Una de las cosas que más me llamó la atención, durante la inolvidable estancia con mi familia inglesa en Liverpool (Inglaterra), fue que las denominadas “Public Houses”, las famosas tascas inglesas, automáticamente dejasen de servir cerveza a las 10 en punto de la noche. Recuerdo que en mi libro de la serie “Viajeros sin Fronteras”, titulado “Mis primeros viajes (1954-1963)” escribí lo siguiente:
“Al salir, Carmen cogió el camino de casa, y Amador y yo fuimos a tomar una cerveza a otro bar distinto al de ayer, pero tan frecuentado como aquel. Me asombré de la gran cantidad de cerveza que beben los ingleses. Los vasos, los más grandes que he visto en mi vida, llevan alrededor de un litro, y los trasiegan uno tras otro como si tal cosa. Claro que luego, cuando salen a la calle, no caminan hacia atrás precisamente, como opina la gente que lo hacen los borrachos de cerveza. Van dando tumbos de un lado para otro, como si la “merluza” fuese de vino del Ribero.
“Todo esto es debido a la supina idiotez de la “ley seca”, que impide la venta de bebidas alcohólicas después de la diez de la noche. Por eso los bebedores, en los últimos minutos antes del cierre del local, se atiborran de bebida, y luego les hace efecto toda junta, y de qué manera…. ¡Vaya espectáculo verlos salir de las denominadas “public houses” (tabernas)!”.
Pues bien, eso más o menos es lo que sucede actualmente en los locales de hostelería españoles que, como saben, debido al “Toque de queda” del nuevo “Estado de Alarma”, provocado por el maldito Coronavirus, tienen que cerrar a las 11 de la noche. Al menos hasta el 9 de noviembre, ese “Toque de queda, de orígenes militares, abarca desde las 23 horas a las 6 de la mañana del día siguiente.
Pues bien, mientras los empleados proceden a recoger mesas, sillas y demás artilugios, los clientes apuran las últimas bebidas, en algunos casos “a toda pastilla”, y luego el efecto físico es demoledor. Y el aspecto que ofrecen las calles a partir de las 11 de la noche, totalmente vacías y con las luces de la mayoría de los locales de hostelería totalmente apagadas, es muy triste y deprimente.
Menos mal que lo compensamos algo en las terrazas, aprovechando los rayos que el sol nos obsequia entre chaparrón y chaparrón, como se ve en la primera fotografía en la que gocé de la compañía circunstancial de dos perros muy cariñosos: Nora y Hugo, a los que obsequié con algunas pitanzas de su agrado.
Días atrás publiqué en las redes sociales una bonita foto de una de las orquídeas en flor que tengo en mi terraza, y la destacada pintora ferrolana Manuela Castro, gran amante de las flores, que refleja en sus cuadros de forma magistral, me remitió este guasapo: “Intentaré pintarla. Muchas gracias. ¡¡¡Es preciosa!!!. Hoy todo el día en casa, pero lo pasamos bien. Se ve poquísima gente en la calle. Un fuerte abrazo”.
Cambio de tema. Nuevo mensaje de mi fiel seguidor Amador Rego, desde Ourense, en torno a la Laureada de San Fernando: “My dear friend Robert. En tu escrito citas a José Millán-Astray y Terreros, como poseedor de la Laureada. Creo que ahí tienes un error. La Laureada que lleva ese nombre en recuerdo a San Fernando III, que sabrás que era primo carnal de San Luis IX y que eran hijos de Berenguela y Blanca de Castilla. La madre de la mujer de San Fernando era hija o nieta de Barbarroja, un emperador prusiano. Ese nombre se lo ponen a la invasión de Rusia el 22 de julio de 1942. El mismo día, pero 130 años antes, lo hace Napoleón y son derrotados por el mismo general: El Invierno, aunque los nombres de esos generales sean muy similares.
“Esta condecoración la establecen en 1811, en las Cortes de Cádiz, que años más tarde le da más auge Fernando VII (El Rey Felón). Millán no tenía esa medalla. Tenía medallas de muy joven, por sus acciones en Filipinas, pero no la Laureada.
“Hay tres generales que tienen dos Laureadas, que son José-Enrique Varela Iglesias, con 30 y 31 años. Luego, José Sanjurjo Sacanel, y otro que muere en África, una la tiene en vida y otra a título póstumo, pero no recuerdo su nombre. La tenía Franco, pero se la concedió a sí mismo y se la puso el general Varela, 1891-1951.
“La plaza y estatua que Millán-Astray tenía ahí, en La Coruña (en la segunda fotografía, del 17 de enero del 2004, durante la celebración del 50 Aniversario de su muerte), era muy anterior a la guerra de 18 de julio. La ingratitud, con la ignorancia y la maldad, se la han sacado. Disculpa el rollazo”.
En relación con los poemas que publico a veces en mis artículos diarios, y con referencia al muy reciente titulado “El Otoño”, del que es autora la laureada poetisa betanceira Esther López Castro, desde su residencial y nativa Valencia, la gran fallera y casalera Pilar Gómez me remitió este guasapo: “Roberto, me alegra leer poemas que te sacan de la rutina diaria. ¡Chapó, Esther López!. Saludos y besos”.
La destacada pintora y bailarina Rosa Salanova acaba de perder a una gran amiga, a la que dedicó este bello recuerdo: “Hasta siempre mi querida shakti danzarina, alumna, compañera, amiga… tantos años juntas compartiendo danza y vida. La escuela Shakti Danza y yo te recordaremos siempre, seguirás danzando en nuestros pensamientos y nuestro corazón. Buen viaje, mi querida Elena, echaré de menos tus achuchones, tus besos sonoros en mis oídos, y tu ayuda incondicional para vestirme en los camerinos. Hasta siempre, vives en mi corazón, sigue tu camino en paz, danzando en la Luz, con el Amor que tú siempre lo hacías… Te quiero ???????????”.
Finalizo por hoy. Prometo seguir publicando más crónicas de esta “Nueva Normalidad”. ¡¡¡Mientras el cuerpo aguante!!!. (Fotos: Lajos Spiegel)