A veces una competición deja un poso de optimismo que te devuelve la confianza en los valores más nobles del deporte. Ver a la selección española de baloncesto pelear como lo hizo para conseguir el pasado Eurobasket fue una de ellas.
El camino hasta llegar al oro fue laborioso. El inicio titubeante en la competición con derrotas ante Serbia e Italia obligaba a los nuestros a encarar cada partido como una final para continuar en liza. Primero tuvo que jugarse ante Alemania, en Berlín, el pase a octavos de final. Una derrota los separaría casi definitivamente del Preolímpico y con ello la posibilidad de participar en los Juegos de Río 2016. Con la victoria ante los teutones tocaba jugarse con Polonia el pase a cuartos. El triunfo nos dio, además, la posibilidad de pelear por una plaza en las Olimpiadas.
La siguiente final sería contra la imbatida selección griega, un hueso difícil de roer al que despacharon en un emocionante último cuarto los discípulos de Scariolo. En el corrillo que formaron los jugadores al finalizar el partido se oyó la voz convencida de Pau Gasol, el gran referente del equipo, que proclamaba que había venido a Francia a ganarles y devolverle la afrenta del Mundial de España 2014.
La disputa de las semifinales contra Francia tenía la recompensa añadida de luchar por las medallas. Daba miedo jugar contra ellos en un estadio de fútbol reconvertido en cancha de baloncesto, ante más de veinte mil franceses animando a un equipo galo plagado de grandísimos jugadores, muchos de ellos piezas importantes en franquicias de la NBA. Aquí volvió a asomar el gen competitivo de un grupo que se presentó a este torneo con bajas importantes, algunas lesiones por el camino y muchas dudas iniciales.
La clasificación para jugar la final estuvo rodeada de una emoción difícil de superar, con prórroga incluida para superar a los anfitriones. El hashtag #somosequipo con el que los jugadores de Scariolo acompañaban sus comentarios en las redes sociales había generado un magia desconocida hasta el momento.
Acostumbrados como nos tenían a resultados apretados, la final la resolvieron ante Lituania con la solvencia de quien se sabe campeón. Una medalla de oro sufrida y conquistada desde la confianza en sus propias fuerzas.
Otra enseñanza de este Eurobasket nos la deja Pau Gasol, el pívot con más talento que ha dado Europa, con permiso de Sabonis. El de Sant Boi ejemplifica como pocos la grandeza del deporte, algo que trasciende de su calidad en la cancha, y es capaz de transmitir con sencillez y credibilidad valores como el esfuerzo, el sacrificio, la constancia, el trabajo y la humildad, siempre desde el respeto a sus rivales. Con razón es uno de los jugadores más respetados en el mundo.
También merece un reconocimiento especial Sergio Scariolo que supo hacer creer a sus jugadores que eran capaces de vencer a cualquier rival. Fue un ejemplo de dirección táctica desde el banquillo ofreciendo siempre alternativas en defensa y soluciones en ataque, sabiendo dosificar a los jugadores imprescindibles y motivar al resto de la plantilla que respondió con coraje cuando hizo falta. Mi enhorabuena a este excepcional grupo por su hazaña.
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