No cabe duda que las Felicitaciones de Navidad han recobrado vigencia a lo largo de estos últimos años; pero, en mi opinión, la han logrado a costa de “deshumanizarse” y “despersonalizarse”. Antes, casi todos invertíamos un cierto tiempo en escribir las que enviábamos, vía correo postal, a nuestros amigos y familiares. Incluso las empresas cumplían con ese cometido social “de obligado cumplimento”. Y también los Clubes y Sociedades. Recuerdo que en mis tiempos como Director del hoy BBVA enviaba un mínimo de 500 tarjetas personales a los clientes distinguidos, “rutina” que también practiqué en la presidencia de la Coral Polifónica “El Eco”, así como en las diversas Federaciones deportivas que presidí. Había muchas felicitaciones también de las Parroquias y otras de carácter institucional: Ayuntamientos, Diputación. Gobierno, etc. Ahora, con la irrupción de las nuevas tecnologías, todo eso dio un vuelco total, y así recibimos preciosas fotos y videos de gentes y lugares muy diversos (de La Coruña he recibido algunas creaciones maravillosas). Por mi parte, este año, al igual que en los precedentes, he notado un gran incremento de felicitaciones navideñas. Pero, con la particularidad, apuntada antes con carácter general, de que la inmensa mayoría fueron tramitadas por WhatsApp y por medio de las redes sociales, especialmente a través de Facebook. En las personalizadas y enviadas por correo, algunas son realmente preciosas y auténticas obras de arte. Y, de entre todas ellas, destaco la de un vate de nada menos que 96 “juveniles” años de edad. Dice así: “Te desea mucha suerte, y con no menos honores, en el año que comienza, José-Manuel Liaño Flores”. Y esta fue mi respuesta: “Otro tanto te deseo, mi querido compañero. Que tu vida sea un paseo, desde el comienzo de enero”. Ahí queda eso…. (Foto: Lajos Spiegel)