Quito (Ecuador), 6 de noviembre del 2018

En mi crónica de ayer, omití comentarles dos sorpresas muy agradables de mi estancia en la Hacienda «Las Palmeras», que tiene dos altísimas en el jardín. Cuando regresé de cenar, mi bungalou estaba perfectamente caldeado, pues habían encendido la chimenea y la madera no daba olor ni había rastro alguno de humo. Y al acostarme, encontré dentro de la cama una bolsa de agua caliente, con una funda bordada muy bonita. La temperatura exterior era de 10 grados….
Ayer me levanté a una hora mucho más cristiana: las 7 de la mañana, y gocé de un exquisito desayuno a la carta.¡Nada de bufet!. Por cierto, al salir de mi alojamiento me encontré un fruto muy curioso que me llevo para mí casa. Se trata de un tocte, cuya cáscara es tan dura que hay que partirla con una piedra o un martillo.
Como dije, la Hacienda en que me alojé tiene un amplio y bonito jardín. Junto a la Recepción hay un edificio anexo que tiene una cúpula como si fuese una iglesia, pero es un criadero de cuyes, muy estimados y comidos en Ecuador. El cuy es una especie de rata o hampster grande. Es un animal energético positivo, usado por los chamanes para curar y para quitar el mal de ojo. Cuando muere un cuy en la casa, tienen llamar al chamán, para que haga un ritual de «limpieza» del hogar.
Puntualmente, dejamos Otavalo, ciudad andina cuya población mayoritaria indígena, y pertenecen a la etnia de los otavalos. Mi primera visita fue a la Laguna de Cuicocha, que está en el cráter del volcán Cotacachi, y cuya agua es muy fría, ya que está a 4 grados bajo cero.

De camino, encontramos gran cantidad de eucaliptos, introducidos en el país a comienzos del Siglo XX, con el fin de combatir la malaria, cumpliendo una orden que el Papa había dado a los Jesuitas, que comenzaron los tratamientos con una infusión del polvillo de las raspaduras de los troncos. También usaban la madera para las máquinas de vapor y para la construcción.
La subida hasta el cráter es muy larga, y en las laderas del volcán las unas tierras son muy fértiles. A unos 5 kilómetros de la Laguna de Cuicocha comenzó a llover, y bajó una niebla no muy espesa, pero incómoda. La terminación cocha significa agua o laguna. Cotacachi-Cuicocha está a 17 km de Otavalo.
La Laguna de Cuicocha está a 3.200 m de altura, y en el medio de la misma hay dos islotes, que realmente son dos nuevos volcanes que pueden entrar en erupción en cualquier momento, sobre todo si se vuelve a producir el choque de las placas tectónicas.
El Volcán Cuicocha se llama también María Isabel de las Nieves, ya que todos los volcanes de Ecuador tienen nombres: femeninos (la mayoría) o masculinos. La Laguna tiene 21 kilómetros de largo y 14.7 de ancho, y el pico Sur del volcán está a 4.939 m de altura.
Ascendí caminando la Ruta Sagrada, que me condujo hasta el borde más alto de la ladera del cráter. A medida que ascendía, encontré un Calendario Solar (Inti Taitata Rakuna), Inti es el Sol; un Calendario Lunar (Killa Mamata Rikuna), Killa es la Luna; el Sitio de Ofrendas (Wuaccha Karana), un altar con tres niveles sobre una Cruz Chacana; y, a la altura del final de la Laguna Cuicocha, un Baño Ritual (Armana Uku), con la representación de una cascada purificador. Todo el recorrido del sendero por el borde del cráter dura 4 horas.
El regreso lo hicimos por otro sendero, cubierto de vegetación, siguiendo una larga escalera de bajada por la que descendimos 400metros. Tuve que descender con sumo cuidado, ya que a causa de la lluvia estaba mojada y el riesgo de resbalar era grande, cosa que por fortuna no sucedió. Terminaba justo en el control de acceso al lugar, donde nos esperaba el coche.
Cruzamos la ciudad de Cotacachi, donde hay grandes fabricantes de cuero, entrando por la calle Bolívar, y dejando la urbe por la calle 9 de octubre, en el Barrio Oriental, y nos dirigimos a Otavalo.
Los otavalos tienen los cabellos negros y muy largos, para mantener una mejor conexión con el Sol. Usan sandalias: negras las mujeres, y blancas los hombres. La vestimenta femenina es muy colorida y usan un par de faldas, sujetas con dos fajas bordadas : la primera es ancha, y por encima va unan más estrecha.
Lo primero que visité fue su gran Mercado Artesanal, que es muy importante en la región. Está muy bien ordenado y limpio, y ocupa toda la Plaza de Ponchos. Allí hay de todo, y a unos precios bastante razonables. La ciudad es muy tranquila y tiene muy poco tráfico de vehículos.
Subiendo por la calle Sucre, que es muy comercial y animada, llegué a la Plaza Bolívar. Allí se encuentra el bonito edificio blanco de la Alcaldía y la Iglesia de San Luis-Santuario del Señor de las Angustias, fachada importante construida con ladrillo ornamental y un interior amplio y muy bonito.

 

En el centro de la Plaza, que es un parque, hay un monumento pétreo con una gran cabeza de indígena. Se trata de un homenaje del pueblo Kichwa Otavalo al cacique Rumiñahui.
Tras tan interesante visita, dejamos Otavalo para dirigirnos al pueblo indígena de Peguche, situado solamente a unos 4 kilómetros de distancia, atravesando la línea férrea del tren turístico que va al Norte. Ya en Peguche, nos dirigimos al restaurante indígena «Sumac Micuy «, donde disfrutamos de una comida totalmente tradicional de esos andurriales, cocinada en unos hornos de barro como los de los antiguos panaderos gallegos. Tango el cocinero como el camarero eran indios puros de largo pelo negro.
El menú indígena incluyó un gran cuy, que tal cual parecía un pequeño cochinillo, con el que aparezco en una de las fotografías. Como les dije, el cuy es una especie de rata grande o un hámster de buena dimensión. ¿El sabor de la carne?: si no nos dicen que es de cuy podríamos tomarla como si fuese de otro roedor, como por ejemplo el conejo. Tal cual.

 

Finalizada tan típica comida, pusimos rumbo a Quito, dejando Peguche por la calle Ruko Ñan (ñan significa calle) en un momento en que lucía el sol entre las nubes y la temperatura era muy agradable.
Me fijé que los buses escolares llevan un gran letrero en cada costado, en el que pone: «Pare. Escolar e Institucional» y tienen preferencia de paso. Y hablando de letreros, en el Poder Judicial de Otavalo estaba pintada la figura de una mujer, con esta leyenda: «Yo no deseo que las mujeres tengan poder sobre el hombre, sino que sean ellas mimas». Dicho queda….
Tras rebasar Otavalo, entramos en la Carretera Panamericana, y nos paramos para degustar los populares «bizcochos» típicos de la región de Cayambe, que es la cuna de la producción de rosas en el Ecuador. Los bizcochos no son dulces como los nuestros. Están hechos con harina de maíz, mantequilla, sal y levadura.
Luego dejamos la Panamericana y atravesamos Tabacundo, con sus grandes plantaciones de rosas. Por cierto, la Panamericana no pasa ahora por Quito, con el fin de eliminar la contaminación atmosférica y acústica, el tráfico pesado y el peligro para la población.
Pasamos el puente sobre el Río Pisque, en un paraje entre grandes desfiladeros y circulando por una carretera nueva de un carril en cada sentido. A los bordes de la Ruta unos carteles muy patrióticos ponen: «Cuando viajes, primero Ecuador». Hay que ahorrar, invertir en el país, y no gastar los dineros en el extranjero….
Tras pasar el puente sobre el Rio Coyago, volvimos a entrar en la Panamericana y afrontamos un largo descenso con muchas curvas, hasta llegar al puente del Rio Guayllabamba en que iniciamos otro tramo de subidas muy pronunciadas y numerosas curvas bastante cerradas.
Cuando estabamos a unos 15 km de la capital, rebasamos la desviación al Aeropuerto Internacional Mariscal Sucre de Quito, entramos en el Quito Metropolitano, y la carretera aumentó a 4 carriles, hasta que en el peaje de Oyacoto volvimos a la ruta de doble carril en cada sentido., y unos letreros indicaban: «Prohibidas Ventas Ambulantes».
Entramos a Quito por la Autopista General Rumiñahui, desde cuya parte alta hay unas impresionantes vistas de la ciudad y del monumento a la Virgen del Panecillo. En la bajada está el Coliseo General Rumiñahui, y enfrente la Politécnica Nacional. Un poco más adelante, a la izquierda, está el grande y moderno edificio acristalado del Museo Nacional del Ecuador.
Mi entrada en el Hotel Embassy se produjo en unos minutos, llegando literalmente «mallado», pero muy satisfecho de la jornada viajera que había disfrutado. Mañana me toca viajar hacia el Sur, por la Avenida de los Vllcanes, la reserva faunistica y el Volcán Chimborazo y Riobamba. Ya les contaré. ¡Saludos y salud!.

(Fotos: Lajos Spiegel)

Previous post Visitas a la ciudad de Quito y a la de Mitad del Mundo, con traslado y alojamiento en la de Otavalo
Next post Por la Avenida de los Volcanes, a la Reserva Faunistica y Volcán Chimborazo, y a Riobamba

Deja una respuesta