Hoy voy a hacer como “los ingleses” en mis tiempos mozos: voy a hablarles del tiempo. Y más concretamente, del tiempo atmosférico. Hacía muchos años (al menos en los que yo recuerdo, y ya son unos cuantos….) que Galicia no soportaba un “tren” tan intenso y continuado de temporales, borrascas y demás perturbaciones meteorológicas. Hemos tenido, y seguimos teniendo, un otoño-invierno lleno de episodios climáticos adversos: agua, frío, viento, galernas, nieve, marejadas, heladas, etc. En ese aspecto, no nos privamos de nada, la verdad sea dicha. Los destrozos y daños causados por los temporales, tanto tierra adentro como en las costas o en las riberas de los ríos, son incontables, y su cuantificación (aún por determinar en muchos casos) es muy elevada. Muchas de nuestras playas, especialmente las más grandes, han sufrido enormes destrozos e importantes pérdidas de arena. Aunque es normal que en estas épocas del año las playas pierdan arena, también es normal que más tarde la recuperen.
Es un llevar y traer que controla la propia Naturaleza, sin necesidad de la intervención del ser humano. Pero hay otras circunstancias mucho más desfavorables, en las que ese reflujo y flujo arenístico no se produce, y la arena que los duros temporales ha arrastrado, no vuelve jamás a la playa. Eso lo saben muy bien los expertos en estos temas, que afirman que, por ejemplo, la que se llevó de la coruñesa Playa de Santa Cristina (en la fotografía) ya no volverá en la misma cantidad que ha restado el mar. Ha sido tanta la arena perdida que, cuando sube la marea, en la zona del Club de Regatas apenas quedan dos metros de arenal entre las escaleras y el mar. Mientras, por el contrario, continúa aumentando la arrastrada hacia delante del Hotel Rías Altas y frente a La Barra, con una lengua de arena que casi llega a la Playa de Oza. Tal cual, se lo cuento. (Foto: Lajos Spiegel)