“La leyenda del oro” es un tema recurrente, que mantiene su vigencia en Galicia desde el lejano tiempo de los romanos. Y eso que ya llovió largo y tendido desde entonces…. Varias e importantes han sido las explotaciones auríferas, y todavía hay algunos ríos que, desde hace miles de años, arrastran pepitas o partículas de oro en sus aguas. Ese no es ningún secreto, como el mítico de los “mouros”, para los pobladores galaicos. Recuerdo oírle hablar al padre de un alumno mío, que trabajaba en el Laboratorio Xeolóxico de Laxe, que había sido creado por Isidro Parga Pondal y del que fue máximo responsable Juan-Ramón Vidal Romaní, catedrático emérito de la Universidad de Compostela. Los minerales gallegos siempre fueron codiciados por gentes de allende nuestras fronteras, llegados al Finisterre gallego en busca del estaño (Islas Casitérides) o del wolframio (II Guerra Mundial), además del cuarzo, caolín, o el niobio o el tántalo, que son el moderno “oro negro” de los teléfonos móviles y las modernas tecnologías, incluso la militar.
Pero es el oro el que sigue marcando la pauta, pese a que los romanos esquilmaron a fondo Galicia. En algunos casos hicieron grandes obras de ingeniería para extraerlo, e incluso perforaron montañas para desviar el cauce fluvial. Ríos como el Ourol o el Anllóns (el del bardo Pondal) siguen arrastrando restos de oro. Y eso me recuerda lo que me sucedió en Nueva Zelanda el 17 de noviembre del 2009, en Arrowtowm, cuyo río dio mucho oro durante el Siglo XIX. Estaba grabando y, al intentar vadearlo, resbalé en una piedra y me precipité al agua. Cuando regresé al pueblo (en la foto, tal como se conserva desde 1860) mi guía me preguntó que me había pasado, ya que con el sol la ropa estaba llena de estrellitas luminosas, debido a las minúsculas partículas de oro que llevaba adheridas…. Tal cual, se lo cuento. (Foto: Lajos Spiegel)