Corría el mes de abril de 1984 cuando en un partido entre el RC Deportivo y el Castilla el entrenador merengue, el coruñés Amancio Amaro, manifestaba que el público de Riazor animaba poco al Deportivo. En aquel partido que pude presenciar en Riazor se había adelantado el Castilla con gol de un tal Míchel, empataría Vicente para, a falta de 10 minutos, marcar Traba el 2-1, con tan mala suerte que 5 minutos después y con el partido agonizando, marcaba el Castilla el definitivo 2-2 con los consiguientes pitos de los aficionados. Fue un año de transición desde el mazazo del año anterior al perder el ascenso con el Rayo y esperando tiempos mejores que ya se retrasaban demasiado. Eran años en los que el sufrimiento y la resignación eran una constante y que hacían del aficionado deportivista un personaje singular que acudía al estadio junto con –como mucho- 8000 aficionados más y al que eso de animar no se le daba nada bien. Aunque tampoco había en el campo un espectáculo que le levantara de sus asientos, la verdad.
Pero todo eso cambió pocos años más tarde. Primero fueron los llamados “niños del ascenso”, luego vino el ascenso en sí, las ilusiones, el Superdépor, los títulos… y también las decepciones. Pero la afición deportivista ya era de otra pasta. Pasara lo que pasara siempre estaba al lado del equipo. No le abandonaba, le animaba en las duras y en las maduras. Riazor pasó a ser el lugar donde los jugadores se sentían queridos, donde sabían que siempre recibirían un consuelo cuando las cosas vinieran mal dadas. ¿Quién no se acuerda de las imágenes tras perder el ascenso en la promoción de 1989? ¿Hace falta recordar la reacción con el penalti de Djukic? Fuimos un ejemplo animando al equipo cuando éste iba perdiendo por 0-5 ante el Mónaco en Riazor en nuestro –hasta hoy- último partido de Champions, animamos sin cesar entre lágrimas tras consumarse estos dos últimos fatídicos descensos, hicimos colas interminables para renovar el carnet en Segunda… estábamos orgullosos de ser la afición que éramos.
Pero todo esto ha vuelto a cambiar, desgraciadamente. Hace pocos días jugamos un importante partido ante el Español donde no arrancamos nada más que un triste empate. Me acordé del que disputamos hace dos años ante el mismo equipo y donde Riazor fue una olla a presión. Daba igual que hubiésemos tenido una temporada difícil, casi desahuciados a mitad de curso, con reproches por la excesiva cantidad de jugadores portugueses. Era lo mismo, el descenso estaba en juego y había que estar ahí animando. Al final ganamos por 2-0 con el único borrón del inmaduro Nelson Oliveira al marcar el segundo gol y encararse con el graderío.
Pero nada de ese ambiente se repitió este año. Ni ese día del Español ni ayer en el importantísimo partido frente al Córdoba. Ambiente desangelado, pocos ánimos al equipo, mal juego y un mal rollo en el ambiente propiciado por múltiples factores sucedidos esta temporada.
Qué duda cabe que los sucesos de Madrid Río han marcado la temporada del Deportivo, pero es muy posible que una mejor clasificación del equipo ayudase a pasar página y evitasen desviar la atención de lo meramente deportivo.
Pero no ha sido así. Se ha reprochado a la directiva el no haber dado la cara, se habla muy poco de las investigaciones policiales, otros reprochan que se quiera convertir en héroe, mártir o lo que sea a quien fue en todo caso una víctima, todos pensamos que hay que decir alto y claro lo que pasó y no acabar echando la culpa al Sumo Hacedor por haber puesto un río en Madrid cuando creó el mundo. En fin, todo cosas que no hacen sino dividirnos y que el mal momento deportivo del equipo ha incrementado hasta límites inaguantables.
Escucho por la radio en estos momentos que Víctor Fernández deja de ser entrenador del RC Deportivo y que suena con mucha fuerza el del exdeportivista Víctor Sánchez del Amo. No sé si los ceses de entrenadores son los revulsivos que se necesitan aunque ahora parece que sí lo es. Aquí, hasta el descenso de 2011, habíamos tenido 8 entrenadores en los años en Primera desde 1991. Ahora llevamos 6 en tres años y un sinfín de futbolistas que pasan un año o menos entre nosotros. Cuanto echamos de menos la estabilidad que teníamos antes, ¿verdad?
Riazor es un sitio triste en estos momentos. Para volver por la senda del triunfo hay que empezar por arreglar esto. Ojalá lo consigamos. Yo soy optimista.
Y lo curioso de todo esto es que, a día de hoy, seguimos fuera del descenso. Que paradójico.