Pasamos de la euforia después de conseguir un empate en el campo del Sevilla (rival directo al que superamos en el gol average) a ponernos nerviosos y pesimistas tras los malos resultados obtenidos en los últimos tres partidos jugados (Getafe, Gijón y Valladolid), cuando ahora mismo estamos en un puesto que ni los más optimistas del lugar pesaban al estreno de temporada.
Personalmente tengo plena confianza en los hombres de Miguel Ángel Lotina. El míster tuvo muchos, pero que muchos contratiempos para trabajar con la plantilla al completo. Las muchas lesiones que sufrió el Dépor a lo largo de la actual liga y los graves errores arbitrales son con total seguridad las causas de nuestra irregularidad. A esto habría que sumarle la muy posible y comprensible “pájara” que siempre se sufre en un campeonato largo como el español. El caso es que dure lo menos posible y que la sufran pocos jugadores. Estoy convencido, insisto, de que otro gallo cantaría si en estas dos últimas jornadas hubiese terminado en gol la jugada en la que se le señaló fuera de juego a Adrián en el Molinón después de arrancar desde su propio campo. En ese partido hubo otro error técnico (o de concepto, como quieran llamarle) gravísimo en la falta que supuso la expulsión de Dani Aranzubía aplicando una ley de la ventaja muy sibilina ya que después, al errar el delantero, sancionó la falta y la expulsión a los diez minutos de juego. No hay que olvidar que además de la moral también se minó la plantilla por las sanciones que impuso el comité. Estos errores deberían haber llevado al colegiado a la famosa nevera. No es de extrañar que en otros tiempos existiesen las recusaciones arbitrales. Motivos habría. Qué se puede esperar de un colegio, el arbitral, que preside Sánchez Arminio, un mediocre árbitro y peor dirigente que lo arregla todo con la ley del silencio del colectivo; ley que, a mi juicio, es intolerable al menos desde que los árbitros son profesionales y cobran (y de qué manera) por arbitrar. Lo único que nos queda es aguantar los tópicos de siempre del ínclito presidente que ni tranquilizan ni solucionan ningún problema. Váyase señor Sánchez Arminio.
Con el permiso del Atlético de Madrid, el Vicente Calderón sería un buen campo para comenzar la remontada. Los colchoneros vienen escocidos después de perder ante los Higuain y compañía. Esperemos que el escozor no les dé alas para levantar el vuelo a Europa. Madrid siempre fue un buen desplazamiento para los incondicionales. Además del partido, el parque del Retiro, el Museo del Prado, el Teatro y el Palacio Real son unos sitios fantásticos para visitar y disfrutar durante el puente de Semana Santa. Si son amantes de la pintura pueden ver también la increíble exposición sobre el impresionismo que la Fundación Mapfre tiene en el paseo de Recoletos con 100 obras maestras de Manet, Monet, Pisarro, Renoir y Cézanne, entre otros, del Museo Orsay de París. Una oportunidad única e inigualable de ver algo parecido en España de este movimiento artístico de finales del siglo XIX.
Incidiendo en uno de los temas de los que les hablé la semana pasada, me permito remitir a los impulsores de la candidatura del estadio de Riazor como sede del mundial de fútbol al equipo que hace la friolera de veintiocho años realizó la misma labor con unos resultados extraordinarios. Es una pena que no estén con nosotros para aconsejarnos los recordados Antonio Álvarez, Manolo Hernández y Manines. Pero aún tenemos la suerte de poder pedir asesoramiento a Ángel Ron, Felipe Poncet, Ricardo Hortas, Manuel Estévez Mengotti e incluso al padre Taboada que según me apunta un amigo también tuvo mucho que ver con el éxito del Mundial 82 en nuestra ciudad.
Artículo publicado en el diario gallego DXT Campeón.