Singular el neófito; mi bastón de ébano y plata; yo su propietaria; en su día se decidió bautizarlo con el fin de que poseyese un nombre y así distinguirlo del resto de sus congéneres.
Decidido llevase por nombre BUCÉFALO ¬-la elección no fue baladí-.
Nos dice la leyenda; su nombre significa en griego Cabeza de buey, muy a vuelapluma hablaremos de su historia.
Plutarco relata que Bucéfalo fue comprado por trece talentos por el rey Filipo II de Macedonia a un tesalio llamado Filonico. Fue entonces cuando, -según narra la leyenda-, el caballo comenzó a mostrarse tosco y salvaje, relinchando y lanzando coces por doquier, sin que nadie lograra apaciguarlo. Solo el joven Alejandro logró montar al caballo, y se dio cuenta de que el caballo recelaba de su propia sombra. Alejandro giró la cabeza del equino hacia el sol, cegándole y subiéndose de un solo brinco al momento que haría pronunciar a su padre la célebre frase: «Hijo, búscate un reino que sea igual a tu grandeza, porque Macedonia es pequeña para ti.» Se dice que desde entonces Bucéfalo solo se dejaba montar por Alejandro.
Frente a esta descripción de la doma de Bucéfalo realizada por Plutarco, el texto del Pseudo Calístenes sobre la vida del conquistador griego da una versión distinta. Allí, se refiere que Bucéfalo era un caballo de hermosa figura, pero dominado por un furor salvaje que lo llevaba al extremo de la antropofagia motivado quizás por la creencia de que era descendiente de una de las Yeguas de Diomedes, por lo que Filipo decidió construirle una jaula de hierro a donde echaría a todos aquellos que desobedecieran sus leyes. El Oráculo de Delfos dijo a este que, sería rey de todo el mundo habitado aquel que pudiera montar a Bucéfalo y cruzar la ciudad de Pela. Cuando, con 15 años, Alejandro descubrió la caballeriza del animal y se acercó al caballo este extendió sus patas delanteras y relinchó suavemente, como si le reconociera como su amo, y el joven príncipe pudo sacarlo sin ayuda de los criados y cabalgar con él por la ciudad, dominado por una completa docilidad.
En otra versión narrada por Diodoro Sículo, el caballo había sido un regalo de Demarato de Corinto.
Acompañó a Alejandro por toda su campaña en Asia contra el Imperio Aqueménida, hasta que murió a los 30 años durante o después de la batalla del Hidaspes, librada por el ejército macedonio en el año 326 a. C contra el ejército del rey indio Poros. Aunque hay quienes piensan que murió en la propia batalla, esto es cuando menos dudoso, ya que otros creen que murió de agotamiento y de viejo en el lugar donde Alejandro fundó, en su honor, la ciudad de Alejandría Bucéfala. Se cree que este sitio está localizado frente al moderno pueblo de Jhelum, en la provincia del Panyab, al noreste del actual Pakistán.
Otra leyenda nos dice que, el primer encuentro entre Alejandro y Bucéfalo fue único, mostrando el verdadero carácter de uno de los generales más grandes de la historia, según esta, Bucéfalo fue llevado a Macedonia por Filoneico de Tesalia como un regalo para el rey Filipo II de Macedonia (padre de Alejandro) en el 346 a. C. Con un precio de casi el triple del normal (13 talentos), el hermoso caballo negro era más alto que el corcel macedonio promedio, pero se lo consideraba salvaje e indómito y atacaba a cualquiera que se le acercara. Filipo II ordenó que se llevasen el regalo.
Alejandro, presente en la audiencia acompañado por su madre Olimpia, contemplaba el espectáculo que se desarrollaba. Cuando los sirvientes intentaron sin éxito llevarse al caballo, Alejandro se puso de pie y los llamó cobardes. Según la biografía de Alejandro escrita por Plutarco, el joven príncipe dijo: «Qué excelente caballo que se pierde por falta de doma y por la blandura al lidiar con él». Al principio, Filipo ignoró el desafío, pero finalmente le dijo a Alejandro: “Tú reprochas a los mayores como si pudieras hacerlo mejor”. Alejandro ignoró el comentario de su padre, repitió el desafío y dijo que pagaría por el caballo si no lograba domarlo.
En medio de las risas frenéticas del público, Alejandro se acercó tranquilamente al caballo al que llamó Bucéfalo. Alejandro había notado algo: el animal tenía miedo a su propia sombra. Ubicó a Bucéfalo frente al sol, de modo que su sombra quedara fuera de la vista del mismo, tomó las riendas con calma y lo montó. La risa de la multitud se convirtió en aplausos mientras Alejandro cabalgaba.
Según Plutarco, cuando Alejandro regresó al ruedo con Bucéfalo y se bajó, Filipo II declaró: “Hijo mío, busca un reino de la misma manera y lucha para conquistarlo, porque Macedonia te queda pequeña”. Los historiadores afirman que la domesticación de Bucéfalo fue el punto de inflexión en la vida del joven príncipe, donde demostró la confianza y la determinación que reflejaría en su conquista de Asia.
Este y Alejandro eran inseparables; solo el general podía montarlo, y de hecho lo hizo en cada una de las batallas por la conquista de las ciudades-estado griegas, por la conquista de Tebas, por la Batalla de Gaugamela, y por la India. Tras la derrota final de Darío III, Bucéfalo fue secuestrado mientras Alejandro estaba de excursión. Al regresar y enterarse del secuestro,prometió talar todos los árboles, dejar la región completamente desolada y matar a cada uno de sus habitantes. Se le devolvió el caballo junto con una súplica de clemencia.
En cualquier caso, tras la muerte de Bucéfalo, de luto, fundó una ciudad en memoria de su amado caballo, llamándola Bucéfala.
Siguen las Leyendas en torno al famoso equino.
Nos quedamos con que era de hermosa factura. negro como el ébano y con exuberante cabellera plateada.
Dado que mi bastón es de ébano y empuñadura de plata, emulando al mítico corcel se decidió llamarlo BUCÉFALO.
Fueron sus padrinos mis hijos Chús y Xesús, ejerció de maestro de ceremonia mi nieto Alejandro (Caracterizado para la ocasión), como testigos ejercieron Juan José Medin, Pilar López Román, Amparo Roquer y Victoria Carbonell-autora del reportaje fotográfico-, Raquel Bello.
Celebrando al efecto un acto genuino, no faltando una típica queimada, derramando sobre el plateado puño un generoso chorro del líquido elemento, pronunciando el oferente varios conxuros creados para la ocasión.
En fin, desde este momento mi bastón lleva por nombre BUDÉFALO. Acompañándome a todas partes, siendo mi confidente, apoyo y amigo incondicional.
Esta es la historia de un bastón muy singular.