La galería XERIÓN que tan acertadamente dirige La incombustible Ana Mª Souza de la Colina, alberga una muy sugerente exposición de pintura de dos de los grandes creadores del momento. Mª Xesús Díaz y Xosé Vázquez Castro.
El primer espacio lo ocupa la obra de Díaz exultante de color y texturas, que a nadie deja indiferente, vemos en ella gran acierto en la pigmentación, en la que los colores dulces, serenos…a veces modosos y pálidos, buscan una realidad, que la pintora halla.
Una serena mirada en el plano, nos confirma que esta secuencia, en su fundamento es sosegada y tranquila, nos relata efectos sensoriales, al poseer una luz singular y de diseño claro y real, que emociona. Realmente es, un diálogo entre el lugar escogido y la pincelada de perfecto emplaste, que se completa, con diversas y diferenciados temas que nos conducen al espíritu libre de la Artífice; sensible y detallista, incansable investigadora de tonos y fluidos, capacitada para sorprender al espectador con sus iniciativas, en una explosión artística que emana simultáneamente singularidad y originalidad.
Los colores en su plena eclosión de libertad creativa se combinan intrínsicamente sincronizándose con las veladuras y aguadas en unas ocasiones y con las texturas en otras, creando armonía y hermosura en todos momentos, demostrando con ello que cada átomo y cada partícula de Arte es Arte en sí mismo.
En el segundo espacio expositivo nos encontramos con la obra de Xosé Vázquez Castro, muy en su línea, obra plagada de matices que se alían entre ellos con un solo objetivo; el disfrute del ojo humano y su procesamiento interno como motivo de deferencia hacia el observador. La sutileza de sus ideas se refleja en una aureola efímera de trazos perfectos que envuelven y condensan la diversidad de las figuras que con sus miradas un tanto ausentes nos conducen a un mundo en el que se respira lirismo, esa quietud que da el pensamiento puesto en la lejanía de un algo misterioso.
Este experimentado artista superpone veladuras de un alcance amplio en sus lienzos creando una plasticidad alegórica, desde un equilibrio entre el fondo estático que enmarcan las figuras y el primer plano, fluido, dando un significado emocional propio.
La técnica consolidada del artista describe aspectos de la cultura por medio de figuras oníricas jugadas contra formas sólidas y una multitud de colores fracturados como astillas de vidrio. Los tonos cromáticos intensos focalizan los haces directos de la poderosa luz sobre la carne tierna, esbelta y a menudo velada, de jóvenes muchachas con una mirada un tanto escrutadora, emotiva y atractiva, apelando a los ideales más elevados de la humanidad como la paz, representada en las figuras infantiles luciendo sendos ramilletes de flores tanto prendidos en su pelo como portados a modo de ofrenda ¿A la vida quizá?
Toda la obra expuesta emana un sentir “Agarimoso”, ambas proyectan sobre el espectador un sentimiento intimista que conduce a la reflexión, su color suave tamizado, sin estridencias…exposición que su autores titulan ”comunicación bidireccional”.
Una muestra de pintura que no deja a nadie indiferente, de las que deja poso en el espectador; disfrutémosla pues. Desde FEDELLANDO deseamos llegue su andadura artística a feliz término.