Yangón (Birmania), 19 de noviembre del 2015

Mercado Bogyoke, “House of Memories”, Templo Chauk Htat Gyi y la gran Pagoda Shwedagon

1Por Roberto L. Moskowich

 

Aún a fuer de resultar reiterativo, tengo que comentarles que también hoy, jueves y vigésimo cuarto día de mi largo y maravilloso viaje, me ha tocado madrugar nuevamente. Tuve que levantarme a las 5,30 de la mañana, ya que tuve que volar a Yangón, que es la capital de Birmania (Myanmar).

El día amaneció bastante nublado, por lo que mi despedida de Bagán fue con una temperatura bastante aceptable, debido sobre todo a una generosa y reconfortante brisa.

 

Rumbo a Yangón 

Después de desayunar y chequear la salida del “Hotel Raza Gyo”, a las 6,45 horas llegó mi guía con el fin de trasladarme al aeropuerto internacional de Bagán, trayecto en el que solamente invertimos veinticinco minutos. Por cierto que la terminal aérea de Bagán tiene un aspecto exterior muy bonito, acorde con la extraordinaria importancia de la zona inmensa arqueológica circundante.

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El vuelo entre Bagán y Yangón lo efectué en un avión turbohélice “ATR 72”, de la “Yangon Airways”, compañía aérea cuyo lema es “Usted está seguro con nosotros”. Con capacidad para 70 pasajeros, las butacas resultan muy cómodas, ya que hay un generoso espacio entre las filas de asientos.

La tarjeta de embarque carecía del nombre del pasajero, todos los datos estaban en idioma birmano, y el vuelo, la hora de embarque y la puerta de salida están escritos a mano. ¡Ah!, y nada de asientos reservados….Por libre, al asalto de la butaca.

La salida se realizó con total puntualidad y, tras efectuar un giro de 180º sobre el Río Grande, pusimos rumbo a Yangón. El vuelo, que duró una hora y veinte minutos, fue muy tranquilo, y a las diez de la mañana tomamos tierra en el aeropuerto internacional de la capital birmana.

La terminal nacional de Yangón deja mucho que desear. Sus limitaciones de espacio y la precariedad llegan al extremo de que los únicos servicios higiénico para caballeros solamente tiene seis urinarios y dos váteres….Me cuentan que llevan mucho tiempo construyendo una nueva terminal, pero por lo que he podido apreciar no ofrece visos de la que la terminen pronto.

 

Mercado Bogyoke 

La principal vía de acceso al centro de la ciudad fue un atasco continuo, debido a unas obras que están realizando en el centro de la calzada y que ocupan varios kilómetros. Por tal motivo el trayecto hasta el hotel nos llevó un par de horas largas.

Con el fin de recuperar la hora perdida, cuando llegué al hotel me limité a dejar el equipaje en la habitación, y trasladarme sin demora, bajo un sol de justicia, al gran mercado Bogyoke Aung San, que tiene dos plantas y unas torretas.

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El mercado me produjo una impresión muy grata. Entre sus especialidades se encuentran los diamantes, jades, otras variadas piedras preciosas, perlas, oro, tallas de madera, tejidos, ropas confeccionadas con las mejores y más llamativas sedas, bolsos y “longyi” (la prenda típica de los birmanos, a la que me referí ya en crónicas anteriores).

El mercado es un gran recinto, cerrado y cubierto, con un interior muy amplio compuesto por varias naves de unos 100 metros de largo por 100 metros de ancho. Tiene un ancho pasillo central, a modo de “avenida”, cruzado por varias calles numeradas como si de una pequeña ciudad se tratase. Incluso posee oficinas bancarias, muy bien instaladas por cierto, en una de las cuales efectué un ágil cambio de moneda.

Al fondo del largo recinto, un paso elevado comunica la parte posterior del Mercado con otra edificación independiente, que corre paralela y separada del espacio principal por una amplia calle, que también está llena de tiendas pero de inferior fuste.

 

“House of Memories” 

Una vez finalizada la interesante y detenida visita al Mercado Bogyoke, nos trasladamos nos trasladamos a comer a un restaurante con auténtico encanto, llamado “House of Memories”. Está en un edificio de dos plantas de estilo colonial, muy bien conservado por cierto, en el que habitó con su familia un alto cargo militar inglés, cuyas fotografías adornan los muebles antiguos que hay en las diversas estancias de la casa, hoy dedicadas a bellos y acogedores comedores.

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Durante mi recorrido por la mansión vi en el patio bajo dos auténticas joyas automovilísticas, sin placa de matrícula. Se trata de dos grandes coches de época: un “Peugeot” y un “Bentley”, que en sus tiempos utilizaron los dueños de la casa.

El piso superior es un auténtico museo, ya que conservan tal como estaba la oficina del General Aung San, héroe birmano que luchó contra los ingleses para lograr la independencia de Birmania, contando para ello con la ayuda de los japoneses, y también en la Segunda Guerra Mundial. Aung San fue asesinado el 19 de julio de 1944 por orden de U Saw, por entonces Ministro de Birmania….

Y en tan maravilloso como evocador entorno fue un auténtico placer disfrutar de un sabroso menú birmano, regado con un buen vino del país.

 

Templo Chauk Htat Gyi 

Rematada la estupenda comida y la interesante visita de la “House of Memories”, nos dirigimos al Templo Chauk Htat Gyi, que guarda en su interior un gigantesco Buda reclinado, que mide 72 metros de largo y data del año 1954. En este lugar cantan nueve veces al día el “Rosario budista”.

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Por cierto que para entrar a este templo no bastó con cumplir el “obligatoria ritual” de descalzarme y quitarme los calcetines, ya que tuve que entregárselos al guardián del sagrado recinto….

La impresionante imagen de Buda tiene en ambas plantas de los pies 108 marcas o dibujos muy llamativos, que representan los tres mundos: 59 marcas son del Mundo Inanimado (Okasolaka), 21 pertenecen al Mundo Animado (Sattaloka), y las 28 restantes son del Mundo Condicionado (Sankharaloka).

Y entre las otras numerosas cosas interesantes que hay en este enorme templo, de planta alargada, destaca un gran altar con cientos de imágenes de Buda, que es una ofrenda realizada por el Reino de Tailandia en el año 2004.

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Pagoda Shwedagon 

La Pagoda Shwedagon, o Shwedagon Paya (Shwe significa dorado), está considerada como el templo budista más hermoso del mundo. Se encuentra en lo alto de la Colina Sanguittara, que tiene unos 70 metros de altura, y se ascienda hasta la base del templo por medio de unos ascensores modernos y muy rápidos con capacidad para 20 personas cada uno.

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La gigantesca Pagoda Shwedagon está rodeada de cientos y cientos de pagodas y templos, de muy diversas épocas, e incluso hay un templo enorme de color verde que es copia fiel de otro de la India. Por allí desfilaban casi en tropel miles y miles de curiosos, viajeros y turistas, mientras los fieles recitaban sus oraciones y realizaban las tradicionales ofrendas del agua y de las flores, o entregaban alimentos y limosnas a los monjes y novicios.

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Según la leyenda, la Pagoda Shwedagon data de hace más de 2.500 años, pero fue recuperada de entre la vegetación en el año 308 antes de Cristo. Es conocida también como “El relicario de los cuatro Budas”, ya que tiene una gran imagen de Buda en cada una de sus cuatro entradas. Antes del año 1954 sufrió dos grandes ampliaciones, y en la actualidad mide 99,36 metros de altura.

Hasta el Siglo XIV, la Pagoda fue sostenida por 32 Reyes de la Dinastía Okkalapa, y desde el año 1374 por el Rey Banya y sus sucesores. El primer incremento de su altura se efectuó en el año 1453, al subir al trono Shin Saw. Pero el aumento definitivo, hasta alcanzar los 99,36 metros actuales, no se realizó hasta el año 1774, bajo el mandato del Rey Sinbyushin.

Dentro de la Pagoda, que está recubierta de oro, hay ocho cabellos de Buda y una valiosísima colección de joyas y piedras preciosas donadas por Reyes y nobles birmanos. La cúpula está recubierta de 8.688 planchas de oro, que pesan más de 50.000 kilos. Del parasol cuelgan 1.065 campanas de oro y 420 de plata, y en lo alto tiene 5.441 diamantes, con un total de 2.72 quilates, sobresaliendo un diamante de 76 quilates. Cada año la recubren con pan de oro, y en la base de la veleta hay 2.317 rubíes, zafiros y topacios. ¡Muy propio de un cuento de “Las mil y una noches”, vamos!.

El largo recorrido por la Pagoda y los templos que la rodean, con los pies totalmente descalzos y el suelo de mármol y de piedra muy caliente, debido a la fuerza del sol, fue un auténtico sacrificio “cultural-religioso”, pero la extraordinaria belleza de Shwedagon y su abigarrado entorno monumental compensaron con creces el cansancio y la incomodidad del sudor producido por el fuerte calor y la gran humedad.

 

El “Karaweik” y el “Pandomar” 

Cuando bajé de la Colina Sanguittara era totalmente de noche, lo que me permitió contemplar en todo su esplendor luminoso el famoso restaurante “Karaweik”, instalado en un barco completamente dorado y muy bien decorado que permanece anclado. Lo que más me llamó la atención fue comprobar que el menú era muy económico, ya que solamente costaba 10 dólares USA por persona.

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Me hubiese gustado cenar en el “Karaweik”, pero ya tenía reservado en el restaurante “Pandomar”, que cuenta con unas modernas instalaciones y está rodeado de un bonito y amplio jardín. Allí cené un exquisito menú birmano (del que únicamente no me gustaron unos platillos y salsas de pescado), regado todo con buena cerveza local.

Después de cenar nos trasladamos directamente al hotel. Tras poner en orden mis numerosas notas y fotografías, al fin tomé contacto con las sábanas. Estaba bastante cansado físicamente, pero al mismo tiempo muy reconfortado con lo que había visto y disfrutado a lo largo de tan intenso día.

¡Buenas noches, Birmania!.                                         (Fotos: Lajos Spiegel)

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