Moskowich: Tiblisi (Georgia), 6 de octubre del 2019
Interesante y muy completo recorrido por la ciudad de Tiblisi, capital de Georgia
Por Roberto L. Moskowich
Aunque me encuentro de viaje, me gusta cumplir con mis amigos y compañeros, aunque solo sea para acompañarles moralmente en los malos momentos. Tal como hice ayer con los deudos de Pilar Valiño, hoy quiero testimoniar mi pésame a José-Luis Souza Porto, querido compañero en el Club de Leones La Coruña-Marineda, y a su hija Natalia, por el fallecimiento de su esposa, Maricha García Corral. Y también a los familiares y amigos de Santiago Vilariño, querido amigo y colega, con quien estuve en Radio Juventud, antes de que fuese absorbida por Radio Nacional de España. Descansen en paz Maricha y Santiago.
Y tras este preámbulo necrológico, les diré que ayer noche, después de cenar y desde el amplio ventanal de mi habitación en el séptimo piso, disfruté de una preciosa sesión de fuegos artificiales que, según me dijo hoy mi guía, Niño Khasaia, eran para celebrar el «Día de la Capital». Y también gocé de la impresionante vista de la Catedral de la Santísima Trinidad, profusamente iluminada.
Hoy amaneció un día estupendo, y como tengo la suerte de estar en un piso alto y de que mi ventanal esté orientado al Este, contemplé una preciosa salida del Sol, que emergió por detrás de la torre de la Catedral. Por cierto, en el desayuno tomé unas exquisitas filloas, idénticas a las de Galicia. Solas, y con miel, estaban muy sabrosas.
Con suma puntualidad, me recogió en el hotel mi guía, Nino, que pese a su juventud demostró dominar la profesión, además de ser sumamente simpática.
Bajamos hasta la Avenida Rustaveli, que es la calle principal de Tiblisi, y giramos en la Plaza de la Libertad, para seguir hasta Methaki Street. Caminando por calles estrechas, la mayoría sin aceras, seguimos hasta la Iglesia de Metheki, situada en un acantilado al borde del Río Kura. Al lado de la Iglesia está la gigantesca estatua ecuestre en bronce del Rey Vajtang I, fundador de Tiblisi. Desde allí hay unas magníficas vistas la ciudad, el teleférico, la Fortaleza de Narikala, la enorme estatua de la «Mujer de Georgia», la Catedral, la Residencia del Presidente de la Nación y el río, que procede de Turquia, pasa luego por Azerbaiyán, y desemboca en el Mar Caspio.
En este lugar fue donde comenzó la nación de Georgia, que tiene sus orígenes en Iberia. Todo estaba ocupado por unos grandes bosques, hasta que el Rey Vajtang Gorgasali ordenó talar los bosques y construir Tiblisi, nombre que significa «agua caliente». Gracias a sus fuentes de agua mineral, se convirtió e una de las ciudades más importantes del Cáucaso, y en el Siglo XII era el centro político, económico y cultural más poderoso de Asia Central. Como está en la «Ruta de la Seda», para defenderse construyeron la fortaleza. Es el mejor punto estratégico de Tiblisi, que es la capital del país desde el Siglo V.
La primera fortaleza se llama Narikala, que significa «Inaccesible», en persa. Es del Siglo IV y era más grande que la actual. Contaba con 70 torres y nada menos que 3.000 almenas, hasta que en el año 1827 una explosión la destruyó. En el interior de la parte nueva actual está la Iglesia de Santo Tomás.
En el año 2010, el Gobierno comenzó a recuperar la parte vieja de la ciudad, donde se encuentra el Palacio del Presidente, que data del 2005 y tiene cúpula de cristal, y la Catedral.
La Iglesia de Meteji o de la Virgen María, que fue restaurada y tiene 25 metros de altura, es del Siglo XIII. Su piedra está muy dañada. El interior está lleno de cuadros de Santos. Mi visita coincidió con la celebración de la Misa, que dura la friolera de ¡¡¡3 horas!!!, y además no hay bancos para sentarse…. La mayoría de los fieles tenían en su mano una pequeña vela encendida. El cristianismo fue introducido en Georgia por Santa Niño, en el año 337. El pueblo es muy creyente y practicante, incluso los jóvenes.
Bajé por unas calles estrechas y empedradas y atravesé el puente de piedra sobre el Río Kura, cortado al tráfico y que estaba totalmente ocupado con una gran concentración de coches históricos procedentes de todo el mundo.
Entré en una parte de la ciudad antigua con bellos balcones de madera, de llamativos colores, y otros de hierro forjado. Calles estrechas, sin aceras y con un adoquinado muy gastado pero bien conservado. En la popular Rue Jea Chardin, muy estrecha y peatonal, cambié moneda en el Basis Bank. La calle está llena de bares y restaurantes, y sus terrazas apenas dejan paso a la gente. En su parte final está la famosa figura de bronce del Siglo VIII del Tamada, o Maestro del brindis. Georgia tiene 50 variedades de vinos, nada menos que 500 de uva, y se consideran la cuna del vino.
Visité luego la Sinagoga, edificio construido en el año 1904, y con un pequeño león a cada lado de la escalera de acceso. Cabe destacar que los judíos viven en el país desde el Siglo VI antes de Cristo, y que se llevan muy bien con los ortodoxos georgianos.
De allí me fui a visitar el Karavanserai, un lugar de descanso seguro de las viejas caravanas. Recuerdo uno que vi en Turquía, que era una autentica fortaleza de piedra.
Este Karavansarai, que en su fachada de piedra luce un gran relieve con el símbolo de Mercurio, Dios de los comerciantes, es del Siglo XVIII. Un siglo más tarde, con la llegada del ferrocarril, desaparecieron los Karavansarai y en este hay ahora un Museo, salas de exposiciones y otros servicios.
Estuve luego en la Iglesia de Sión, que tiene dos campanarios independientes, uno en el lado izquierdo del templo, y el segundo frente a la fachada, al otro lado de la calle. La primera iglesia, que fue destruida, databa del Siglo VI, y fue reconstruida ampliada en el Siglo XVIII. En su precioso interior, bellamente decorado hay seis cruces de Santa Niño, hechas con ramas de vid. Coincidí, también, con la Misa y me bdbfijeron con el incensario, que emite un especial sonido con los cascabeles que lleva colgados.
Siguiendo por la calle Sión, que está llena de chiringuitos de venta de artesanías suvenires y hasta alfombras, bajé hasta el bello y atirantado Puente de la Paz, sobre el río Kura. Construido en el año 2010, es una gran obra de ingeniería, es peatonal, mide 156 metros de altura y se ilumina con 50.000 bombillas. Desde su partes central hay unas vistas estupendas del río, de la sede del Presidente del Gobierno, del inacabado Palacio de la Ópera, y de la ciudad a ambos lados del río.
Pasé luego por la sede del Patriarcado de Georgia, en cuya parte superior de la puerta de entrada está Santa Nino, y cuyo titular actual es Ilía II. Al igual que en la Iglesia Evangélica de Armenia, los curas se pueden casar, pero si lo hacen renuncian forzosamente a cualquier promoción eclesiástica. ¡Ah!, olvidé decirles que las mujeres deben llevar tapada la cabeza para entrar en las Iglesias.
Al final de una calle de arte al aire libre, donde los artistas realizan y venden sus obras, al estilo de la parisina Montmartre, había un organillero, pero sin burro para arrastrar este pintoresco instrumento musical muy frecuente hace años en Madrid, y que yo recuerdo en las calles de La Coruña.
Caminando bajo un fuerte sol, llegué a la popular Torre del Reloj, del año 2010, a tiempo de verle y oír dar las 12 campanadas. Había una auténtica multitud pa contemplar como se abría una puerta en su parte superior y la salida de un ángel con un mazo en su mano con el que golpeó 12 veces una campana. Al terminar, se abrió otra puerta en la parte media de la torre, y pudimos ver un desfile de marionetas que, entre nutridos aplausos, finalizó con una pareja de novios. Al lado de la Torre hay un estupendo Teatro de Marionetas.
Allí cerca está la Iglesia de Anchifjati, del Siglo VI, que es la más antigua de Tiblisi. Durante la dominación turca, que destruyeron muchas cosas e Iglesias ortodoxas, la usaron como baños.
Y antes de dejar el precioso barrio antiguo y subir de nuevo al coche, tras más de tres horas de caminata bajo un fuerte sol vi a los novios de una boda de verdad haciéndose fotos en lugares irrepetibles.
Ya en el coche, subimos a la montaña en la que está la Madre de Georgia y la Fortaleza de Narikala. Allí está la estación final del teleférico y las viejas murallas de la ciudad. La colosal estatua de la Madre de Georgia se hizo en madera en 1958, y en 1997 se construyó e aluminio. Es el símbolo de la mujer georgiana, y en su mano derecha tiene una espada y una copa de vino en la izquierda.
Por un sin fin de escaleras, con suelo adoquinado en los descansos, descendí a pie de la alta montaña hasta los Baños de Azufre, con sus numerosas cúpulas y tejados de barro cocido, que se alquilan y en los que además de los baños en sus aguas sulfurosas podemos disfrutar de relajantes masajes.
Y después de una Sinagoga y varias Iglesias, le tocó el turno a la Mezquita Juma Mosque, del Siglo XX. A la entrada tuve que descalzarme, mientras las mujeres tenían que llevar la cabeza tapada (hijab).
Para comer, bajamos hasta el borde mismo del río. En nuestro camino varios perros callejeros, de diversas razas, muy tranquilos, todos con su chapa amarilla de vacunación cosida enla oreja derecha.
Junto al restaurante «Bread House», un sitio precioso al borde del río había un puesto fijo de venta de frutas y frutos secos con muy buena pinta: higos negros, orejones, nueces, cacahuetes, pistachos, ciruelas, etc., en vasos de plástico transparente.
Allí, en el exterior y a la sombra, disfruté de un estupendo almuerzo, cuyo plato principal era el cerdo asado con unas salsas, cebolla, y hierbas varias que le daban un gusto delicioso. Y unas patatas asadas que no envidiaban nada a las de Coristanco (La Coruña), con un sabroso vino rojo seco «Saperavy». Y, además, con el acompañamiento de bailes típicos, música y cánticos. Realmente estupendo.
Después de comer caminé por el paseo fluvial, donde había niños paseando en caballos acompañados. Luego me trasladé en el coche hasta la Avenida Rustaveli, donde de cami o al Museo Nacional de Georgia, vi una buena tienda de «Zara» y al lado otra de Massimo Dutti.
El contenido del Museo, en el que había cientos de personas, es tan impresionante que los expertos aseguran que no hay duda de que Georgia es realmente el país del legendario «Vellocino de Oro». Y esa impresión la confirmé, cuando vi ante mis ojos sus tesoros arqueológicos y numismaticos, entre otros.
«Borracho» con tanta riqueza, y muy cansado, afronte la empinada cuesta que me llevó a mi cercano hotel. Y tras refrescarme un poco a cometí la crónica que está leyendo. Mañana,Día de la Virgen del Rosario, Patrona de La Coruña, viajaré a Mtsjeta,