada en la “Casa del Agua”, frente a su domicilio. Y algunas de esas bicis, como vemos en la segunda foto, llegan hasta la mismísima Playa de Santa Cristina, en el municipio de Oleiros.
En relación con mi reciente libro titulado “Coronavirus: La pandemia que aterrorizó al mundo”, Ana-María Souza de la Colina, activa y eficaz directora de la galería coruñesa de arte “Xerión”, me remitió este cariñoso mensaje: “Querido amigo. Que bien escribes. Muchas gracias por tu bonita dedicatoria. Un fuerte abrazo”.
Según me comentó Bernardo Romay, factótum del Judo Club Coruña, las instalaciones del Liceo La Paz acogieron estos días unos cursos de monitor, entrenador y maestro, en los que participan más de cien personas, realizando los cursos de técnico deportivo 1-2-3, nivel especialista en judo, jiujitsu, aikido, etc. Es de resaltar la presencia, entre ellos, de Manuel Meilán, de nada menos que 74 años de edad.
La excelente pintora coruñesa Rosa Guisán publicó lo que sigue: “Mirad en lo que me entretengo. Dibujando con aguja e hilo. Aprovechando retales de tapicería. Un tapiz para la puerta interior del baño de Oza. Ella es Pandora y está cerrando su caja dejando la Esperanza dentro. Que nunca nos falte”.
Finalizo por hoy. Prometo seguir publicando más crónicas de esta “Nueva Normalidad”. ¡¡¡Mientras el cuerpo aguante!!!. (Fotos: Lajos Spiegel).